Suscribete

 
1958 28 Octubre 2015

 

 

Es la anandamida, estúpido
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Corrígeme, Bronco, si meo fuera de la hoya. Quizás tengas razón, la droga me volvió paranoico-esquizoide y además idiota. Con decirte que el mero día del supermegahuracán Patricia andaba yo exigiendo cambiar el Himno Nacional.

Mi cerebro siempre ha sido un cuenco satánico en el que hierve un popurrí de mierda adictiva, comenzando con la molécula C22H37NO2.

Sucedió en la ciudad santa de Jerusalén, año 1992: el químico checo Lumir Ondrej Hanus y el farmacéutico americano William Anthony Devane, descubrieron que el cuerpo humano sintetiza él solito este compuesto. Los científicos, en un ataque de humilde misticismo, bautizaron su chuchería como Anandamida. Ahorita te digo por qué.

Toda esta información se encuentra al alcance de nuestra hiperconectada, curiosa, estudiosa e inquieta juventud. Significa en cristiano que la anandamida es un compuesto orgánico que ya produce el sistema nervioso humano sin necesidad de recurrir a nada más que un poco de “oportunidad de vida” y a nadie ha vuelto loco. Es de origen endógeno, como tantas otras endorfinas o estupefacientes cerebrales.

Los efectos de esta droga endógena los sentiste tú, yo y millones de ciudadanos la noche en que las autoridades declararon tu victoria electoral. En mi caso yo no culpo ni a la grilla mundana, ni a los chocolates, ni a las trufas de postín por secretar cantidades industriales de anandamida. Mi producción personal tiene que ver con las horas muertas que paso con un texto, no de tema bucólico como tu inefable Libro Vaquero, Bronco adorado, sino con uno de poemas como éste:

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

Chorros, cascadas, huracanes de anadamida circulan por mi torrente y me ponen al cien por causa de la belleza, y en la poesía hay mucha. Su autor debió andar pacheco, grifo o tronado, peor que Mauricio Fernández, el alcalde del municipio modelo donde no conocen la delincuencia ni las drogas. Es tan sencillo alcanzar las cimas metafísicas que rozan en la locura, para desmoronarte luego todo apendejado, inútil, olvidado en el cesto de la basura donde agonizan las nemorosas florecillas. Directo al manicomio.

Ahora que si uno desea maximizar el extravío espiritual de las líneas superiores podría recurrir al coctel de canabinoides presente en un buen churro de fresca mota. Entonces, y sólo entonces, los neurotransmisores endógenos y receptores neuronales relacionados con la anandamida harán que estalle en algún lugar de mi sufriente cuerpo el fulgor inasible que experimentó el poeta:

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

Nuestro sistema nervioso, por razones evolutivas o divinas, imita los efectos de los compuestos psicoactivos presentes en la cannabis sativa. Sabio y pródigo que es el Cosmos, nos equipó perfectamente para comunicarnos con el potencial colmado de liberación, voluptuosidad, bienestar, beatitud interior, portador de paz y felicidad que proporciona la vituperada mariguana. De allí proviene su nombre en sánscrito Ananda, lo que trae y ofrece sagrada serenidad y dicha interna:

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

Hoy miércoles 28 de octubre es un día histórico. El ministro de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, presentará un proyecto de discusión ante el pleno para que de una vez los usuarios de la calumniada y saludable Mois vayamos con gracia y responsabilidad por los senderos lúdicos-musicales-poéticos-medicinales sin más temor que el pasonazo risueño y el plácido desmayo, además de dejarnos con un hambre perruna y hacernos dormir un sueño inocente y reparador.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

Discutan, reflexionen, miren lo que la estulta prohibición ha generado y voten, señores y señoras ministros de la SCJN. Ajusten los relojes de la patria desangrada, acoten al desgobierno narco de este país paternalista, medroso, corrupto y autoritario. Leven anclas para que los ciudadanos adultos podamos navegar en los mares de la soberanía individual sin afectar a nadie más que al usuario mismo de la melancólica anandamida. Háganlo, ministros, recordando estos versos de Juan de Yépez, también conocido como San Juan de la Cruz:

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía                             
sino la que en el corazón ardía.

Así es que a forjar, que se ocupa, Bronco. Que la anandamida y los delicuescentes efectos de la Yesca sean de quien los cultiva.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com