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1896 3 Agosto 2015

 

 

Presidente impresentable
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- ¡Alabado sea el Señor¡ Hemos llegado a la Tierra Prometida. La plutocracia nos construyó el palacio del futbol y en su calidad de Presidente impresentable en sociedad, Enrique Peña Nieto derramó sus bendiciones sobre Nuevo León.

¿Que hay muertos y desaparecidos? ¿Que de cada cien delitos denunciados sólo hay una consignación? ¿Que la entidad está en quiebra y Monterrey es la versión de Stalingrado en el tercer milenio? ¿Que el Sur del estado se muere de hambre y sed? Bah: pelillos a la mar. La banca y los cerveceros nos regalan la madre de todas las tabernas: asientos para 51 mil borrachos.

Peña Nieto y Rodrigo Medina inauguraron un estadio sin público ni partido. No se puede exponer al abucheo. Quizás ellos no lo saben, pero algunos de sus asesores los convencieron de darle al balón la patada inaugural en un espacio de vacío humano y político.

El Presidente y el gobernador sustituyeron en el escenario al pobre de José López Portillo. Los mexicanos le ladraban al líder que nos iba a enseñar cómo administrar la riqueza. El intelectual quien en un mensaje a la nación auguró que si no atendíamos sus paternales directivas estaríamos cometiendo el “autosuicidio” hace rato salió, embozado, del valle de la vergüenza sólo para encontrar un destacado lugar en el libro negro del oprobio. Peña Nieto y Medina saldrán por la misma oquedad. Pero todavía nos harán mucho daño.

El Chapo estará destornillándose de risa. Osorio Chong encontró quién le resuelva el problema de túneles y minas. Agentes de la DEA y el FBI se estarán probando uniformes de la Armada mexicana para tenerlo todo a punto cuando reciban la orden de extraditar a Joaquín Archivaldo antes que lo maten los sayones del gobierno mexicano.

En la euforia de una vigorizante soledad, Peña Nieto vaticina, para Nuevo León, el más brillante futuro. El campo de futbol es una muestra de confianza en México. Sí, también lo son la casa blanca y Monterrey VI. La prosperidad nos espera a la vuelta de la esquina. Los tres mil millones de pesos invertidos en la destrucción de La Pastora nos garantizan un “desarrollo urbano de vanguardia”. El discurso del mexiquense es una mezcla de cinismo, ignorancia y valemadrismo.

El dólar sube, el petróleo baja, México llora a los caídos en Ayotzinapa, Tlatlaya y tantos y tantos lugares. Miles de maestros se niegan a aprender a leer y escribir y en la frontera de Tamaulipas el narco coloca sus cámaras de espionaje a la vista de todos. Pero, qué importa. Ganas de joder. Ya tenemos la emborrachaduría más grande del planeta. En su trono de sangre, Huichilobos ríe. Sabe que serán miles y miles los sacrificados.

Pie de página
Es largo el brazo del señor de horca y cuchillo. Desde Xalapa alcanzó a sus víctimas, escondidas en un departamento de la ciudad de México. Los asesinos al servicio del cacique mataron a otro periodista veracruzano: Rubén Espinosa y, con él, a cuatro mujeres. Intimidado por los sayones, Espinosa salió de Xalapa en busca de refugio. No hay asilo para quienes figuran en la lista negra. En lo que va del sexenio de Javier Duarte, gobernador de Veracruz, han sido victimados catorce profesionales de la información. Catorce homicidios y un solo detenido. En su trono de sangre, el virrey ordena abatir a quienes osan criticar su mal gobierno. Seguimos siendo el México bárbaro que describió John Kenneth Turner.

hugo1857@outlook.com

 

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