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1777 17 Febrero 2015

 

 

ANÁLISIS A FONDO
A punta de tranzas
Francisco Gómez Maza

 

Ciudad de México.- En este país de corruptelas y corrupciones, de negocios ventajosos, de litros y kilos de a 900, la transa es la que norma al mercado; no la ley de la oferta y la demanda. Y esta ley está avalada por los poderes gubernamentales. La constitución y la ley están para ello, para defender los intereses de los transas, que son los dueños del capital.

La transa crea, legisla y manipula lo que he dado en llamar la ley de la necesidad y del abuso. Es decir: quien tiene más saliva traga más pinole.

O sea que el éxito económico individual o de mafia o de cártel, de partido o de empresa, o de emprendedores como ahora les dicen, o de cámara de llamados comerciantes o industriales, o de religiones que comercian con productos y servicios sacros, tiene al robo en despoblado, porque eso es la transa, como su detonador, regulador de la economía.

Cuántas transas hay detrás de la marcha de la economía. Decía García Márquez que detrás de toda fortuna siempre hay un burro muerto.

Transa el productor al distribuidor y viceversa; transan el vendedor y el comprador; transan el casa teniente y el prestador de servicios; transan el banquero y el corredor bursátil; transa medio mundo a medio mundo. Transa el gobierno a los ciudadanos; el Fisco a los pequeños contribuyentes, que con los grandes se amafia y se empareja.

Todo el mundo transa a todo el mundo. Y así se va construyendo el producto interno bruto de la economía. A punta de transas en las actividades primarias, en las secundarias y en las terciarias.

Y digo toda esta perorata sobre mi teoría muy particular del mercado, y de las leyes que lo rigen, que no son las de la oferta y la demanda, sino las de la necesidad y del abuso, porque me llamó poderosamente la atención un reporte periodístico de mi querido amigo y colega Noé Cruz Serrano, que revela lo transas que son los cuadros ejecutivos de la empresa ahora empresa productiva del estado, Petróleos Mexicanos, avalados por los boys de don Luis.

Ya se sabía, pero los hechos recientes comprueban que los de Pemex, comandados por el junior de don Emilio Lozoya, Thalman de apellido materno, son tan transas como cualquier harbano de Correo Mayor que presuma de que quien no transa no avanza. Y fíjese bien si no son transas los actuales oilers de petatiux:

De acuerdo con el Balance Primario y el Balance Financiero, así como la balanza comercial de Pemex, la reducción de los precios del barril de petróleo, observada el año pasado, profundizada en el segundo semestre, les permitió a la empresa, otrora de México, ahorrar 867 millones de dólares por importación de gasolinas. Muchos dólares.

Y a ese ahorro hay que sumar un incremento de ingresos por la venta interna de combustibles automotores (gasolinas Magna y Premium) por 24 mil millones de pesos en el año, sólo por efecto precios, porque el consumo nacional cayó 1.2 por ciento.

Es decir, Pemex está comprando barato y vendiendo caro. Esto no se entiende bajo las leyes de la oferta y la demanda. Esa actitud mercantilista me da la razón cuando afirmo que lo que se impone en el mercado es la ley de la necesidad y del abuso.

O sea que Pemex, al comprar gasolina barata y venderla cara a los automovilistas mexicanos, está robando en despoblado como aquella mi tía de San Femando que le robaba hasta cien gramos a cada kilo de frijol que le vendían los indígenas zoques.

Y nadie se fija en esta transa de Pemex, menos el Instituto Nacional del Consumidor que dirige el otrora radical de izquierda, Mario Di Costanzo. Y el señor Lozoya Thalman hace como que la virgen le habla…

Corrupción como prostitución
Pareciera que el combate a la corrupción desde el gobierno, principalmente desde el poder Ejecutivo y el poder Legislativo, fuera en serio. Pero alguien me ha hecho ver que es como que se declarara una guerra en contra de la prostitución. Y nadie repara que la transa y la putería son los negocios más antiguos del mundo.

Fue el propio presidente de la república quien hizo la primera declaración de guerra, cuando anunció su propuesta de crear una fiscalía específica para perseguir a los políticos corruptos. Uf, no se dio cuenta don Enrique que tendría que ir detrás de todos, empezando por casa. No me lo van a creer, pero la política, aquí y en China, es sinónimo de transa. El poder corrompe. En arca abierta hasta el justo peca.

