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2059 17 Marzo 2016

 

 

La Compañía Lancasteriana en México
Ismael Vidales Delgado

 

Monterrey.- El 22 de febrero de 1822 se fundó la Sociedad Lancasteriana integrada por Manuel Codorniú, Agustín Buenrostro, Eulogio Villaurrutia, Manuel Fernández Aguado y Eduardo Turreau.

Además figuraban José María Jáuregui, Antonio Unzueta e Isidro Yáñez. El gobierno de Iturbide concesionó la educación a esta empresa privada, resolviendo de momento el compromiso institucional de ofrecer educación pública a todos los niños del país.
        
Inmediatamente le asignaron fondos a la Compañía, los primeros recursos fueron aportados por el periódico “El Sol” que le entregó la Sala del Secreto de la antigua Inquisición, para que estableciera ahí la primera escuela llamada precisamente "El Sol", cuya dirección fue encargada al profesor Andrés González Millán.
        
A partir de que se estableció en la ciudad de México la Compañía Lancasteriana el primer Plan de Estudios se aprobó el 5 de enero de 1822 y de inmediato pasó a estudio en la Comisión integrada por tres eminentes académicos: el Doctor Juan Bautista Arrechederreta, Rector del Colegio de San Juan de Letrán;  Don Pedro Vicente Rodríguez, Director de grabado de la Academia de San Carlos; y el Doctor José María Luis Mora, vocal de la Junta de Protección de la Libertad de Imprenta. A pesar de la importancia que se le dio a este tema, la transformación esperada en la educación no se logró, en ese momento.
        
El Imperio entró en duros conflictos de toda índole, de tal forma que en diciembre, en Veracruz, el general Antonio López de Santa Anna convocó a la formación de un ejército liberador en contra de Iturbide y las tropas enviadas por el emperador a cargo del mariscal Echavarri, con 3000 soldados para reducir a Santa Anna, pactó con éste el 2 de diciembre de 1822 y proclamó el Plan de Casa Mata el 1 de febrero de 1823 para deponer al emperador.
        
El 19 de marzo de 1823 Iturbide firmó su abdicación, en la que manifestaba que dado que su presencia en el país "sería siempre un pretexto para desavenencia, y se me atribuirían planes en que nunca pensara [...] me expatriaré gustoso y me dirigiré a una nación extraña". Tres semanas después, el Congreso ratificó la abdicación asignando a Iturbide, con la condición de que se exiliase, una pensión vitalicia de 25.000 pesos y el tratamiento honorífico de Excelencia. El Primer Imperio Mexicano duró dieciocho meses, del 28 de septiembre de 1821 al 19 de marzo de 1823, Iturbide fue expulsado del país y condenado a morir si se le encontrase en territorio mexicano. El país quedó gobernado por el Supremo Poder Ejecutivo en manos de la triada integrada por Nicolás Bravo, Vicente Guerrero y Pedro Celestino Negrete.
        
El 11 de mayo, y acompañado sólo por su familia, dos eclesiásticos, su secretario y su servidumbre, Iturbide abandonó México a bordo de la fragata Rowlins, iniciando así un exilio de varios meses. Instalado primero en Liorna, Italia, se trasladó luego a Florencia y después a Gran Bretaña.

Alentado por algunos partidarios, el 4 de mayo de 1824 retornó a México, a fin de colaborar en la defensa de la independencia, amenazada de nuevo por España. Desembarcó en Soto la Marina, Tamaulipas, el 14 de julio, ignorando que el Congreso lo había declarado traidor y fuera de la ley. Fue hecho prisionero mientras descansaba bajo un árbol y conducido a Tamaulipas, cuyo Congreso lo condenó a muerte. Fue fusilado cinco días más tarde, el 19 de julio, en el pueblo de Padilla (Tamaulipas).
        
Se dice que enfrentó al pelotón de fusilamiento con estas palabras "Mexicanos, sed obedientes a vuestras leyes y resistid el ataque de las potencias europeas contra el cual yo venía a defenderos como simple soldado". Sus restos permanecieron olvidados hasta 1833, cuando el presidente Santa Anna ordenó que sus cenizas fueran trasladadas a la capital y conservadas en una urna destinada a los primeros héroes de la Independencia. La orden no se hizo efectiva hasta 1838, fecha en que sus restos fueron depositados, con gran pompa, en un sepulcro que se erigió en la capilla San Felipe de Jesús de la catedral de México.
        
