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1712 18 Noviembre 2014

 

 

La contrarrevolución de hoy
Lupita Rodríguez Martínez

 

Monterrey.- A días de cumplirse 104 años de que Francisco I. Madero convocó al pueblo mexicano a levantarse en armas, hay que recordar que la causa principal fue luchar contra la violación del presidente Porfirio Díaz a la voluntad popular en las elecciones presidenciales.

Llamado revolucionario que a punto estuvo de fracasar, al no lograr con el Plan de San Luis los alcances, ni las repercusiones esperadas, pues el 20 de noviembre de 1910 se levantaron unos cuantos brotes aislados.

Hacer una revolución no era cosa sencilla. Nada fácil era lograr que la gente arriesgara su vida luchando contra un gobierno militar. Tuvieron que pasar meses para que se fueran organizando grupos de mexicanos para levantarse en armas. Hasta abril de 1911 el reporte fue que ya había muchos estallidos revolucionarios, principalmente en el norte del país, donde ciudades y pueblos eran tomados por rebeldes armados.

La gran mayoría de los revolucionarios eran trabajadores de haciendas, aserraderos y minas, los sectores más explotados y marginados, que sin previa preparación militar fueron capaces de descontrolar al ejército federal, cuya tropa era por lo general reclutada mediante el sistema de leva. Este hecho, deja en evidencia que el enfrentamiento en realidad fue entre hermanos de raza, de religión y de condición social. Vidas y sangre puestas por el pueblo.

A pesar de no presentar un frente de batalla unido, salvo en Ciudad Juárez, la motivación y la habilidad de los revolucionarios en el manejo de caballos y carabinas replegó las tropas federales hasta que caer derrotadas, forzando al gobierno porfirista a negociar la capitulación.

Porfirio Díaz renunció a la presidencia y se expatrió en París, mientras se conformó un gobierno de transición compuesto por revolucionarios y representantes del régimen depuesto. En tanto, Francisco I. Madero se trasladó en ferrocarril hasta Ciudad de México, a la que llegó el 6 de junio, pocas horas después de que un severo terremoto sacudiera la capital.

Al terremoto natural prosiguió el terremoto social que se convertiría el llamado de Madero, al comenzar las pugnas entre la variedad de grupos que atendió la amplitud de temas contenidas en el Plan de San Luis.

Estaban los grupos que buscaban establecer la democracia, así como los que buscaban la justicia social, reivindicaciones agrarias básicamente, a pesar de que hacendados, peones, profesionistas, obreros, profesores y empleados habían respondido por igual al plan maderista.

Un movimiento fue acaudillado por Emiliano Zapata en Morelos. Su lucha se fincaba fundamentalmente en la restitución de tierras comunales despojadas por abuso de latifundistas. Al ver que Madero no respondía con rapidez a sus demandas, Zapata proclamó el Plan de Ayala, en el que desconocía al nuevo presidente e intensificaba su lucha agrarista.

Otro movimiento fue en las zonas urbanas, donde los trabajadores industriales y de servicios se organizaron en la Casa del Obrero Mundial, que seguía lineamientos sindicalistas de corte internacional, procurando la justa regulación de la situación laboral. Por su parte, los grupos católicos acudieron al llamado de la encíclica Rerum Novarum y se organizaron para reclamar satisfacción a necesidades laborales justas. Mientras los profesionistas de clase media se organizaban en partidos como el Antirreleccionista, el Liberal, el Constitucional Progresista, el Católico Nacional y El Evolucionista.

Estaba claro que no todos los mexicanos coincidían sobre los fines que se perseguían, ni sobre los medios para conseguir los cambios sociales, políticos y económicos, por lo cual sobrevino la lucha fratricida de Ricardo Flores Magón, así como las asonadas de Bernardo Reyes, Pascual Orozco y Félix Díaz, hasta que con Victoriano Huerta la contrarrevolución se hizo del poder con el asesinato de Madero y Pino Suárez en Lecumberri.

De los combates ideológicos se regresó a los combate armados con un saldo de más de un millón de muertos, pasando de la promulgación de la Constitución de 1917 a la restauración de la paz en 1924, hasta el legado de la Revolución Mexicana de nuestros días, el cual se tornó contrarrevolucionario al imponerse las contrarreformas educativa, contraria a la educación obligatoria, laica y gratuita; la religiosa, contraria a la separación Iglesia-Estado; la energética, contraria a la propiedad original de la nación sobre minerales e hidrocarburos y, la política electoral; contraria a la no reelección, todo a partir de la violación de la voluntad popular en las elecciones presidenciales.

 

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