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2081 18 Abril 2016

 

 

Jón Gnarr: el payaso que fue el mejor alcalde
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Islandia suele ser el país más citado como ejemplo del crash económico de 2008. Los banqueros emitieron bonos basura, se infló una burbuja bursátil que les estalló en la cara a los islandeses y desde entonces Islandia va a la deriva, en bancarrota, con una calidad  de vida cada vez más mediocre.

Por esas épocas, en Reikiavik, la capital de Islandia, un payaso ingenioso y regordete, nacido en 1967, hijo de un comerciante autoritario y malhumorado que mantenía a su familia en un ambiente cuartelero, ofrecía sus servicios para fiestas infantiles, con variante de sketches para adultos. No tenía ninguna profesión formal porque nunca se matriculó en ninguna escuela. Eso sí, había sido taxista y músico de una banda de música punk que acompañó en una de sus giras artísticas a Björk. Pero para su padre no dejaba de ser un bueno para nada. Un cero a la izquierda. Se hacía llamar Jón Gnarr.

Su éxito con los niños y sus papás lo llevaron a la televisión, donde montó un programa cómico, de parodia ligeramente política. Fingía ser un político demagogo, con ribetes de merolico. Fue tan rotundo su éxito que diseñó una página de Facebook que los seguidores colmaron de miles de comentarios y likes. Jón Gnarr vio la oportunidad de exacerbar sus bromas políticas. Encabezó una extravagante campaña electoral. Prometía urgentemente un oso panda para el zoológico de Reikiavik, regalar toallas en las albercas públicas y poner un parque de atracciones al estilo Disney como prioridad para darle felicidad a los niños.

La gente lo exhortó a llevar adelante la broma televisiva. Pagó los trámites para registrar un partido político, que en Islandia cuesta poco más de 30 dólares. Lo llamó irónicamente el Partido Mejor (Best Flokkurinn) a principios de 2009. Subió unos videos hilarantes en YouTube. Su ideología era un batiburrillo de propuestas absurdas; su logo un pulgar hacia arriba: el colmo del lugar común; su himno de campaña una canción de Tina Turner: Simply the Best. Una simple broma, cien por ciento satírica para propiciar la risa de los islandeses. Aparentemente un disparate.

El público televisivo se afilió al etéreo y chusco Partido Mejor. Para seguir la broma, Jón Gnarr, el bufón de las cachetadas, fue empujado a registrarse como alcalde de Reikiavik. La gracia consistía en que nada era en serio. Todo era una ingeniosa parodia de los procesos electorales que habían sumido a Islandia en una crisis financiera de consecuencias impredecibles. De hecho, consideraba su Partido Mejor como “el primer mamífero en tierra de dinosaurios”.

Con todo, Jón Gnarr, el payaso de las fiestas infantiles, subió en los sondeos como la espuma. De pronto se volvió el candidato electoral con más posibilidades de ganar la alcaldía por encima de los dinosaurios políticos. Entonces Gnarr tuvo una crisis de conciencia: dudó si a estas altura era o no una vacilada lo que proponía a los esperanzados electores de Reikiavik. Por unos días pensó en arrojar la toalla. Todo era un gag de comediante. Nada iba en serio. O quizá sí.

El resultado electoral de 2010 fue predecible: Gnarr ganó arrolladoramente la elección. Fue electo alcalde de Reikiavik. Comprobó, a su pesar, que la broma había llegado demasiado lejos. Pero no le quedó más opción que gobernar y hacerlo bien, de la manera más honesta y transparente posible, vestido como jedi, a la manera de Star Wars. Para muchos sociólogos y expertos en política como Noam Chomsky, Jón Gnarr ha sido uno de los mejores alcaldes de todos los tiempos.

Al terminar su mandato, en 2014, la legislación electoral de Islandia le dio la oportunidad a Gnarr de reelegirse. No lo hizo: para él la broma había llegado demasiado lejos. Pero su gestión fue memorable para los ciudadanos de Reikiavik. Volvió a la televisión como comediante y a montar su show como payaso en las fiestas infantiles.

Ahora, Gnarr es más famoso que antes, porque pocas familias en el mundo pueden jactarse de tener como payaso en las fiestas de sus hijos a quien fue considerado el mejor edil del mundo. Un honor que casi nadie puede ostentar como sí puede hacerlo Jón Gnarr, el alcalde que llegó por accidente al poder y fue un gran gobernante porque en ningún instante de su gestión se tomó tan en serio a sí mismo como sus demás colegas.


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