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1931 21 Septiembre 2015

 

 

Francisco
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Es un extranjero en la Casa de Dios. Así se lo dice a sus íntimos. Se lo repite a sí mismo. Se sabe extraño en Santa Marta, donde pernocta con los demás obispos.

No pide a nadie que lo acompañe a la basílica romana de Santa María la Mayor. Conoce el camino y le gusta andar solo. Tomar el metro o un camión urbano. Pagar con su dinero la compostura de un zapato.

Sus colegas purpurados son distintos: pisan fuerte las baldosas de la Capilla Sixtina. Pero él es un hombre distinto que viene de fuera. Y ceba él mismo su mate. Despacio, para no agitarse. Tal hábito tiene origen fisiológico: ha respirado casi ocho décadas con un solo pulmón. El otro lo perdió en una infección infantil. Eso lo diferencia del común de los hombres. Es un hombre orgánicamente incompleto en la Casa de Dios.

Dice él mismo que un día salieron a buscar a un Papa “casi al fin del mundo”. Y lo hallaron en Argentina, aficionado al futbol. Él que se salta los protocolos, que comienza sus mensajes con un “buenos días”; que decidió llamarse simplemente Francisco y que viene de fuera. Le gusta la prosa de Borges y vestirse él mismo, sin ayuda de nadie.

Pero no puede negarlo: ya dejó de ser extraño en la Casa de Dios. Ha entrado al montaje del poder humano, a la estructura vertical y rígida donde los dogmas son más políticos que religiosos. Tiene buen rato de no sentirse extranjero. Forma parte de un monstruo frío y nada espiritual que devora a sus hijos. Como Saturno. Como la curia a la que manda. O donde lo mandan.

 

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