Suscribete

 
2057 15 Marzo 2016

 

 

Las Cortes de Cádiz y la educación
Ismael Vidales Delgado

 

Monterrey.- La Constitución de Cádiz, ligada directamente a la invasión que en 1808 realizó Napoleón a España, es el principal producto de las Cortes de Cádiz en 1809 y su incidencia en la educación de la Nueva España es innegable.

Las Cortes de Cádiz se integraron con diputados de la metrópoli y sus colonias, congregando a 303 representantes, de los cuales, 37 eran americanos (7 del Virreinato de México). Esta constitución (1812) hablaba de la necesidad de crear una Dirección General de Estudios que se dedicara a la planeación educativa, a la vigilancia de la enseñanza pública y a redactar un plan general que uniformara la educación en todo el reino. El mismo documento, establecía como obligación de los ayuntamientos, cuidar de todas las escuelas de primeras letras. Hay quien dice que esta Constitución tuvo una aparente vigencia hasta el 24 de marzo de 1814, pero en realidad nunca fue aplicada.
        
Por otro lado, la Ilustración también influyó en la educación de la Nueva España, al llevar a la práctica algunos de sus postulados. Graciela Hierro en su obra De la domesticación a la educación de las mexicanas (1981). señala “…los aires nuevos tanto de la Ilustración francesa como de su revolución, -envían a la Nueva España-… obras revolucionarias que fueron leídas con avidez por los ilustrados de este lado del Atlántico… todo lo cual contribuye a romper lentamente los moldes tradicionales de la vida novohispana de las distintas capas sociales". La Ilustración llegó a la Nueva España propalando la idea de que la educación reivindicaría a la nueva nación actuando como remedio para todos los males sociales; y logró impregnar de esta tremenda fe en la razón como instrumento del conocimiento y en el raciocinio como estrategia para ordenar la vida pública a un número importante de mexicanos, especialmente a los criollos.
        
El estado en que se encontraba la educación en la Nueva España era deprimente, uno de los críticos más duros del estado en que se encontraba la educación pública mexicana fue José Joaquín Fernández de Lizardi "El Pensador Mexicano" (1776-1827) quien aplicaba a las escuelas mexicanas adjetivos como: escasez, lentitud en la enseñanza, falta de capacidad de los maestros y carencia de bibliotecas, todo esto -decía- era causado porque “la instrucción que se impartía era de nivel elemental generalmente destinada a grupos pequeños y heterogéneos, además de que, con frecuencia el aula está en la propia casa del maestro.”
        
José Joaquín Fernández de Lizardi se enfrentó en repetidas ocasiones con el orden constituido, y habitualmente lo hacía en su periódico El periquillo sarniento que fue clausurado por Felipe II. Sus obras describen cuidadosamente la vida y las costumbres pintorescas de la Nueva España en sus postrimerías, y al mismo tiempo publicaba obras moralizantes y educativas.
        
Diversos periódicos publicaron entre 1814 y 1820 artículos analíticos de la educación nacional, entre otros: El Águila Mexicana, El Sol, El Fénix de la libertad, y El Diario de México, coincidiendo con Fernández de Lizardi en la necesidad de abolir los castigos físicos y ayudar económicamente a los pobres a fin de dar un carácter universal a la educación.
        
La formación moral, se sustentaba en el Catecismo Ripalda, escrito por el sacerdote Jerónimo Martínez de Ripalda; en Lecturas de Catón, un librito que contenía consejos morales basados en las enseñanzas de este estadista de la Roma antigua; así como en las Máximas de buena educación sacadas de las Divinas Escrituras, de D. Pedro Antonio de Septien Montero y Austri, un miembro del ayuntamiento de Querétaro. El común de la gente estaba de acuerdo en que "Las virtudes que principalmente debe tener un niño, a más de las cristianas y morales, son la aplicación, la docilidad, la obediencia y el respeto a sus superiores."
        
Cuando las Cortes de Cádiz se reinstalaron el 6 de marzo de 1820, el tema educativo volvió a estar presente; el país naciente independiente pidió a los jefes políticos de la Nueva España un informe sobre el estado que guardaba la educación y dado que carecía de escuelas y maestros, se acordó contratar la compañía lancasteriana de Andrew Bell (1753-1832) y Joseph Lancaster (1778-1838) para que se hiciera cargo de la educación aplicando el renombrado método de monitores. Además se hablaba de que la educación debía ser uniforme, universal y gratuita; se hacía énfasis en la necesidad de uniformar los métodos y los libros de texto y se prometía la creación de trece universidades en las principales ciudades de Nueva España. La consumación de la Independencia canceló la puesta en marcha de este plan.


Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com