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1965 6 Noviembre 2015

 

 

Dear dealer
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Ayer te vi un tanto agüitado, Renacuajo. ¿Sufrías? Tu único ojo reflejaba confusión, preocupación, angustia por lo que nos depara el futuro. No es para menos. Las noticias que nos llegan de la capital son desconcertantes.

Un dictamen de la Suprema Corte de Justicia amparó a cuatro ciudadanos para que cultiven, consuman, transporten y almacenen su propia mariguana con fines lúdicos. Este dictamen cambiará radicalmente el orden establecido en el negocio que por años ha dado techo, alimento, comida y educación a ti y tu emprendedora familia.

Los cuatro amparados por la Suprema Corte, paradójicamente, ni siquiera le atizan. Sólo pidieron que el máximo tribunal se pronunciara de manera contundente sobre un asunto de derechos humanos elementales. El resultado conmovió al país y se expresó en el sentido que ya todos conocemos.

El único objetivo de estos heroicos y ejemplares mexicanos fue quitarle presión al tema de la mariguana y las salidas prohibitivas, falsas, violentas, que el gobierno ha emprendido en contra de los supuestos efectos nocivos de la droga. Tú mejor que nadie sabes que esas acciones sólo empeoraron las cosas, destruyendo la vida de inocentes y dejaron en la orfandad a decenas de miles de infantes.

Quienes la consumimos y que con urgencia necesitamos la protección legal de la Suprema Corte, ni siquiera fuimos alcanzados por sus bondades inmediatas. Seguimos exactamente en el mismo estado de indefensión, en las mismas condiciones de vulnerabilidad. Fumamos con miedo, apostando el pellejo con tal de darnos un toque mágico, terapéutico, juguetón, deleitoso.

En casa hemos seguido con mucha atención los argumentos tanto a favor como en contra de tan histórico debate. Los vericuetos que la prensa reporta desembocan en un horizonte prometedor para los usuarios futuros de tan noble plantita. El beneficio, sin embargo, se percibe muy lejano para uno. Las costas son aún inalcanzables para quienes vivimos en los confines más marginales de una sociedad desinformada, temerosa, prejuiciada.

De tal manera que debes estar tranquilo, amigo Renacuajo. De una vez te lo digo, tu producto seguirá siendo bienvenido en nuestro hogar, adquirido en los plazos y en las condiciones de siempre. Bajo el mismo manto de discreción y respeto mutuo. Se te pagará al contado, con plata limpia, ganada con el esfuerzo de los miembros laboriosos de esta modesta casa. Nuestra lealtad como usuarios va más allá de la voz de los magistrados, de enredos jurídicos, de la estúpida opinión pública y de las leyes del nuevo mercado.

Los quince años que nos has surtido la hierba significan un montón de recuerdos y aventuras, algunas no necesariamente felices. Recuerdo cuando un miércoles de Ceniza del año terrible de 2008, no llegaste a la hora convenida. Tardaste más de seis meses en aparecer de nuevo en el zaguán con tu moto de cobrador y tu casco Harley Davidson. Te dábamos por perdido.

Yo no estaba en casa. Mi esposa te abrió el portón con la alegría brillando en su rostro. Renqueabas y también sonreías. Pusiste en sus manos una bolsita de plástico con cierre hermético, 100 gramos de mota fresca y aromática, de calidad superior. Mi vieja casi sufrió un infarto cuando te quitaste el casco, los lentes oscuros y te sentaste en la mecedora del porche. Por poco tira el vaso de limonada que solícita te trajo de la cocina. Tu órbita ocular izquierda estaba vacía.

-Ay, muchacho, por la virgen santa, ¿qué te sucedió? -te preguntó llena de lágrimas.

-Me tabliaron, señora, los de la contra me chingaron. Pero no me quejo, porque a los otros compas sí les dieron piso. No la libraron. A ver qué le parece este material, es más caro pero de su calidad nadie se ha quejado.

Mi mujer comprendió muy bien el trasfondo de la historia, lo que tus palabras en la jerga canallesca significaban. Como es jefa de cuidados intensivos en el IMSS enfrentó muchos casos similares. Declinaste su apoyo médico con amabilidad. Después de acabarte el vaso de limonada y persignarte con los billetes, subiste a tu vehículo y te perdiste en las calles de Dios.

Cómo crees que nosotros, tan satisfechos por el excelente servicio que nos has brindado durante todos estos años, vamos a abandonarte a tu suerte. Nos has proporcionado tanta felicidad que no tenemos palabras para hacer patente nuestro agradecimiento infinito. No dejes de venir aunque sea a saludar, Renacuajo. Tú serás nuestro proveedor de confianza, no importa si la Juanita se vuelve legal y uno la pueda adquirir en la farmacia de la esquina.

Tú cuentas con el sincero reconocimiento por arriesgar tu vida en aras de nuestro bienestar. Has dado tu sangre y tu libertad para que yo, mi esposa, la abuelita con Parkinson, la vecina que sufre convulsiones y el tío Lucho con su cáncer de estómago, tengamos mejor calidad de vida.

Dale besitos a tus tres hijos y a tu esposa. La otra vez la vi en el Walmart con su embarazo muy avanzado. Pasa por casa para que recojas una gratificación navideña y compres regalos a los niños.

Atentamente, familia H. Z.    

 

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