Suscribete
 
1710 14 Noviembre 2014

 

 

Debatir es batirse
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- En México la discusión pública no la gana nadie porque más que argumentos, se esgrimen amenazas: todo es descalificación a la persona y atrincheramiento en las posturas políticas propias.

En el mejor de los casos, los políticos de cualquier partido y sus defensores o detractores de redes sociales sólo convencen a quienes coinciden de antemano con sus reflexiones. Y es que al margen de sus alcances discursivos (muy pobres) culturales (no muchos) políticos (muy retorcidos) económicos (muy elementales), los polemistas mexicanos no saben conjugar el verbo debatir.

Es comprensible: en México no hay cultura del debate. En Estados Unidos, entre elecciones primarias y elecciones abiertas, un político debatirá en promedio 45 veces en su vida; en Francia lo hará 38 veces; en Inglaterra un Primer Ministro debate casi a diario con el gabinete opositor (shadow cabinet).

Los grandes polemistas en México, Nemesio García Naranjo, Alejandro Gómez Arias, y más recientemente Heberto Castillo y Carlos Castillo Peraza son leyendas ya lejanas. ¿Cuántas veces habrán debatido sus ideas para gobernar, al margen de los discursos para seguidores o acarreados, un alcalde o un gobernador? Muy pocas. Y muy pobremente.

Aunque Andrés Manuel López Obrador se ha ejercitado en innumerables debates, sus argumentos son más arengas didácticas a sus paisanos de Macuspana que razonamientos dialécticos. No es condenable su rechazo visceral e instintivo en contra de los privilegios burocráticos. Es que desconoce el pensamiento complejo: es el llano en llamas. Se dirá en su defensa que tiene inteligencia intuitiva, esa captación en dos segundos de la verdad, que no requiere de conocimientos superiores, como la tienen mentes agudas como Lula da Silva o José Mujica. Pero Andrés Manuel no es Lula. Ni Mujica. Punto.

En el planteamiento de su visión como estadista, el Presidente Enrique Peña Nieto me recuerda el libro La sociedad del espectáculo, de Guy Debord. Este teórico y filósofo de la política advirtió desde 1967 que el ser público comenzaba a declinar en tener y el tener en simple parecer: “Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en mera representación”.

A los polemistas en México los representan sus clichés, los lugares comunes que se creen vaciladas ocurrentes, los monólogos extremistas que se autoexcluyen; los discursos sordos que se encierran en el baño para discursear soliloquios, y el pensamiento único como cómodo blindaje personal, que no se preocupa por urdir el mínimo argumento. ¿Entonces, cómo vamos a analizar así, colectivamente, los grandes problemas nacionales?

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com