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1896 3 Agosto 2015

 

 

Tu corazón en otro ser
Eloy Garza González

 

Monterrey.- En Nuevo León no somos muy afines a valores éticos como la denominada muerte digna o la eutanasia.

Tampoco podemos despojarnos de prejuicios arraigados como resistirnos a la donación de órganos. Persiste el pensamiento mágico: creer que se atrae la mala suerte si tratamos con naturalidad estos temas, o que una maldición nos arrebatará parte del alma si poco antes de nuestro deceso, en caso de muerte encefálica (cuando se demuestra la ausencia total de actividad cerebral), nos quitarán el corazón para ponérselo a un paciente con posibilidades de seguir viviendo.

Sin embargo, los tiempos cambian. Muchos regiomontanos hemos llenado el oficio correspondiente del Centro Nacional de Trasplantes y por fortuna las redes sociales se han convertido en caja de resonancia para este activismo que varía positivamente la forma de pensar del mexicano. En pocos meses, hemos logrado incrementar notablemente el número de personas que han aceptado sumarse voluntariamente a este propósito, gracias a campañas en Facebook o Instagram. De ahí que las redes sociales han evolucionado a redes sociables. La diferencia no es menor.

El registro en línea, aunque sigue siendo testimonial –la aceptación legal pide cumplir protocolos como llenar una Tarjeta Oficial de Donación, no revocable por terceros– surte un efecto de adhesión masiva. No sucedió así en los últimos veinte años. Pese a las campañas de persuasión, los donantes eran muy pocos: casi nadie se atrevía a dar su consentimiento. Si esa reticencia generalizada (por lo demás muy comprensible) se comparaba con el incremento exponencial de pacientes necesitados de trasplante de riñón, hígado, páncreas o pulmón, el panorama se tornaba crítico. Lo sigue siendo.

Por fortuna, la tecnología opera en favor de la apertura de criterio y una generación de nuevoleoneses enfrentará el fin de sus días con mayor naturalidad y espíritu compasivo. Desde luego, no es cosa fácil. Menos si se trata de donar nuestros órganos. Sin embargo, para algunos románticos, imaginar que nuestro corazón seguirá latiendo en otro cuerpo, e irrigará sangre por la red de venas y arterias de un ser vivo, nos alivia de pesadumbres presentes y nos canjeará por una sonrisa el pesimismo final del famoso soneto de Miguel Hernández: “tanto penar para morirse uno”.

 

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