Suscribete

 
2052 8 Marzo 2016

 

 

Eva, la ladrona de la verdad
Efrén Vázquez Esquivel

 

Monterrey.- Hoy, 8 de marzo de 2016, día en que por disposición de la ONU se decretó el Día Internacional de la Mujer, suele festejarse a las mujeres con discursos oficiales, halagos, flores y una que otra reflexión sobre la desigualdad que aún persiste entre los hombres y las mujeres.

Por mi parte, quiero sumarme a estos festejos, recordando el gran relato de mi abuela Catalina sobre el origen de todas las cosas. Con esto, quiero rendir un merecido homenaje a Eva, la ladrona de la verdad, la primera mujer que, en el obraje de Jehová y conforme al primer orden por él impuesto, nació sometida al hombre; pero por su rebeldía innata y curiosidad infinita, un buen día, poniendo oídos sordos a la voz de la serpiente que le aconsejaba obedecer la orden de no comer el fruto del árbol prohibido, sigilosamente robó la verdad al Señor Dios para entregarla a los seres humanos.

En el primer orden de las cosas el Señor Dios creó la posibilidad de existencia de la vida humana, al crear la vida biológica, regulada sólo por las leyes de la naturaleza. Es a Eva, la primera mujer y nuestra madre universal, a quien debemos el nacimiento de vida humana en los mortales. Es a Eva, por haber nacido en ella el deseo de saber que la impulsó a robar la verdad al Señor Dios, a quien debemos la capacidad de conocimiento y comprensión, con lo que el hombre y la mujer nacieron como seres humanos. Pues, sólo es humano, quien reúne los atributos propios del ser-humano-en-el-mundo, después de haber sido expulsado del paraíso adánico, gracias al robo de la verdad. Es decir, quien posee sentimientos y desea el saber y el poder; quien tiene capacidades para interpretar y comprender; quien disfruta de los placeres, sufre, ríe y llora; quien sabe vivir y convivir-con-otros y busca la elevación espiritual. Pero también, es propio de lo humano la humilis (de humos, que significa bajo, pequeño, poco elevado, humilde, insignificante, débil, apocado, de baja condición, abyecto, simple, llano), ingrediente que imposibilita la perfección en los humanos.    

Como les decía al comienzo de este tributo a Eva, esto que les platico lo sé de cierto desde niño por mi abuela Catalina. También, es algo que muchos saben por boca de sus abuelas y abuelos: Adán y Eva desconocían la verdad, ésta era exclusiva del Creador; no había en ellos ningún “motivo” que los moviera a preguntar algo; que los interpelara a interpretar algo. Pues, para vivir una vida biológica —ya que carecían de vida espiritual―, sólo era necesario obedecer las leyes de la gravedad, creadas por el Señor Dios. Únicamente estás leyes los movían, igual que mueven a cualquier otro cuerpo creado en el taller del Arquitecto del Universo. Fue con el robo de la verdad, efectuado por Eva, cuando nacieron el hombre y la mujer como seres humanos.

Cuenta el gran relato, que el trabajo en el taller del Señor Dios había sido intenso. En tan sólo seis días de la semana —ya que dedicó uno para su descanso— creó el primer orden de las cosas en el que el hombre, nacido de la tierra (humus) y el aire procedente de la boca divina, era el eje central del Edén. El duro trabajo de la creación dejó exhausto el Señor Dios; y, lo más probable, es que esto originó que el Señor Dios olvidara que al hombre le hacía falta la mujer.    

Y después de que el Creador con polvo de la Tierra creó al hombre y con su soplo le dio vida, colocándolo en el jardín del Edén para que lo sembrara y cuidara, ya en el séptimo día, se dio cuenta que no era bueno que el hombre estuviera solo, y decidió darle una ayuda idónea, creándole la mujer de una de sus costillas. Entonces, enfatiza la abuela Catalina, para darle mayor colorido a su relato:

—“Entonces, el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un sueño profundo, y mientras dormía le quitó una de sus costillas, poniendo carne en su lugar. De la costilla tomada del hombre, el señor Dios formó la mujer y se la presentó al hombre, el cual exclamó:

—Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada hembra porque ha sido tomada del hombre”.

—Adviértase que el hombre, decía la abuela Catalina, puesto por Dios en el mundo de los objetos sensibles, es decir, en el mundo que es cognoscible a través de los sentidos, con la licencia de Dios produjo el mundo de los objetos inteligibles, cuyo orden no se determina por la causalidad sino que requiere del “motivo”, sin lo cual no hay posibilidad de interpelación para que los seres humanos se muevan en busca de sentido de algo; y el “motivo”, a su vez, precisa del lenguaje, por medio del cual se atribuye sentido a las cosas del mundo, pues, por mandato de Dios, el hombre dio nombre a todos los animales y cosas del mundo, incluso a la mujer.

 —“La mujer fue nombrada. No tuvo de Dios la facultad de nombrar nada, ni siquiera de nombrarse a sí misma, dijo la abuela”.

Esto me hizo pensar que, tal vez, por haber sido la mujer un olvido de Dios en la creación, ello originó en Eva el motivo de la desobediencia, que trajo como consecuencia el robo de la verdad. Tan grande fue el olvido que, entre la creación del cielo y la tierra, las bestias, los ganados y los reptiles, pasando por la creación del hombre, hubo muchos “después”, antes de que a Dios se le ocurriera pensar en crear la mujer. Probablemente este olvido originó la indisciplina de Eva, ya que, siendo que por voluntad del Señor Dios en el cuerpo de la mujer se gesta la criatura humana, ésta es el último eslabón de la creación.

¡He ahí el sentimiento y pensamiento de la tradición judeo-cristiana, socializada, per secula seculorum, desde Roma!  Y en esta milenaria cultura de dominación masculina decretada por el Señor Dios, toda gira alrededor del hombre. Por ejemplo, en el Derecho Romano, y éste de alguna manera se proyecta a los tiempos actuales, la mujer, sin el hombre, carece de existencia jurídica.

Pero volvamos al gran relato de la creación contado por las abuelas, cuyas ideas, reproducidas en textos clásicos de distintas épocas y culturas, se constituyen en la columna vertebral de la realidad del sujeto; de ahí que para los sujetos constituidos por la idea de sexo-pecado, la debilidad de la mujer exonera al hombre de sus culpas. En efecto, Dios vio el deseo en la mujer, no en el hombre; un deseo que, a decir del gran relato, se constituye en causa del sometimiento de la mujer al hombre.

Dios dijo a la mujer, después de que no puso atención a la advertencia de la serpiente de que no comiera el fruto del Árbol de la Ciencia:

― “Multiplicaré el trabajo de tus preñeces. Con dolor parirás a tus hijos; tu deseo te arrastrará hacia tu marido, que te dominará”. Triste el origen del sometimiento de la mujer al hombre.

Así comienza y así termina el primer orden de las cosas impuesto por el Señor Dios. En el segundo orden de las cosas, creado por los hombres e inspirado en el primer orden, no faltó, por todos los confines de la tierra, personajes masculinos que también dijeron haber bajado del Monte de Sinaí, con su ley bajo el brazo y en el que a la mujer también se le somete al hombre. Contra este nuevo orden fundado en una obediencia ciega, ahora lucha la mujer, inspirada en Eva, nuestra madre universal.


Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com