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1839 14 Mayo 2015

 

 

El viejo maestro y los estudiantes acarreados
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- En 1933, un sabio universitario llamado Antonio Caso defendió la libertad de cátedra en un célebre debate con Vicente Lombardo Toledano.

Con una visión progresista para su época, Caso explicaba, por un lado, que la Universidad es una comunidad tanto de enseñanza como de investigación, por lo que jamás podría restringirse oficialmente a un solo credo filosófico, social, artístico o científico. Por otro lado, exigía que cada catedrático expusiera “libre e inviolablemente, sin más limitaciones que las que las leyes consignen, su opinión personal” en todos los órdenes del pensamiento humano. Finalmente, Caso pedía a la comunidad universitaria “amplitud de criterio” por encima de todo sectarismo.

Si es verdad que hace una semana, estudiantes de varias facultades de la UANL fueron acarreados a un evento electoral del PRI, nuestra Alma Máter estaría retrocediendo más de 80 años. Y ese hecho sería no solo lamentable sino condenable. Porque en el fondo, lo que don Antonio Caso demandaba era prevenir que la comunidad universitaria fuera rehén de un partido político. Los académicos, los estudiantes, podrán estar politizados a título individual, pero no sometidos al sectarismo de ningún gobierno.

¿Puede imaginarse una universidad respetable como semillero de paleros en favor de un candidato electorero? ¿Seguiría siendo considerada esta institución de educación superior como comunidad de enseñanza e investigación al margen de la coyuntura política? La tentación de todo gobernante ignorante es comprar las conciencias de los universitarios para rellenar mítines, vestir a los acarreados con prendas de campaña y, de ser posible, darle a cada estudiante “banderita, sombrero y torta”. Pero a mediano plazo se notarían las graves consecuencias: una sociedad sin pensamiento crítico ni amplitud de criterio, donde se sustituye la investigación por la frivolidad y el conocimiento por la celebración del despilfarro de recursos públicos.

Don Antonio Caso, una de las mentes filosóficas más lúcidas de México, remataba así su defensa de la libertad de cátedra: “yo estoy conforme en una orientación de la Universidad hacia los problemas sociales, pero no estoy conforme con la consagración de un solo sistema social definido como credo de la Universidad”. Aún menos estaría conforme don Antonio, y muchos universitarios junto con él, si la UANL pisoteara su propia autonomía y se convirtiera en simple almacén estudiantil de manos para aplaudir y gargantas para vitorear, llevados como autómatas a los mítines tricolores, azules o de cualquier otro color. Sería como arribar a un estado de miseria cultural que ya parece campear a sus anchas en Nuevo León, por culpa de varios medios masivos de comunicación.    

 

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