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1762 27 Enero 2015

 

 

Chapulines a la sartén
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- La convocatoria de la Coparmex y la Arquidiócesis Primada de México de llamar a sus representados, acólitos e irritados del país, a no votar por ninguno de los candidatos chapulines, es una iniciativa en contra de estos hombres y mujeres para los que la política es saltar, y volver a saltar, de puesto en puesto, de nómina en nómina.

Intentan, ante un vacío constitucional y reglamentario, castigar a quienes detentando cargos de elección popular buscan otro esgrimiendo el argumento de que todo mexicano puede “votar y ser votado”, sin importar si este tiene o no una representación política.

Y es que a estos políticos, con la anuencia de sus partidos, les basta solicitar licencia para separarse del cargo. Así, en caso, de no ganar la elección interna en su partido o peor perder la constitucional, puedan regresar a concluir su mandato electo (claro, todo menos, quedar desamparado de los privilegios de la representación).  

Algo similar, pero distinto, son aquellos hombres y mujeres que por designación, cuotas o cuates, detentan cargos en la administración pública e igual deciden separarse del cargo para ir en busca de uno de elección popular.
En este caso, de perder en la elección interna o la constitucional, el regreso a su puesto burocrático dependerá no de si pierden sino de que su padrino o madrina política lo ampare reinstalándolo en el cargo abandonado.

Coparmex e Iglesia
Lo curioso es que a este tipo de aspirantes que pueden convertirse en candidatos, ahora les han aparecido enemigos inesperados que van con todo contra ellos y la verdad no se ve cómo se puedan defender con efectividad. Raúl Flores, dirigente del PRD, ha calificado la acción de fascista y cuasi totalitaria lo que me parece un exceso verbal; en todo caso habría que decir que es tan legal la protesta como la postulación de los funcionarios públicos.
Las instituciones mencionadas son poderosas. Cuentan con recursos materiales considerables, tienen capacidad de convocatoria y mediática, además de una estructura territorial que llega hasta el último rincón del país.

Es decir, si Coparmex y la jerarquía católica la quieren poner difícil a los chapulines lo van lograr sin mayor dificultad, y en un descuido, podrían hacer la diferencia entre ganar y perder más de una elección constitucional.

Esto significa que los candidatos que estén en esta incómoda situación no solo tendrán que competir contra sus adversarios naturales, los de los once partidos registrados y los candidatos independientes, sino destinar esfuerzos y recursos contra la campañas mediáticas y los sermones de los curas que estarán constantemente invitando a castigarlos con un voto en contra.

Los candidatos que no caigan en esta hipótesis estarán entonces agradecidos con este tipo de campañas de castigo pues les restaran votos valiosos a sus oponentes, sobre todo las restas a los partidos grandes, que podrían ver minados su reserva de voto duro o entre los indecisos, que de último van con quien, a su juicio, tienen mayores posibilidades de ganar.

Más, todavía, sospecho que este tipo de campaña anti chapulín tendrá muchas simpatías en los medios de comunicación y segmentos de la población, unos porque el escándalo vende y otros que no ven con buenos ojos que un político electo deje el cargo que juro cumplir y se vaya sin más a buscar otro para los siguientes años. 

Y no es porque la media de ellos y ellas sean personajes inmejorables, con un buen desempeño en el gobierno, sino porque son producto de estrategias partidarias, jugadas de grupos de poder partidario o simplemente porque algunos de ellos están convencidos del valor de la máxima de que “vivir un solo día fuera del presupuesto”, es una soberana tontería.

Incluso hasta la gente más alejada de la política electoral percibe a estos personajes saltimbanqui como una forma de corrupción política y ese tema, hoy es muy sensible en franjas de la población que cuestiona en privado y en la calle, como estos personajes, engrosan sus cuentas bancarias mientras el ciudadano de a pie sufre para salir bien librado cada día.

En fin, a estas alturas, los partidos no se ve que hayan reaccionado a esta amenaza para más de alguno de sus posibles candidatos, pero igual podrían estar ya valorando la relación costo beneficio de postular a estos ortópteros de la política.

¿Y que buscan?
Estas instituciones han sido a lo largo del tiempo propias del establishment y las buenas costumbres. Sin buscar una respuesta muy elaborada, diríamos que hay la idea de que aun con todos los defectos de la democracia electoral mexicana es mejor que no tenerla. Que es perfectible. Luego estimulan opciones paralelas al sistema de partidos. Y combaten las evidentes desviaciones que ésta tiene, como es el caso, de los políticos vividores calificados de chapulines.

Es más, buscan con sus acciones, ser los intermediarios ideológicos de amplios sectores de irritados con lo que está sucediendo en la política mexicana. Su actuar les da una legitimidad y un poder más allá de los cenáculos en que se mueven todos los días promoviendo sus valores e intereses.

No obstante, que no quepa duda, de que este tipo de actuación podría terminar siendo una iniciativa que favorezca al sistema de partidos favoreciendo las carreras políticas y profesionalizando el gobierno.

En definitiva, el tema de los políticos chapulines, es producto de la imperfección o deformación del régimen político que por un lado promueve las carreras políticas de forma sui generis y por el otro, deja abierta la puerta para estas licencias de separación de los cargos electos.

Afortunadamente, la reelección de diputados y alcaldes, es una realidad en nuestra legislación electoral y para el 2018 podría dejar sin argumentos al chapulineo político.

Sin embargo, en tanto no se llegue a la universalización de la reelección, lo que sí estaremos viendo, es que los llamados políticos chapulines van directo a la sartén donde serán cocinados lentamente en el fogón de la desconfianza y el rechazo.

Y eso, tiene a partidos como el PRD-DF, metido en un serio dilema.

Es hora de decisiones.

 

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