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1992 15 Diciembre 2015

 

 

DE TODOS Y DE NADIE
La plaza pública ya no es sólo virtual, I
Alfonso Teja-Cunningham

 

Monterrey.- No muchos lo han advertido con claridad, pero es posible observar que el avance tecnológico nos impulsa hacia una mayor vida pública.  

A través de Internet, de las redes sociales y de las propias demandas de la información digitalizada, la línea que separa lo público de lo privado viene transformándose en una serie de grandes cambios que hacen aparecer problemas en donde antes no era tan necesario poner atención.

Del respeto de los derechos de propiedad intelectual y de patente, hasta el simple derecho de potestad sobre la propia imagen, el mundo virtual digital abre una gama de posibilidades que ha transformado toda nuestra realidad, antes tangible.

En medio de esta magna transformación descubrimos que aquellas antiguas plazas y parques públicos nuestros no son ya aquellos lugares donde se podía conversar e intercambiar puntos de vista sobre la información que –al estilo de entonces– los buenos periódicos solo publicaban hasta después de comprobar los hechos. Ese mundo, quedó atrás.

Hoy las plazas públicas son digitales y están en la red. También están en órbita, en las comunicaciones satelitales que hace muy pocas décadas comenzaron a codificar sus señales para encarecer un mercado libre que sólo lo es para los consorcios trasnacionales.  

Y así el mercado se adueñó de la comunicación. Y hoy, el éxito de la comunicación ya no es lograr respuesta. Lo es tener rating y vender mucha publicidad. No importa que lo que se anuncia –y la programación que se usa para promoverlo–, sean basura.  Se vende. Y con eso basta y sobra.

Ante el embate comercial y el ataque mediático (no son exactamente lo mismo) el observador común suele perderse. El gato de la cantidad toma el lugar de la liebre de la calidad. La polémica, inventada y barata, suple en el titular a la noticia investigada, más costosa en todo sentido.

Para discutir, ya no vamos a platicar con amigos y conocidos a la plaza, o al café (eso lo hacen nada más los otros viejitos). Lo de hoy es subirlo al feis, compartirlo en tweeter, o instagram. El diálogo se convirtió en una colección de laics y, cuando mucho, en una “tendencia del día” (que mañana ya no existirá).

Este es el contexto en el que se discute el trascendente y delicado asunto de los medios públicos –la radio y la TV públicas– que, a diferencia de las estaciones comerciales, se supone que no van detrás del público para atosigarlo con ofrecimientos y promesas que son, con frecuencia tendenciosos, o falsos. 

Hoy más que nunca es necesario reforzar el mensaje, y divulgar la razón de ser de la radio y la televisión públicas con su misión de obedecer a una lógica diferente a la del mercado, con estructura y objetivos distintos a los del modelo comercial.

Los expertos advierten que los medios de servicio público tienen por principio un valor social  distinto al valor de mercado. Para los medios comerciales las audiencias son el medio con el que buscan atraer anunciantes. Por el contrario la radiodifusión pública se dirige a sus audiencias como ciudadanos, no como consumidores.  El modelo público de comunicación asume una responsabilidad social y cultural con la sociedad.

Ciertamente en el pasado, incluso reciente, la mayoría de los medios públicos de nuestro país en manos del Estado o de instituciones afines a los intereses del gobierno, han hecho uso de esta plataforma con una visión de su papel muy empobrecida, al convertirse en simples voceros  del poder político, lo que ha causado gran daño al enorme potencial de estas herramientas (radio y TV) para la elevación del perfil cultural promedio en la población.  Diferentes modelos de radio y televisión públicas funcionan desde hace décadas en países como Gran Bretaña, China, EUA, España, Francia, Alemania y muchos más, en donde han demostrado su utilidad y en diferentes grados su viabilidad operativa y financiera.

Por supuesto que en nuestro entorno casi casi monopolizado, los representantes del modelo neoliberal atacan, con cuanto argumento son capaces de blandir. En junio del 2013, el editorialista de TVAzteca y de Grupo Reforma, Sergio Sarmiento, abordó el tema en su columna del viernes 14, que tituló precisamente así: “Medios públicos”, en la que en plena crisis económica griega en particular, el comentarista se concentra en una manifestación de protesta en Atenas por el cierre de la ERT (Radio y Televisión Griegas) y plantea una serie de premisas encaminadas a demostrar que la ERT constituye, o constituía, un gasto absurdo y sin sentido alguno. “Si fuera una empresa privada ya estaría quebrada”, ironiza Sarmiento.

Los yerros históricos  y la fallida administración ejercida por los sucesivos  gobiernos de Grecia generaron la extrema inestabilidad social y dejaron ver la clara irresponsabilidad de los líderes y de toda la alta burocracia. Los manejos en ERT seguramente no aprobarían un examen financiero ortodoxo y menos aún bajo la óptica exclusiva del rendimiento financiero.

Pero en su nota, tras concederle el 80 por ciento del espacio a la debacle de la ERT en Grecia, Sarmiento le concede casi el veinte por ciento restante a los medios públicos mexicanos, de los que de entrada afirma que “no dejan de ser una carga para el erario”. Y con el mismo criterio ejercido a partir de los centavos, tras sumar las cantidades presupuestadas para el canal 11, el canal 22, el Instituto Mexicano de la Radio, Radio Educación y otras más, concluye que se trata de “subsidios aristocráticos” debido a que se trata de emisiones dirigidas en buena medida a “públicos minoritarios más aún que los de ERT en Grecia”.

Ya en el arrebato final, el fino empleado de don Ricardo Salinas Pliego sentencia: “En una visión ultraconservadora del gasto público, el Gobierno debe cobrar impuestos a toda la población para financiar la radio y la televisión de unos cuantos”. Ante la frase provocadora, ante la media verdad, ninguna mención para la BBC de Londres, o la Radio y Televisión Española, la DW (alemana), CCTV de China, o PBS de Estados Unidos, ¡nada acerca de todos estos valiosos ejemplos de televisión pública de primer nivel y calidad, donde lo que menos importa son los matices de la ideología política, o los intereses coyunturales del gobierno en turno!

El (des)informador con la misma soltura tampoco menciona nada sobre la televisión y su impacto social, o sobre la diversidad cultural natural en toda sociedad moderna, y cómo esa diversidad cultural debería reflejarse naturalmente en los medios de comunicación, porque son indicadores emblemáticos del grado de avance real en nuestra organización social.  Pero no. Todos los argumentos, y el centro de la tesis, a propósito de los medios “públicos”, son económicos, exclusivamente.  Las personas cuentan sí, pero apenas como cifra estadística.

Para estos malhechores de la televisión (ellos son los que hacen mala televisión) el público solamente es un consumidor, y la tele sólo sirve para entretenerlo y –¿por qué no?– (¡fuera máscaras!) también para entrenarlo.

[Continuará...]

 

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