El Supremo Poder Ejecutivo publicó el 16 de mayo de 1823 el Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana que en su Artículo 6º concebía la educación como “El origen de todo bien social e individual”. El Plan facultaba a todos los ciudadanos a establecer escuelas privadas al tiempo que el Estado se obligaba a establecer un Instituto Nacional en el lugar que decidiera el Congreso y uno más en cada provincia. En tanto la educación básica seguiría a cargo de las escuelas lancasterianas. Ese mismo año, se le otorgó a la Compañía Lancasteriana el antiguo Convento de Betlemitas, para que estableciera la segunda escuela llamada "Filantropía" bajo la dirección de Turreau y Rivoll.

A pesar de que la educación quedó en el ámbito de la Secretaría de Estado y de Relaciones Interiores y Exteriores, cuando ésta rindió su primer informe con el nombre de Memoria de Relaciones se esperaba encontrar datos relativos a la operación de la Sociedad Lancasteriana, pero sólo se encontró información breve relativa a la Academia de Nobles Artes (Academia de San Carlos).
        
El Congreso Constituyente convocado en 1823, publicó el 4 de octubre de 1824 la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos que mencionaba tímidamente el tema de la educación. En su Sección Quinta, Artículo 50 señalaba que el Congreso tendría la obligación de promover la educación en el Distrito Federal y, en el resto del país, de acuerdo con las legislaturas locales.
        
José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, cambió su nombre por el de Guadalupe Victoria y fue el primer presidente constitucional de México, gobernando del 10 de octubre de 1824 hasta el 31 de marzo de 1829.  En su discurso del 12 de mayo de 1825 ante el Congreso, señaló enfáticamente que no olvidaría su responsabilidad de dar educación al pueblo y que ya había formado una Comisión para que elaborara el proyecto educativo. Si bien los informes hablaban de logros en dos o tres colegios superiores, el avance en la educación básica era imperceptible y las promesas del Presidente no se concretaban.
        
Un recuento temprano, nos permite identificar al menos tres rasgos importantes en el tema de la educación:

  1. Había interés público y privado en construir un sistema educativo nacional, popular y gratuito;
  2. Se consideraba necesario un sistema educativo uniforme que fortaleciera la nueva política nacional;  y,
  3. Se percibía la educación como el mejor medio para alcanzar el bien individual y social, sustentando explícitamente los programas escolares en la formación moral.

 

Los días de Victoria en la presidencia pasaban entre las penurias económicas y los levantamientos armados. Tuvo el buen tino de designar Ministro de  Relaciones Exteriores a Lucas Alamán quien defendió férreamente la soberanía nacional ante las insistencias del diplomático norteamericano Joel R. Poinsett de establecer una nueva línea divisora "más lógica y ventajosa" para ambas naciones.

El norteamericano fundó en México la logia masónica del rito yorkino para contrarrestar a las del rito escocés que ya existía con fuertes vínculos en España, logrando así, formar un partido político que disputaría los cargos públicos a los escoceses. Fue tan fuerte la presión de Poinsett que hasta el presidente Victoria se afilió a esta logia, junto con su ministro de Hacienda José Ignacio Esteva y el de Justicia, Miguel Ramos Arizpe, lo que motivó que se levantaran en armas muchos mexicanos encabezados por el sacerdote Joaquín Arenas y el español que se declaró mexicano en el Plan de Iguala, Pedro Celestino Negrete que buscaban la reconquista española debido al desorden que prevalecía en el país. Victoria sofocó la rebelión, mandó fusilar al padre Arenas y desterró a Negrete, Poinsett aprovechó para exacerbar el odio a los españoles y convencieron al presidente de que los debía expulsar, cosa que no se logró debido a la mesura y sentido común de Lucas Alamán.
        
Otro levantamiento que tuvo que enfrentar Victoria fue el del vicepresidente de la República Nicolás Bravo, quien exigía la expulsión de Poinsett y la desaparición de las logias masónicas. Victoria a duras penas doblegó a Bravo y lo expulsó del país.
        
