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1896 3 Agosto 2015

 

 

Política por otros medios
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- En estos días, el diario digital SinEmbargo y el semanario Proceso, además de algunos analistas políticos, han mencionado que los líderes principales del Cártel de Sinaloa están libres.

Y sus intereses empresariales, al menos los de Joaquín El Chapo Guzmán, están intactos aun cuando la permanencia carcelaria de algunos de sus fundadores podría negar esa afirmación.

Ahí están, como ejemplo, consumiendo sus vidas Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, sin que parezca importar mucho, como sucede con este último que está gravemente enfermo de cáncer y deseando volver a Badiraguato a vivir sus últimos días.

No obstante, la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, para este enfoque estaría en la lógica de fortalecimiento de este cártel. Incluso, hay quienes han ido más allá, pues sugieren que la multicitada detención de este personaje fue pactada con el propósito que desde la cárcel se sentaran las bases de una nueva federación bajo el liderazgo de los sinaloenses que puede resultar exagerado.
Pero, en un país, donde se ha perdido la capacidad de sorpresa, podría al menos tener ese efecto.

Vamos a explorar una hipótesis, apoyándonos en el recuento histórico que hace Luis Astorga, sobre las relaciones entre la política y el narco durante el siglo XX. Cómo podemos constatar en la obra del sociólogo sinaloense los vínculos entre los personeros de uno y otro actor vienen de lejos, casi alcanzan un siglo, si un siglo. Se ubican a principios de los años veinte del siglo pasado cuando se empiezan a sentir los efectos de una ley antinarcóticos aprobada por el Congreso de los Estados Unidos en 1914. 

Entonces, lo que era legal se volvió ilegal, existe luego un pacto no escrito donde gobernadores del norte se vuelven una pieza indispensable del trasiego de drogas. Cobran cuotas de tránsito a los suministradores de goma de opio al todavía pequeño mercado norteamericano de drogas. Funcionó así y con ello se hicieron grandes fortunas que fueron incrementándose con el paso de las décadas.

Ahora bien, si aquello se controlaba a través de acuerdos de peaje: ¿por qué habría que pensar que terminaría por desaparecer? ¿Y no por afirmarse? El negocio sigue y ahora con carácter empresarial buscando cada día nuevos nichos de mercado con las llamadas drogas de diseño. Sus dimensiones son cada vez  mayores y diversas como globales.  Nada que ver con aquella estampa que dibujó Manuel Lazcano Ochoa en sus memorias, el ex Secretario de Gobierno de Francisco Labastida Ochoa, quien señala que hace más-menos sesenta años el trasiego de goma de opio se hacía en “latas mantequeras” que eran llevadas en autobús o tren a la frontera norte.  Para ya estando ahí, ser vendidas a quienes la introducían a territorio estadounidense.

Aquello cambió radicalmente, lo que vemos hoy, es que  a la par de los cambios políticos de los últimos 25 años, la subsidiariedad que existía entre el narco y el político, ya no es más sino es cada día más es una relación de iguales. Ahora, uno y otro son poderes autónomos, y existen necesariamente vasos comunicantes que permiten la continuidad del negocio.

Se podrá argumentar en contra diciendo que si así fuera no habría detenciones y decomisos, y todo sería un asunto de arreglos entre poderes que harían inexplicable la detención del “más buscado”, sin embargo, justamente ahí radica el juego de estrategias y complicidades.

La detención de El Chapo y su fuga perfectamente podría haber tenido como objetivo atender una preocupación del gobierno priista, es decir, reducir la violencia que genera por sus efectos inhibidores de las inversiones cuando debería estar sucediendo lo contrario, por las once reformas estructurales.
En esta lógica, estaría la huelga de hambre a la que convocó con éxito El Chapo entre los distintos líderes de los otros cárteles. Hay que recordar que en la cárcel del Altiplano se ha concentrado la amplia mayoría de todos ellos y aun con las limitaciones de comunicación internas, que según se dice, fue superada por la acción de unos abogados, permitiría el encuentro y la construcción de acuerdos bajo la premisa de que dispersos cada uno de ellos son más frágiles. Y viceversa, en la medida que haya cohesión, podrían lograr mucho más. Cómo sucedió en otro tiempo cuando la mayoría de ellos era parte de la llamada Federación.

Después de la fuga y el reciente rumor de qué El Chapo se habría reunido en Mazatlán con gobernadores: ¿Alguien podría dudar de la capacidad de El Chapo para reunirse con cada uno de los otros líderes de los cárteles presos? Se podrá argumentar que es un iletrado, un bárbaro que escasamente sabe leer y escribir. Pero, acaso, para tener este tipo de interlocución se debe tener un doctorado en Harvard y, si fuera muy difícil para eso están los consiglieris.

No se olvide que el Cártel de Sinaloa se le reconoce además de su capacidad de fuego, su talante negociador, y en las condiciones de cautiverio de sus enemigos, los márgenes de resistencia de sus enemigos son menores más, cuando muchos de ellos, están en la antesala de ser extraditados lo que representa la nada en las cárceles estadounidenses de alta seguridad.

Y en un escenario así, los incentivos podrían estar por encima, muy por encima, de los rencores personales, deudas de honor, disputas territoriales o afrentas indisolubles lo que permitiría buenos acuerdos.  Y es que el escenario de El Chapo fue perfecto: casi 500 días de cautiverio, blindaje a miradas externas, la fuga perfecta, nadie vio ni oyó, y de nuevo en circulación probablemente haciendo el balance con sus socios.

Huele todo esto a especulación, pero ante los sucesos obliga a conjeturas de acuerdo a la magnitud de los hechos. Algo pudiera estarse cocinando y si es así no habrá de pasar mucho tiempo antes de saberlo el gran público. El país está convulsionado  por la crisis económica que aumentara el número de pobres que documentó esta semana el Coneval.

El tema de la violencia criminal de alto impacto está pasando a segundo plano y lamentablemente lo está ocupando el ejército. Y si aquella se sostiene y está se controla, es previsible una reactivación económica que le urge al gobierno luego del estancamiento en el que cayó producto de la caída de los precios del petróleo y el aumento del índice de riesgo-país.

En definitiva, los indicios nos indican que el país podría estar ante una redefinición de alcances imprevisibles y ello pasa por la libertad no sólo de El Chapo, sino la de Caro, Mayo y el Azul.

Esto, parafraseando a Von Clausewitz, es política por otros medios.

 

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