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1903 12 Agosto 2015

 

 

Virulencia panista
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- El panismo de Nuevo León me recuerda aquel viejo dicho español: “En esa casa todos hablan mal de todos y todos tienen la razón”.

Claro está que los albiazules de mi estado no tienen el monopolio de bombardearse con obuses rellenos de porquería. Pero llama la atención la virulencia de esta guerra sucia disfrazada de competencia por la dirigencia estatal.

Y es que el poder es una especie de víbora venenosa que tiene además la capacidad de hipnotizar a sus víctimas antes de asestarles la mordida fatal.

Si personas como Lula, Bachelet y Rousseff se corrompieron, ¿qué podemos esperar de nuestros políticos, entre los cuales, desde luego, incluimos a tricolores y perredistas?

Con un cinismo que le envidiarían los Medina, Mauro Guerra, el abanderado de la neocúpula local de Acción Nacional, se pone la mano en el corazón y promete tolerancia cero contra la corrupción. El muchacho responde a la banda de cuatreros de Raúl Gracia y los siniestros hermanos Salgado, caciques de San Nicolás.

Los líderes morales de Mauris, como lo llama su rival, Teresa García de Madero, son criaturas que uno no puede presentar en sociedad. Militan en la corriente tercermundista del fascismo; y apuesto doble contra sencillo a que ninguno de ellos suda o sufre para pagar la luz.

El Yunque es una organización demasiado tibia y moderada para sus apetitos de aspirantes a las SS. Acción Nacional nos ha causado más daño que todos los ciclones y fenómenos meteorológicos que han azotado a Nuevo León.
Incluyo en la lista de tragedias a la inundación de 1909.

Madedito-Blanco, el quesero Larrazabal, Margarita Vuitton son pálidos ejemplos de la devastación en la que alcaldes panistas hundieron a Monterrey. Los nicolaítas tenemos motivos de sobra para sacudir todos los días el árbol genealógico de los Salgado Bros y dicen los que dicen que saben que en Santa Catarina no sienten un excesivo amor por Dionisio Herrera, quien se hace fotografiar con la sonrisa de un hombre satisfecho, no por su obra, sino por la generosidad con que lo ha tratado la vida.

Pobre México, rehén de la partidocracia financiada con miles de millones de pesos: dinero público que pagamos con orgullo para que los candidatos no caigan en la tentación de aceptar donaciones de narcos, casineros o empresarios.

Extraño al viejo PAN. Club de ancianos caballeros admiradores de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta. Lo suyo no era ganar las elecciones: sabían que el poder los iba a contaminar. Jugaban para perder y en cuando se alzaron con el triunfo se lanzaron de cabeza al lago de las inmundicias para compartir sexenios de abominación con el PRI y el PRD.

Nunca podría ser panista, pero en tanto animal político quisiera que el sector sano y limpio de la legión blanquiazul salvara al partido de esa “cofradía que (lo) secuestró”, García de Madero dixit.

Rescatar un partido es poner a salvo un tramo de México. Y “hay cosas que no pueden esperar. Hay que precipitarse y correr”: Rabidranaz Tagore. No confundir con la rabina Tagore, de la inolvidable Martita.

Pie de página
Se fue Jean Kawas Bendeck. Sesenta y dos años duró mi amistad con este mexicano nacido en la Palestina británica. En Monterrey encontró su destino. Aquí vivió desafíos, triunfos y reveses. Aquí formó una hermosa familia de hombres y mujeres unidos por el amor. Jean fue uno de esos hombres que día tras día colocan, con trabajo duro y tenacidad el ladrillo con el que contribuyen a la construcción de la gigantesca pirámide que es nuestra sociedad. Adiós, Jean.

hugo1857@outlook.com

 

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