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2011 11 Enero 2016

 

 

MALDITOS HÍPSTERS
Tres ficciones del mundo literario
Luis Valdez

 

Monterrey.- Nuestro mundo está plagado de espejismos, de mentiras y para que se lea más literario, de ficciones cínicas pero políticas. La cultura no se queda atrás con sus promotores y artistas pósers, convencidos de que en el apantallar está la clave del éxito.

Hay escritores que no leen. Primero, en su etapa de talleristas literarios no lo hacen para “no contaminarse leyendo el estilo de otros”. Luego, reprochan a los reseñistas y críticos literarios que sólo leen a escritores clásicos y muertos y no a los jóvenes escritores. Cegados por la genialidad de su ego al estilo Rimbaud, incluso entran a estudiar la licenciatura en letras y no leen y critican a los que leen clásicos. ¿Qué rayos creen que leerán en esa carrera universitaria? ¿Chistes del periódico dominical?

Estamos en un país donde no florece la cultura universal por debajo de las piedras, y la gente así vive feliz. Porque hay futbol y cerveza, pero también pobreza y una constante inseguridad. Y corrupción no sólo en las altas esferas institucionales y sociales. También en la clase media baja y la clase baja. La corrupción somos todos. Desde el que pone changos en los cables de electricidad para que el recibo no salga caro, hasta el que ya no es estudiante y quiere pagar mitad de precio en el boleto de autobús. Y ni se diga de los/las miserables que en un supermercado se estacionan en el sitio de incapacitados porque “comoquiera casi nadie los usa”.

Por eso el ámbito cultural también comete actos cínicos, como jactarse de que un escritor ahora tiene una editorial independiente, pero, oh sorpresa, la editorial independiente sólo imprime gracias a una coedición con una universidad (que ya tiene presupuesto para editar). Una editorial independiente aliada con una oficina institucional… que alguien me explique.

Los promotores de eventos literarios tampoco leen mucho que digamos. En su carrera mediática para aparecer en la prensa y salir en la mayor cantidad posible de fotos tomadas en el evento (como si fueran edecanes de cerveza) se ha caído en el vacío de que ahora lo importante en un evento cultural no es el artista ni sus presentadores ni mucho menos la obra, sino el promotor cultural que organizó el rollo, pero que no es capaz de cruzarse la calle para comprar un par de botellas de agua. El secreto: al promotor le pagan de 3 a 5 mil pesos por cada evento documentado. Así, el promotor prefiere armar eventos que buscar un trabajo hecho y derecho. Claro que para él también se vale lloriquear cuando el Consejo para la Cultura no le ha pagado sus eventos. ¿Por qué al promotor no le interesa leer? Porque para eso tiene a los presentadores. Que lean ellos. El promotor cultural independiente pero que cobra a una institución prefiere ir al cine a ver películas de ciencia ficción.

Los editores, los escritores y los promotores culturales defienden su rebanada del pastel gruñendo que chambean, y chambean dura y victimizadamente. Pero su chamba no es la de una persona que busca un trabajo estable por sí mismo. Buscan una medalla al mérito pero ya no están dispuestos a sacar de su propio bolsillo. Han dejado de lado ser escritores, escritores y promotores independientes, desde que les gustó lo suavecito que está el algodón.

¿Se trata de verse valientes, románticos luchando por la cultura en el desierto? A otro perro con ese hueso.

 

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