En este ambiente de crispación, el Congreso publicó el 16 de octubre de 1826 un Plan General de Instrucción que se había analizado en sesión secreta extraordinaria, y ese mismo día, se inició el estudio de este Plan, que constituía el primer intento serio y democrático de establecer un sistema educativo nacional y uniforme, ya que omitía la “limpieza de sangre” como limitante para ingresar como profesor a las instituciones educativas, y en cambio tenía el señalamiento expreso de que, cualquiera que aprobara el examen de capacidad podría aspirar al ejercicio de la docencia. Este Plan dividía a la educación en: Primaria, Secundaria y Terciaria.
        
La Educción Primaria sería general y gratuita en todas las escuelas de la Federación y se sustentaría en el método lancasteriano, en tanto que la selección de maestros quedaba en manos de los ayuntamientos municipales; también se autorizaba la creación de las escuelas de niñas, pues hasta ese momento no existía oficialmente la co-educación.
        
La Educación Secundaria quedaría concentrada en tres colegios en los que se enseñaría: Gramática general y latina, Física, Química, Mineralogía, Botánica, Agricultura, Lógica, Estadística, Derecho, Geografía, Literatura e Historia. Los profesores serían contratados o despedidos por tres instancias: el Gobierno Federal, la Junta Directora de Estudios, y en  última instancia, por el propio Congreso. Los profesores debían presentar exámenes públicos cada tres años para ser refrendados en el cargo y su sueldo no debería exceder dos mil pesos anuales ni ser menor de mil.
        
La Educación Terciaria se refería a la educación profesional y ofrecía las carreras de Teología (Instituciones morales y dogmáticas, Biblia y Liturgia);  Derecho eclesiástico y civil; Medicina, cirugía y farmacia; y Ciencia militar.
        
Este Plan, elaborado durante el mandato de Guadalupe Victoria, previsto inicialmente para el Distrito Federal no llegó a funcionar.
        
Don Valentín Gómez Farías (1781-1858) era un liberal radical y masón yorkino convencido de que el progreso de México era obstaculizado por el clero y el ejército por lo que a toda costa trató de realizar cambios legislativos que llevaran al país hacia un modelo como el norteamericano. Como Vicepresidente de la República, en ausencia del General Antonio López de Santa Anna, en 1833, dio inicio a la educación cívica y política del pueblo. Gómez Farías realizó una reforma legislativa radical a fin de suprimir la enseñanza dirigida por el clero, organizar las tareas educativas del gobierno, crear la Dirección General de Instrucción Pública con una nueva concepción del problema educativo mexicano y los estatutos de la enseñanza libre a favor de cualquier persona para abrir escuelas, promover la creación de escuelas normales, fomentar la instrucción primaria para niños y adultos analfabetas y suprimir la Universidad que “sólo servía a los intereses del clero”.
        
En 1833, Don Valentín Gómez Farías, muestra la primera reforma liberal, en la que la educación ocupó un lugar importante, ya que se estableció la obligación del Estado de hacerse cargo de ella; y por primera vez apareció el concepto de "educación laica", lo que significaba, quitar a la iglesia católica diversos fueros y privilegios. La Ley señalaba que la Dirección General de Instrucción Pública tendría a su cargo todos los establecimientos públicos de enseñanza y los fondos asignados a ella; nombraría a los profesores; crearía el Reglamento de Enseñanza; designaría cada dos años los libros de texto; y orientaría las tareas educativas del país. Se ideó organizar estudios técnicos y carreras científicas diferentes a lo teológico y jurídico, se involucró al Estado en la tarea educativa y se legisló sobre las viejas instituciones escolares, no obstante, el plan de reforma no superó la doctrina pedagógica lancasteriana de la enseñanza elemental.
        
Gómez Farías fue asistido en sus proyectos por el ex sacerdote que había abjurado de sus creencias para convertirse en masón, José María Luis Mora. Juntos buscaban, la destrucción del monopolio del clero en la educación pública. Esto creó descontento en el clero y el ejército, que instalaron una vez más a Santa Anna en la Presidencia suspendiendo así el proyecto liberal de Gómez Farías y Mora, y por ende el educativo, y el partido conservador volvió al poder.
        
En el lapso de 1833 a 1847, la empresa lancasteriana había crecido en socios, planteles y alumnos, hasta que, por decreto del 26 de octubre de 1842 fue convertida en Dirección General de Instrucción Primaria para toda la República.


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