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1748 7 Enero 2014

 

 

Margarita Arellanes, o cuando las narices crecen
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- “Yo siempre digo la verdad, pero no toda”, decía Jacques Lacan. La frase tiene referencias psicoanalíticas, pero cae como anillo al dedo al buen político. Para no tropezar con su propia sombra, el jugador del poder se cuida de no decir mentiras. Dice la verdad, pero no toda.

Chapulinear es cosa mal vista, pero no condenable. El político que brinca de un cargo a otro puede perder votos, pero no legitimidad (lo hacen casi todos). A menos que garantice que terminará su mandato y luego se contradiga. A menos que se le pille en la mentira. Y Margarita Arellanes mintió.

Si fuera una buena política, Margarita nos hubiera dicho la verdad, pero no toda. Los electores le podrían tolerar sus evasivas, sus cantinfleos, su lenguaje enredado de alcaldesa. Pero Margarita prefirió mentir. Y la grabaron. Error de novata que le cobraron sus oponentes. Alardeó 12 mil firmas para su registro cuando entregó tres mil. Otra mentira.

Bill Clinton casi pierde la presidencia de EUA, no por jugar sexualmente con una becaria, sino por mentirle al Congreso: dijo que no lo había hecho, a pesar de las evidencias. Pero Clinton es un gran político: reviró y aceptó que sí tuvo escarceos eróticos con Monica Lewinsky. Lloriqueó arrepentido y fue perdonado.

Décadas antes, un senador norteamericano, candidato a vicepresidente, fue acusado de tráfico de influencias. Lo tildaron de corrupto. De inmediato apareció en televisión para confesar que sí había recibido un regalo de amigos empresarios, pero que no lo regresaría, aunque lo encarcelaran. Mostró el regalo a las cámaras: era una perrita cocker spaniel, llamada Checkers, adoración de sus dos hijas. Richard Nixon no mintió, dijo la verdad a los televidentes, pero no toda. Y se ganó su simpatía.

Canta el salsero Tito Nieves: “vivo en un mundo de mentiras, fabricando fantasías”. El buen político vive en un mundo de mentiras. Pero se cuida de no decirlas. Fabrica fantasías, pero se cuida de que no lo pesquen. Lo malo de Margarita Arellanes no es que ignore quién es Lacan, ni desconozca la historia política, ni la música de Tito Nieves. Lo malo de Margarita es que no es buena política. Pero puede aprender: para eso le restan varios días. Quizá hasta un par de semanas. Cosa de no perder la fe.

 

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