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2149 21 Julio 2016

 

 

Contra el salario mínimo
Eloy Garza González

 

Monterrey.- El salario mínimo es uno de los peores errores económicos que impone un gobierno. Aparenta ser un logro laboral y en el fondo perjudica gravemente los ingresos del trabajador.

Tengo un negocio de giro restaurantero. Por más avaricioso que me viera, por más intentos que maquinara para pagarles lo menos a mis meseros, cocineros y cantineros, no puedo hacerlo. El motivo es simple: me renunciarían para trabajar en otro restaurante donde les pagarán más o les ofreciera mejores prestaciones laborales.

Entre negocios del mismo giro hay una rebatinga paranoide de capital humano: tanto de mano de obra como de personal calificado. Si no trato bien a mis empleados, si no los tengo satisfechos, se me van con la competencia sin remordimiento alguno. Así de simple.

Pero el Estado, como siempre se entromete para mal y nos impone a todos los patrones un salario mínimo para nuestros empleados. Eso mete al trabajador en un mismo rasero salarial.

El salario mínimo no es “mínimo” sino un techo o una media para que todos los negocios del giro le paguen más o menos lo mismo a ese tipo de empleado sin salirse del rango. Facilita las cosas al dueño del negocio, no al pobre trabajador.

En cambio, si el gobierno liberara el salario, si eliminara los mínimos, el mismo mecanismo de oferta y demanda encarecería el servicio que prestan los empleados a los patrones y veríamos una espiral ascendente de sus retribuciones, con tal de ganarles la mano de obra a la competencia de mi negocio.

Pero tal parece que las regulaciones estatales más que mecanismos de ayuda laboral son sogas legales que estrangulan al trabajador. Dicen que contribuyen a la justicia social y en realidad mantienen la desigualdad entre la población.


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