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1992 15 Diciembre 2015

 

 

Con dinero o sin dinero
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Acabo de terminar el libro más reciente de Carlos Elizondo Mayer-Serra: Con dinero y sin dinero (2012). Es un compendio de quejas sobre el crecimiento mediocre de México, que según me dijo el propio autor, sigue vigente a pesar de que se publicó hace tres años.

Lo malo del libro no es que sea una simple recopilación de editoriales (los académicos mexicanos ya no teorizan; recopilan artículos y así forma sus libros). Lo peor es que sus conclusiones son reiterativas y falsas: México está como está, dice Elizondo Mayer-Serra, por culpa de la baja capacidad tributaria del Estado.

Para refutar las tesis de Carlos, dispondré no de una teoría (posición ambiciosa para un simple artículo de prensa), sino de una proposición teorética: el crecimiento de México, como de cualquier otro país, no se basa en la capacidad recaudatoria de su gobierno, sino que la economía crece a pesar de los impuestos públicos.

Soñemos un escenario ficción, o sea, algo que en los hechos nunca se dio: desde hace tres gobiernos federales, el SAT ha logrado exprimirnos a todos y cada uno de los contribuyentes. Cuenta con un superávit de recursos recaudados. ¿Con ese dinero hubiera construido más carreteras, más puentes, más hospitales o mejorado la calidad de la educación pública? No. ¿Por qué? Simple: la clase política, al margen de sus orígenes, seguiría siendo la misma.  

El economista James M. Buchanan se ganó el Premio Nobel, entre otras razones, por decir una obviedad: los gobernantes no son sabios ni ecuánimes. Ni siquiera los más reconocidos históricamente. Menos aún, los gobernantes son criaturas angelicales. Los Padres Fundadores de EUA, comenzado por James Madison, concluyeron que, dado que los políticos no son ángeles sino lo contrario, había que imponerles controles. En otras palabras, amarrarles las manos.

Para Buchanan los políticos son siempre egoístas, lo mismo para alcanzar el poder, como para hacer suyas las doctrinas más populares, incluso cuando se mantienen fieles a sus propias ideas. Que se apeguen a una ideología tampoco los hace más sabios ni ecuánimes. ¿Entonces? El gobernantes de carne y hueso aspira a perpetuarse en su posición, la de su clan, sus amigos y su partido. Incluso cuando el gobernante es independiente, busca perpetuar no a un partido (que no tiene) sino a un clan conformado por sus amigos. Es un círculo vicioso.

Elizondo-Mayer podría objetar que así opera la democracia, que garantiza un gobierno acorde con la mayoría. Sin embargo, el respeto al veredicto de las urnas no garantiza que la mayoría (ente más disperso y efímero de lo que Carlos cree), sea víctima de ideas falsas, o que adopte medidas equivocadas que, a corto o mediano plazo, resulten desastrosas.

Y si los políticos no son arcángeles, tampoco los gobiernos son entidades generosas o altruistas. Si comprendemos que todo gobierno es un simple agregados de personas, con sus conveniencias de clan, amistades o partido, los funcionarios públicos no buscan el interés público sino el personal.

De manera que las finanzas públicas están contaminadas de condiciones políticas. Esa pequeña salvedad hace la diferencia entre el México que busca Carlos Elizondo-Mayer Serra y el México que tenemos a nuestro pesar, con dinero o sin dinero público. Lo mismo da.

 

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