Sin embargo, los diputados dejaron pasar mucho tiempo como no queriendo hacerle frente al reto, actitud presidencial que por cierto me recordó aquella del presidente Miguel de La Madrid Hurtado, quien proclamó la ya olvidada Renovación Moral, para perseguir y castigar a los corruptos del sexenio lopezportillista, quizá el gobierno más dispendioso y corrupto de la historia moderna de México.

Fue por aquellos años que los mexicanos descubrieron, como un colectivo siquiátrico y sicoanalítico, que la corrupción éramos todos, como previendo que, después del fracaso de la estrategia delamadridista, vendrían momentos tan corruptos como el de los Salinas de Gortari, Zedillo y del par de pillos de Vicente Fox y Felipe Calderón, emanados de una formación política de extracción católica que se ufanaba de ser un contrapeso moral a la corrupción de los gobiernos autodenominados revolucionarios.

Ahora, los políticos no se miden para hablar de que van a combatir la corrupción, cuando ésta se ha convertido en la filosofía de vida de la clase política, cuya moral se ha pervertido hasta el grado de que ya ni siquiera es un árbol de moras, como la definía el potosino Alazán Tostao, en un arrebato del más revolucionario cinismo.

Ni el presidente ni el líder del Congreso, ni los cuadros dirigentes de los partidos presuntamente más poderosos –PAN - PRI y PRD– se miden para denunciar la corrupción del otro, de los otros, menos la propia que ésta no es corrupción sino negocios lícitos.

Y mientras los diputados se preparan para hacer malabarismos con este carbón encendido entre las manos en este último periodo de sesiones, antes del proceso electoral que renovará la cámara de San Lázaro, y para discutir la creación de un sistema nacional para luchar contra la corrupción, saltan a la luz pública gravísimos escándalos que llenan de estiércol a todos, desde la alfa hasta la omega.

Desgraciadamente, las concepciones han cambiado. Lo que en tiempos de De la Madrid era un delito, como el enriquecimiento inexplicable, ahora ya no lo es. Y hete aquí que con ese cambio de moral cualquier político alega, cuando le descubren una riqueza que huele a caca, en la que hubo conflicto de intereses, por lo menos, que el suyo es un negocio lícito.

Pero propiedades lujuriosas de políticos en el país y en el exterior, especialmente en centros importantes de los Estados Unidos como California o Nueva York, no son consideradas producto de la corrupción, porque los conceptos de corrupción, conflicto de intereses, robo, se han pervertido en la mente de los integrantes de la clase política.

En las próximas semanas estaremos presenciando, en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados, prolongadas sesiones de debate simulado, en las que se deja que los diputados de la verdadera oposición se desgañiten denunciando la podredumbre del poder. Y la conclusión a que llega este escribidor, que ya había experimentado la ligereza del sexenio lopezportillista, así como la lucha anticorrupción del gobierno delamadridista, es que, como lo dije al principio, la corrupción es inextirpable de la mente y del tánatos del político mexicano.

La verdad desnuda es que la corrupción es una filosofía de vida en México, sociedad en la que quien no transa no avanza, o sea quien no roba no progresa. Y expertos en estas artes son los políticos desde que tengo memoria. Maestros del robo en despoblado son miembros de la clase política.

Esta realidad es tan cierta como la de la prostitución. Desde tiempos inmemoriales, desde que la humanidad apareció en este planeta, se practica la prostitución de mujeres y hombres. La trata de personas, o como se decía hace años, la trata de blancas, es tan anciana como la humanidad misma.

En los tiempos mexicanos, lo vislumbró Miguel de la Madrid  con su fallida renovación moral –consciente o inconscientemente–, pero no se acordó que en México, de oficio, de nacimiento, quien no transa no avanza.

Aquel presidente quiso renovar una moral que, cuando mucho es, como lo dijo el Alazán Tostao (Gonzalo N. Santos), un árbol de moras, un árbol que sembró en estas tierras aquel puñado de transas, de corruptos españoles que conquistó y pretendió acabar con “las bestias” de los indios, que no tenían alma... Y cuyo rey les dio el privilegio se asesinar, de despojar, de robar a sus anchas. Y de ahí nació en México la corrupción que nos agobia. Además, aquella moral gozaba de la bendición del papa, del arzobispo, de aquel dios que los misioneros vendían a la indiada como una sacrosanta mercancía.

Seguramente los diputados aprobarán la creación de una instancia jurisdiccional persecutoria. Pero. Y aquí entra el real pesimismo. No olviden que en esta sociedad, la letra de la constitución y de las leyes nace muerta.

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