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1705 7 Noviembre 2014

 

 

Cuarenta y tres
Laura Fierro Evans

 

Querétaro.- Anteojudo desde pequeño, has sufrido el abuso, pero tu sueño de enseñar en el respeto es más grande. Lo siento. Uno. Te veo labrando, jugueteando con los compañeros. Perdóname. Dos. Ojillos coquetos, flacucho. Mi corazón se encoge. Tres.

Espíritu libre, alegre, jovial. Te amo. Cuatro. Pareces mucho mayor, tan maduro, tan seguro. Perdón. Cinco. Rebelde con causa, te mueve tener una vida digna. Lo siento tanto. Seis. Osito de peluche, amoroso, tu novia no ve el sol desde entonces. Siete. Los ojos de tu madre, colaborador. Me oprime el corazón. Lo siento. Ocho. ¡Nueve! ¿Nueve, yo? Sí, con todo lo que significa y lo que pido que perdones. Diez.

Larguirucho, igualado, malcriado, te pido profundamente compasión. Once. Dos piernas corriendo desesperadas. Lo siento, no te vi. Doce. ¿Recuerdas la ilusión de enseñar como a ti te enseñaron? Tú siempre el mejor. Perdón. Trece. Algo te tiene muy enojado, indignado, quieres siempre sacar tu rabia con el balón de fut. Lo siento. Catorce. Cada vez que comes un pan de tu madre dices que tocas el cielo. Te amo, gracias. Quince. ¿Cuándo fue esa vez en que te cruzaste con ella y la luz llegó a tus ojos? Lo siento, perdón. Dieciséis. Alguien te vio metido dentro de un tambo amarillo, desesperado. Estoy contigo. Diecisiete. Eres el más ciclista de la región, no hay cerro que no hayas explorado. El cerro llora tu ausencia. Dieciocho. Cuando tu hermana murió, prometiste ser el ejemplo de la familia para mitigar el dolor de tu madre. Hoy son dos. Perdón, perdón. Diecinueve. Criar pollos es el mayor placer que has tenido, ahora nacen pollos que no han visto tu rostro. Lo lamento. Veinte.

Triste, un ser triste como tú has inundado ahora a tu familia. Lloro en ti. Veintiuno. Relacionarte con otros  y vender cualquier cosa es lo que te resulta más fácil. Vendería el alma porque volvieras. Veintidós. La marimba y tú son una unidad. Hoy suena su silencio que duele. Gracias. Veintitrés. Cumbia, chelas, sueños de logros y relajo. Brindo y te pido perdón. Veinticutro. Poeta del pueblo, poeta rural armando tu primer libro. Páginas en blanco lloran letras rurales. Te amo. Veinticinco. Tú naciste con un balón bajo el brazo, goleador de copa mundial, verán todos. Nadie te ve. Lo siento. Veintiséis. Maestro de astronomía quieres ser. Sabes que estamos hechos de partículas del universo. Polvo cósmico, perdón. Veintisiete. Arar la tierra y sembrar la milpa te apasionan para luego asar tu elote producto de tu trabajo. La mazorca tira sus granos, inútil ella, dolida. Disculpa. Veintiocho. Tu abuela siempre dice que tienes alma de sacerdote, pero necio en ser maestro. Bendito seas. Veintinueve. Tienes un bebé del que quieres ser el padre que no tuviste. Lo lamento. Treinta.

Cuando cumplas treinta sabrás lo que quieres en la vida, te dijeron. Lo siento. Treinta y uno. Quieres explorar el mundo antiguo y para ello te preparaste. Los dioses griegos lloran, se duelen. Treinta y dos. Tus manos artistas crean figuras con cualquier material. Un delfín de papel aluminio en la mesa muere de resequedad. Perdóname. Treinta y tres. Compañero solidario de cualquier causa de la justicia. Lo siento. Treinta y cuatro. Tú con tal de encajar estás dispuesto a entrarle a lo que sea. Ay, en verdad, lo siento tanto. Treinta y cinco. La vida te cambió desde que tuviste un Smart phone para sentir conexión con el mundo. El mundo ahora está contigo, sin tu celular. Perdóname. Treinta y seis. Adoras tu traje de apicultor y sentir el picoteo de las abejas, para luego gozar su miel. Miel derramada, doliente. Treinta y siete. Eres el de mejor puntería desde pequeño. Conejos, ardillas, pájaros, a todos les tiras por igual. Ser sintiente, lo siento. Treinta y ocho.

Tú querías ser piloto, pero de perdida, maestro para volar por los cielos de la imaginación. Tu vuelo me hace caer estrepitosamente. Treinta y nueve. Una vez leíste que el buen caminante no deja huella. Pero tu huella me cimbra. Perdóname. Cuarenta. Los hombres no lloran y saben que la vida es una lucha. Lluevo el llanto tuyo, sin luchar. Cuarenta y uno, zafo. Cuando seas abuelo, contarás a tus nietos tus aventuras de las marchas estudiantiles y juntos reirán. Los nietos que no tuviste, seres sin espacio y tiempo reciben el vacío de tu historia. Cuarenta y dos. Los últimos serán los primeros. Tú, el primero. Me ahogo, te acompaño, te siento, te lloro. Perdóname. Te amo. Cuarenta y tres.

 

Periodista, escritora, coach profesional.  Ciudadana indignada ante la realidad actual del país. Autora de “Coaching para líderes”, edit. Granica.
www.sistemahagakure.com

 

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