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1845 22 Mayo 2015

 

 

Candidatos independientes: entre la espada y la pared
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- ¿Existen dudas de que los partidos políticos en México están en descomposición? De otra manera, las candidaturas independientes serían inviables.

Su presencia decisiva en las campañas denotan las búsqueda de alternativas por parte del elector. Cuando los sistemas electorales sufren crisis de legitimidad, cuando cunde el hartazgo ciudadano, la opción es evadir la partidocracia.

Pero el sistema cuenta con medios de sobrevivencia: tiene la Ley de su lado, así que se empeñará sutil o claramente en deslegitimar cualquier candidatura que no provenga de sus domesticadas instituciones. Por eso, fue un contrasentido para los fines del Estado que la sala regional del Tribunal Electoral de la Federación fallara en favor de la equidad en los gastos de campaña de los independientes. Una victoria pírrica para el avance de la pobre democracia mexicana.

Ahora, de última hora, en vísperas de las elecciones, el Estado saca las garras y exhibe sus rasgos más fieros: la Comisión de Fiscalización del Instituto Nacional Electoral (INE), tan claro en fechas recientes por ostentar la discriminación social y política, contradice el fallo del TEF y acaba de decidir que los candidatos independientes solo podrán gastar hasta 10 por ciento de recursos de origen privado. De tal forma que invita a todo mundo a subir al ring de la contienda electoral, pero con las manos y las piernas amarradas, en tanto no sea militante de alguno de los partidos avalados por el poder y tan descompuestos como el propio Estado que les cubre de legalidad.  

Los filtros que tiene que pasar un ciudadano para ser candidato independiente son tan complejos y rebuscados, que librarlos es casi una hazaña para cualquiera. Y cuando se logra entrar a la contienda electoral por la libre, siempre tendrá el gobierno la facultad abusiva de reprimir al osado. Uno puede imaginarse qué pasará si a pesar de librar tanto campo minado, el candidato independiente gana finalmente la elección constitucional: será descalificado por las autoridades electorales bajo la premisa dolosa de que “la ley es la ley”.

A eso se le llama democracia acotada, a la medida del gobernante autoritario. A eso se le llama también dictadura perfecta.

 

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