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1902 11 Agosto 2015

 

 

Los fantasmas del PDR
Luis A. González Tule

 

Monterrey.- A mediados del siglo pasado, Maurice Duverger, el sociólogo político francés, advirtió en su obra Les partis politiques (Los partidos políticos) que la vida del partido lleva una marca de su nacimiento.

Y que los partidos cuyo origen es desde fuera, como el del PRD, que lo formaron los excluidos del régimen, muestran un mayor desapego por sus afiliados.

Más de medio siglo después de escrita la obra, el anuncio de Carlos Navarrete y de los integrantes del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRD de poner sus cargos a disposición del Consejo Nacional, nos recuerda cuán vigentes son los supuestos de Duverger. Tanto en lo concerniente al origen partidista como en relación al trato hacia sus correligionarios.

Y es que el origen del PRD, agrupado en torno a distintas facciones de izquierda y al liderazgo carismático de Cuauhtémoc Cárdenas, continúa causándole fracturas que han detonado en la peor crisis electoral y de liderazgo desde su fundación en 1989.

El hecho de que el dirigente nacional del PRD haya puesto su cargo a consideración del partido, es el pleno reconocimiento de que los errores cometidos los han llevado a una crisis política sin precedentes y de que su partido no ha sabido gobernar en las entidades donde la población les ha otorgado su confianza. Es el llamado desesperado de un partido en extinción, que no entendió la señal cuando Andrés Manuel López Obrador renunció a él y creó una fuerza opositora.

Para desgracia del PRD, que actuó mal y tarde, su tradición va en sentido contrario a las “buenas” intenciones reformadoras de su dirigencia. Las fracciones están allí y tanto los “Chuchos” (Nueva Izquierda) como Izquierda Democrática Nacional (IDN) y Alternativa Democrática Nacional (ADN), continúan disputándose los principales cotos de poder.

El ciudadano informado no olvida que el PRD defendió o dejó actuar impunemente a personajes vinculados con el crimen organizado. Tal es el caso de César Godoy, quien fue introducido al Palacio de San Lázaro a escondidas mientras tenía orden de aprehensión, y de José Luis Abarca, ex alcalde de Iguala, denunciado ante la Procuraduría General de la República (PGR) por asesinato, antes de la desaparición de los estudiantes normalistas en ese municipio.

El elector tampoco olvida que el partido no se logra librar –o no quiere– de políticos funestos y corruptos. El mejor ejemplo lo representa René Bejarano, líder de IDN, quien brincara al estrellato luego de difundirse los videos en los que aparece recibiendo dinero del empresario Carlos Ahumada. Dinero de la extorsión al empresario a cambio de contratos con el Gobierno del DF.

Por si fuera poco, en sintonía con lo planteado por Duverger, el PRD se desapega de sus miembros, los desprecia cuando no son parte de un mismo grupo, los exhibe o vende al mejor postor cuando resultan incómodos. Aún recuerdo a un Navarrete diciendo que la salida de AMLO del PRD no afectaría al partido. Aún permanecen los rumores de que Miguel Ángel Mancera señaló a Marcelo Ebrard como el estratega detrás de la investigación por la que conocimos que la esposa del presidente Peña Nieto posee una casa de más de 70 millones de pesos, que adquirió de un contratista del gobierno.

Sin duda alguna, el PRD debe cambiar. Atraviesa por una seria crisis de credibilidad y, a diferencia de otros momentos, ahora tiene competencia directa. Menos votos significan menores ingresos públicos. En los próximos comicios electorales no solo estará en juego el jugoso financiamiento público, sino el propio registro como partido político. Razones de sobra para poner a consideración a toda una generación de políticos que deben salir del partido.

 

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