La caja china
Claudio Tapia

San Pedro Garza García.- Luis Estrada, en su reciente película La Dictadura Perfecta, exhibe a detalle la estrategia política denominada “La caja china” que consiste en crear un nuevo escándalo para lograr que los anteriores pasen al olvido, por supuesto con el indispensable manejo de medios, que no es casual ni gratuito.

Esto es lo que ha ocurrido con la manipulación mediática de los crímenes de Ayotzinapa, Guerrero. Utilizando a favor este escándalo, los medios silencian el escándalo anterior. Así es como intentan que olvidemos las ejecuciones extrajudiciales ocurridas unos días antes en Tlatlaya, Estado de México, donde el Ejército masacró a 22 supuestos delincuentes que se habían rendido.

El escándalo michoacano les había funcionado bien como distractor. Comparado con lo que ahí ocurría, lo sucedido en otras entidades federativas y sus respectivos municipios eran asunto menor. El único territorio fuera de control donde el Estado había fallado era Michoacán y por eso ya estaba ahí, poniendo todo en su lugar, nada menos que el enviado del Presidente de la República.  

Según los medios (operadores de la caja china), fue esa falsa impresión la que impidió que se dieran cuenta de lo que sucedía en los municipios de Guerrero y el Estado de México. Por eso, dicen, les pasó desapercibido lo que se estaba gestando hasta que la terca realidad les estalló en la cara sin poder ocultarlo.  
De inmediato, los responsables de manipular la caja china se justificaron ante su audiencia: quién se iba a imaginar que ocurrirían tan horrendos crímenes, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y que existían fosas clandestinas en esos lugares, si nadie decía nada. Los periodistas de la televisión y la radio arriesgamos la vida para informar oportunamente la verdad, pero nada podemos hacer si los gobernantes y delincuentes nos la ocultan. Qué culpa tenemos de que los Solalinde y los Vera, voceros de los sin voz, no se sepan comunicar.

Pero ya no es posible seguir ocultando la terrible realidad: la industria del crimen pasó del tráfico de drogas y de los delitos comunes a la toma del poder local municipal y estatal porque además de que eso le permite operar sin dificultad, ahí se encuentra un botín más valioso que el de las drogas y el crimen: el jugoso presupuesto que ninguna autoridad gubernamental vigila de verdad.

Es así como la industria del crimen ha logrado hacerse de buena parte de los recursos públicos municipales y estatales, manejando las nóminas de los trabajadores, el control y gestión de la obra pública, las proveedurías de recursos materiales, el otorgamiento de permisos y licencias, los servicios profesionales de terceros, en fin, controlando la información que le permite cobrar tributos, comprar voluntades y extorsionar para llevar a cabo sus negocios.  

El trabajo de doblegar a las autoridades gubernamentales mediante el soborno, la complicidad, la intimidación, el miedo e incluso el crimen, ha sido sustituido por una tarea mucho más fácil y efectiva: postular sus propios candidatos. Esta realidad está a la vista de todos. Desde tiempo atrás, integrantes de la industria criminal ocupan cargos de elección popular.  
Esta es la realidad que el gobierno urgentemente quiere ocultar, entre otras razones porque se ha iniciado ya la contienda electoral del 2015 en la que se elegirán mil 15 Presidentes Municipales, 9 Gobernadores y 661 Diputados locales; 11 mil 795 cargos de elección popular en total.

Para sacar adelante las elecciones en un clima de tranquilidad y estabilidad, sin que importe lo que después necesariamente pasará, a la clase gobernante y a sus partidos les urge recurrir una vez más a la caja china.

Necesitan producir un macro escándalo, no sólo para distraer la atención sobre los crímenes en Tlatlaya y Ayotzinapa, sino para impedir que cobremos conciencia del enorme riesgo que corremos al votar por alguien del que no hay certeza de que no es un criminal. Razón de más para no votar.

¡Prepárense, el nuevo escándalo puede estar por llegar!