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2021 25 Enero 2016

 

 

Visita al búnker porteño
Eloy Garza González

 

Buenos Aires.- En mi viaje a Buenos Aires, me invitan a conocer Propuesta Republicana (PRO), el partido de derecha, que en alianza electoral, llevó a la Presidencia de Argentina hace poco menos de un mes al empresario Mauricio Macri. Me dieron una dirección extraña: un edificio sin estilo, fantasmal, en la calle Balcarce 412, en los linderos de San Telmo, la Lagunilla de Buenos Aires.

Me sorprendió la deliberada austeridad del inmueble: había llegado a la sede del instituto político que aupó al poder a Macri. El búnker tiene cinco niveles. Subí al elevador y visité cada piso. El primero alberga la Fundación Pensar, un think tank que no solo creó la plataforma electoral del PRO, sino que es un surtidor de propuestas de gestión publica. Sentí envidia porque en México nuestros partidos políticos carecen de este tipo de centros de reflexión y si los tienen, están convertidos en elefantes blancos.

Cuando llegué estudiaban un método que le encanta a Macri desde que gobernaba Buenos Aires y que yo denominaría “sistema de calificación de políticas”. Cada propuesta recibe tres puntajes: menos uno (situación problemática que te resta votos), uno (te hace funcionar como buen gestor) y más uno (propuesta con visión de futuro). Por ejemplo, el bacheo: menos uno es tener las calles con baches; uno es tener las calles bacheadas; más uno, es proponer una “ciudad del siglo XXI”, con un plan de largo plazo de vialidades. Lo que da votos son los más uno, aunque cuando se presentan propuestas electorales en México nos quedamos usual y mediocremente con el uno.

En el segundo nivel del edificio se despliega el departamento de comunicación de Macri que diseña una enorme cantidad de producción audiovisual. Los publicitarios que zumban por ahí dan más la pinta de creativos de una agencia de imagen que torvos militantes expertos en los arcanos de la propaganda.

Por fin, en el tercer nivel, aparece la sede de Propuesta Republicana, un enorme galpón donde los despachos de cada dirigente apenas se dividen con tablaroca, pero el entorno aparenta un hormiguero en el que impera el caos creativo. Hace un par de años, los militantes oscilaban entre este nivel y la calle Bolívar, la sede del gobierno porteño, donde Macri era el titular.

En el cuarto nivel de Balcarce se alberga la Escuela de Dirigentes, una especie de aulas para militantes que gustan de pensar sobre la cosa pública, donde más que transmitir propaganda alusiva a Macri, se arman círculos de debate.

En el quinto nivel, me topé con la oficina personal de Mauricio Macri, con su círculo de campaña celebrando el triunfo de su candidato de la manera más inesperada: construyendo a contra reloj los mecanismos para controlar lo que Nietzsche denominó “el monstruo frío del Estado”.

Fui testigo de la planeación de desmantelamiento del kirchnerismo, esa modalidad postmodena de asistencialismo social, que erigió en Argentina gobiernos paralelos y liderazgos al margen de la autoridad pública; un modelo que al paso de los años utilizó dinero público para comprar segmentos enteros del padrón electoral. El peronismo está en crisis y es prematuro adivinar qué tipo de gobierno hará Macri.

Ojalá los argentinos no se hayan equivocado en esta elección, como suele pasarnos a los mexicanos.

 

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