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1726 8 Diciembre 2014

 

 

Desde el porche de San Nico
Gerson Gómez

 

Monterrey.- Luis Felipe Lomelí (Etzatlán, Jalisco, 10 de enero de 1975) es un escritor mexicano considerado, junto a autores como Augusto Monterroso y Juan Pedro Aparicio, responsable de unos de los microrrelatos más breves.

Estudió Ingeniería Física Industrial en el ITESM, la maestría en Ecología de Zonas Áridas en el CIBNOR y el doctorado en Ciencia y Cultura en la Universidad Autónoma de Madrid, bajo la dirección de Javier Ordóñez Rodríguez. En 2001 obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Bellas Artes de México, por su primer libro, Todos Santos de California (Premio Nacional de Cuento “San Luis Potosí”, y el Premio Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”, por el cuento El cielo de Neuquén, incluido en su segundo libro Ella sigue de viaje. También es autor de la novela, Cuaderno de flores y del ensayo de divulgación científica El ambientalismo.
Es autor de Indio Borrado.

¿Por qué escribir sobre Monterrey?
Porque Monterrey es la ciudad continental del país que más quiero, porque la trae uno metida en las vísceras después de tantos años de vivir ahí. Es decir, porque uno escribe desde el corazón.

En Indio Borrado existe la necesidad de explicar, por medio de la literatura, los pasos del ayer; ¿te interesa continuar novelando Monterrey?
No creo que sea una decisión consciente, sino que simplemente pasa. Obviamente hay también otros lugares a los que les tengo querencia y de los que también he escrito y escribiré. Pero Monterrey es una constante que está en, por lo menos, tres de mis libros: Ella sigue de viaje, El alivio de los ahogados e Indio borrado.

¿Narco y futbol es lo preponderante en la urbe?
Así se podría reducir a casi cualquier ciudad del planeta: un tipo de violencia y un tipo de espectáculo. Pero considero que cada ciudad es mucho más que eso, hay muchos más amores e ideales que sus distractores.

¿Cómo mantienes contacto, para poder escribir sobre la región, para continuar actualizado con el lexicón y con las costumbres?
Porque nunca se ha ido. Aunque uno esté lejos, uno sigue estando en el porche de San Nico con la chevecita, uno sigue viendo los cerros cuando sueña. Así que es nomás cuestión de rascarle un poquito a la nostalgia para que se reviva todo a la hora de escribir.

De haber nacido en Monterrey, ¿cómo habrías logrado novelarla?; ¿habría diferencias?
No lo sé. Creo que no. Mis recuerdos comienzan en Los Ángeles, pero nunca he escrito de Los Ángeles. Luego siguen en Jalisco y sí, buena parte de mi educación sentimental está enhebrada a los pueblos de Jalisco, con sus cañaverales y la resequedad de Los Altos. Pero de ahí sí que se ha escrito mucho y bien –Yáñez, Rulfo, Azuela, Arreola…– de modo que no siento tanto la necesidad de hacerlos presentes, como sí la siento sobre Monterrey, donde llevamos menos tiempo y menos gente tratando de escribir sobre quiénes somos.

 

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