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1977 24 Noviembre 2015

 

 

Discreción contra verborrea
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- La discreción de Adrián de la Garza contrasta con la verborrea de Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón. Pero no hay que llevar las cosas al extremo.

Entendemos que el alcalde de Monterrey, policía de profesión –con todo lo que eso implica– y tributario del califato de los Medina se resista a abrir canales de comunicación con la sociedad. Lo comprendemos y sin dudar un instante calificamos esta política como un error.

El Bronco, enemigo jurado del universo mediático, ocupa espacios informativos todos los días al grado de que para cuando sale a la calle ya sabemos de qué color son sus calcetines.

Adrián, en cambio, no abre la boca ni para dar los buenos días. Aplaudo su apoyo para reabrir la estación de bomberos que cerró Arellanes. Pero, quisiera saber si tiene algún proyecto para tapar por lo menos algunos baches, pavimentar calles, poner luz en una que otra colonia, arbolar y rehabilitar dos o tres de los escasos parques públicos que tenemos.

Si el Municipio carece de recursos económicos para cumplir con su función, que nos lo diga. Esto, para no hablar del desorden del transporte público y los abusos que cometen los concesionarios contra el pasaje. Y sigue la lista de problemas que afectan nuestra calidad de vida.

¿Proyecta De la Garza combatir la corrupción de los tránsitos? ¿Tiene algún plan para brindar un mínimo de seguridad a comerciantes y viandantes de la peatonal Morelos y zonas adyacentes? ¿O acaso considera el exprocurador que su programa de gobierno es un secreto de Estado?

De donde viene esto hay más. El presidente municipal tuvo varios meses de plazo para organizar su equipo de colaboradores. No lo hizo.

¿Estuvo esperando a ser investido para empezar a formar el grupo que lo ayudará a administrar lo que queda de Monterrey? ¿O está esperando a que el exgobernador Humberto Medina le ordene a quién designar?

Pie de página
Poco le faltó a la Iglesia Católica mexicana para gritar ¡muerte al infiel! La jerarquía parece creer que vivimos entre la Primera Cruzada y 1492 y no en el Tercer Milenio. El Islam, en su violencia, nos declaró la guerra, dicen los cardenales, obispos y arzobispos. Y al fuego debemos responder con el fuego. ¿Qué esperamos para enviar contra los ismaelitas a un Ejército y una Armada que en nueve años no han podido reprimir a un puñado de sicarios? El enemigo, según la jerarquía católica, no son los terroristas del Estado Islámico sino la enorme masa de mil 500 millones de musulmanes distribuidos en todo el mundo. Hay que destruirlos, nos dicen estos pastores del amor, la bondad y el perdón. Y culpamos de intolerancia al Estado Islámico.

hugo1857@outlook.com

 

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