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1866 22 Junio 2015

 

 

Desafíos para la juventud en la era digital
Víctor Orozco

 

Chihuahua.- El 8 de junio pasado mi hija Amirah Orozco fue seleccionada para pronunciar el discurso de graduación en la Needham High School. Ella llegó al suburbio de Boston, donde se encuentran varias de las mejores escuelas públicas de Estados Unidos apenas hace dos años, después del fallecimiento de su madre, la doctora Moira Murphy.

Cursó la mitad del bachillerato en esa escuela, pero pronto dirigió el club de debate y obtuvo varios de los premios finales. Antes, estuvo en escuelas como Coronado High School, de El Paso, Texas, a la que asisten mayoritariamente estudiantes de ascendencia mexicana.
        
No deseo ocultar que comento y publico parcialmente sus palabras motivado por el orgullo de padre. Pero, no es esa la causa fundamental. Lo hago porque expresan ideas universales, profundas y esperanzadoras, alimentadas por una joven de 18 años, que se hizo del coraje necesario para elevarse por encima de circunstancias adversas. Ella es mexicana-norteamericana, o norteamericana-mexicana, pero me parece, piensa como una mujer  cosmopolita, que podría vivir en cualquier país que salvaguarde las libertades. Transcribo ahora algunas porciones de su discurso. Traducir siempre supone un riesgo para el original. No en balde Don Quijote decía que la traducción era como ver un cuadro al través de un lienzo transparente. Y en italiano, hay un refrán extremo: "¿traduttore?, traditore". En fin, espero que el lienzo no les haya opacado demasiado el brillo a las palabras.

"Mañana, al recibir nuestros diplomas, nos uniremos a una generación de unos tres millones de graduados de bachillerato en las escuelas públicas de  Estados Unidos. Eso está bien, puesto que trabajamos sin  descanso durante cuatro años para ser uno de esos tres millones. Pero, si nuestra experiencia  en Needham High School nos ha enseñado algo, es que no estábamos destinados a ser uno de esos tres millones por el sólo derecho, sin trabajar para ello. Y lo mismo sucede con los premios y becas que recibiremos.
Los medios frecuentemente pintan el retrato de nuestra generación  manchado por la medocridad y la falta de ambiciones. Dicen que somos adictos a la  tecnología y por ello, intrínsecamente incompetentes. No podemos negar que juegos como 2048 y Angry Birds son difíciles de abandonar. Pero, hay un problema con etiquetar a una generación que maneja la tecnología más avanzada como ¨floja, perezosa¨. Porque, la tecnología únicamente nos ha dado más trabajo. Nosotros no podemos seguir ignorando las injusticias alegando que no sabíamos. Nacidos en una era de movimientos sociales catalizados por la era digital, no tenemos otra opción que tratar de cambiar el mundo y hacerlo mejor. El primer paso es reconocer que podemos poner en la mesa talentos únicos. La mayoría de nosotros tiene planes similares para el futuro -asistir al colegio y vivir vidas suburbanas en casas con cercas blancas y perros con extraños nombres de personas-. De hecho, una de las primeras cosas que noté cuando me cambié a Needham en junio de 2013 fue que mucha gente lucía y se vestía igual. Pero cuando me convertí en parte de la comunidad, descubrí que realmente cada quien era absolutamente distinto. Cada uno tenía su propia historia. Ninguno podía ser fielmente representado en la generalidad ¨los adolescentes de hoy¨. Nadie es realmente tan básico. Como crecimos juntos y nos transformamos de adolescentes en adultos, aprendimos y exploramos diferentes talentos, intereses e identidades que moldean las características de nuestra generación. Y juntos, somos capaces de realizar grandes cosas. La más importante es que necesitamos darnos cuenta, para llevar a cabo progresos decisivos en el mundo circundante, es que requerimos trabajar para ello. No podemos producir ningún cambio con existencias pasivas en el  mundo. Debemos tomar un rol activo en nuestras comunidades.
No está lejos de la verdad decir que tomar la decisión de qué hacer después de la escuela preparatoria es una de las más intimidantes experiencias de nuestras vidas hasta ahora. Aquí en Needham, hay una enorme presión para asistir a una institución de primer rango. Cuando estaba comenzando a buscar colegios para hacer solicitudes de admisión, me encontré a mí misma dando preferencia a escuelas renombradas y con una fuerte reputación, por encima de aquellas que yo sentía se ajustaban mejor para mí. No me estaba dando cuenta que ni las aptitudes de la escuela para ser reconocida como prestigiosa, ni sus notables alumnos significaban mucho, fuera de impresionar a gente que no necesita ser impresionada. Narro esta historia porque es un ejemplo de lo fácil que es caer en la trampa de los títulos.  Sentía que si iba a un colegio o universidad famosos, entonces por necesidad tenía una mejor experiencia educativa. No estaba tomando en cuenta la cantidad de trabajo que estaba dispuesta a poner de mi parte, sino solamente aquello que la escuela ofrecía entregarme.
Estoy aquí de pie, para decir a ustedes que la sociedad no cree en nosotros y los desafío a probarles que están equivocados. Tenemos por delante mucho que hacer, pero confío plenamente que nosotros somos la mejor gente para el trabajo. Equipados con los privilegios de la educación y la tecnología. Cualquiera que sea el camino que cada uno tome después de hoy, espero que recuerden nunca dar marcha atrás en aquello que los apasiona y siempre trabajen para alcanzar objetivos establecidos por ustedes mismos. ¡Felicitaciones, generación 2015!¨

Me gusta la irónica crítica a la existencia apacible de ¨las casas con cercas blancas y perros con extraños nombres de personas" en los suburbios de las ciudades, que me parece, muestra a una porción de la juventud norteamericana -seguramente minoritaria, pero activa y luchadora- que no se rinde ante el apabullante mensaje estandarizador y confomista de los medios de comunicación, cultivado con tanto ahínco por las derechas de todas partes.
           
Es alentador que Amirah ponga enfrente del ritualismo académico la búsqueda del conocimiento y de sus propios objetivos. El no inclinarse ante la fama o el relumbrón de alguna casa de estudios y tener claro que la solidez de su formación depende del propio trabajo, distinguen a un carácter alejado de la frivolidad y del superficialismo.

Cuando tenía la edad de mi hija, leí el Conde de Montecristo y me impresionó el abate Faría, personaje que explicaba cómo la inteligencia se parece a la pólvora: si se le comprime lo suficiente, estalla y produce el conocimiento. Así explicaba cómo pudo escribir una Historia de Italia confinado por años en una celda. Si como dice Amirah, esta generación puede traer a la mesa su conocimiento de las tecnologías más avanzadas y la familiaridad con ellas, imaginémonos hasta dónde puede llegar si como hizo Faría con el suyo, presiona el talento colectivo hasta sus límites.
        
Sin embargo, despojada de humanismo, la resultante podría ser un mundo habitado por máquinas pensantes. Por ello, me entusiasma que el texto asiente otra tesis con mayor vigor: con  los avances tecnológicos no se pueden cerrar los ojos ante la injusticia alegando ignorancia. Los de esta generación están obligados a cambiar el mundo, proclama, de acuerdo con los objetivos trazados por ellos mismos, sin dejarse manipular.
        
El discurso tiene mucha miga. Lo dejo aquí, confiando en que las optimistas palabras de mi hija contengan las divisas que esta nueva horneada de jóvenes se formule para hacer de la tierra una habitación más humana para todos.  

 

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