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1713 19 Noviembre 2014

 

 

Deshuesadero
Eligio Coronado

 

Monterrey.- El personaje principal de una historia es aquel que carga el peso de la misma de principio a fin o, dicho de otro modo, es el imán que atrae todas las partículas. Su presencia determina el origen, desarrollo y desenlace de todo cuanto ocurre en ella.

Sin el protagonismo de esta figura, la historia perdería fuerza y se dividiría en subtramas, cada cual con sus propios personajes reducidos a papeles menores o secundarios

Pero en el cuento “Deshuesadero” (del cuentario Asfalto*, de Darío Zalapa Solorio), el personaje de una subtrama (Inés) opaca al personaje central (Abraham), y es que Inés se convierte en el elemento revulsivo de esta historia.

Abraham vive en su mundo vacío: es retraído, renta un cuartito de 5 por 6 metros, trabaja en una florería, no tiene novia o pareja y vista a sus padres de cuando en cuando. Éstos sospechan de su orientación sexual y le piden que haga algo útil con su vida.

Inés, por su parte, ha venido a la ciudad a buscar trabajo y se ha instalado en el mismo edificio (“una vieja casa de dos pisos”, p. 17) donde vive Abraham. Esta chica, de apariencia tranquila, sembrará la violencia, la muerte y el horror en la vida de Abraham y del pueblo donde viven.

Todo empieza muy inocentemente con un plan humanitario de Inés. Como el pueblo tenía fama de “gran deshuesadero” (p.17) por las “decenas de vehículos varados sobre las aceras, mismos que con el paso de los años y los robos quedaron deshechos y olvidados hasta mostrar sólo sus esqueletos” (p. 17) y, por otro lado, la gente saca a sus ancianos a las aceras para que les dé el sol y “los olvidan ahí hasta que anochece” (p. 24), a Inés se le ocurre quitar una combi arruinada para mejorar el entorno, esperando que la gente siguiera el ejemplo.

Para ello necesita que Abraham consiga la camioneta de la florería donde trabaja para arrastrar el citado vehículo. Así lo hace Abraham, pero cuando Inés engancha la combi que será desalojada, también engancha a cinco ancianos los cuales, con el arrancón, “eran lanzados por los aires, volando aparte sillas de ruedas y andaderas” (p. 28).

El origen de este atentado, según explica Inés, es: “para mí, esos ancianos ya están muertos. Y me da tanto miedo esa idea, porque hace que me vea en su condición, y tarde o temprano estaré así, aunque no lo quiera” (p. 24). De esta manera, Darío Zalapa Solorio (Paracho, Mich., 1990) logra que el personaje principal sea desplazado por uno secundario.

 

* Darío Zalapa Solorio. Asfalto. Monterrey, N.L.: UANL / FONCA, 2013, 111 pp., Ilus. (Colec. Proyecto Y: Avanzada del Desencanto.)

 

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