Borriquitos del idioma
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- El villancico le pide a los pastorcitos que vayan en borriquito a Belén. Pero a donde el niño de hoy debe ir es al abecedario. A nuestros niños se les escapan los rebaños de haches, eles, bes y uves.

Los pastorcillos escolares confunden las vocales con las consonantes, no aprenden bien la gramática: son huérfanos de los nobles diptongos; se pierden por el camino de los acentos.

Hansel y Grettel, niños mejor alfabetizados (como los de antes), dejaban migas de pan por el camino para regresar a casa con señales. Pero el cuento se equivoca: lo que dejaban los hermanitos no eran migas, sino comas y puntos, haches difíciles y eñes como guiños. Los pájaros no comen letras y por eso no les picoteaban el camino a Hansel y Grettel. Hasta que un día vinieron aleteando las escuelas “patito” y se llevaron en sus picos todo el abecedario completo.

Grettel entró de locutora de TV y en su nuevo oficio le sobró la ortografía y le bastó un video casero, pornográfico, para hacerse famosa. Hansel dejó de estudiar y se metió de compositor de banda sinaloense. El único martirio de ambos es dar autógrafos porque tienen que escribir. O cuando les preguntan por De la Cruz, esa chica linda, metida de monja, poeta preferida de Cristian Castro.    

Es la superstición de lo práctico y lo eficaz, como si escribir bien no fuese práctico ni eficaz. En realidad, el español no lo cultivan los escritores ni los académicos, sino los niños, esos pastorcillos que hoy tienen perdidos los borriquillos de la gramática.

Las máquinas trituradoras de inteligencia –televisión, maquinitas de apuestas, Chavana– han dejado al pequeño pastor sin rebaño, sin pensamiento crítico, sin discurso infantil, sin imaginación fecunda. Que en esta Navidad pidan los niños a Santa una ortografía y al Niño Dios un nuevo sistema de educación básica. Además, obviamente, de los clásicos patines.