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2159 4 Agosto 2016

 

 

La confrontación norteamericana
Víctor Orozco

 

Ciudad Juárez.- En 1823, el diplomático español Luis de Onis –quien negoció en 1819 la cesión de Florida a los Estados Unidos– publicó un pequeño libro premonitorio, en el que a partir de sus experiencias y conocimientos adquiridos durante su estancia en este país, dijo que se trataba de una sociedad dividida irremediablemente y anunció una futura guerra civil.

Acertó en toda la línea, pues la sangrienta conflagración se produjo cuatro décadas después.

Cada cuatrienio y sobre todo cuando el presidente en turno ya no puede reelegirse, se les reaparece a los norteamericanos el fantasma de la confrontación, si no armada, como sucedió en el siglo XIX, sí radical y lindando con la violencia. A pesar de la solidez y antigüedad de sus instituciones jurídicas y políticas, en los Estados Unidos se advierte hoy un grado tan alto de polarización en torno a temas fundamentales, que aquellas parecen crujir en medio del encono.

Los norteamericanos están divididos en relación con los asuntos de mayor relevancia: la desigualdad, la migración, la educación, la salud pública, la política exterior. En cada uno de ellos se expresan visiones polares entre los candidatos republicanos, señaladamente Donald Trump y Ted Cruz, con la de Bernie Sanders, el inusitado y viejo-joven primer contendiente declaradamente socialista con posibilidades de ganar en la historia. En menor grado, pero también contrapuestas con las posturas de Hillary Clinton, quien viene de una matriz del liberalismo norteamericano diferente a la de Sanders.

No obstante ser una nación formada por oleadas de gentes provenientes de otras tierras, un grueso sector de sus pobladores, quiere sellar las fronteras territoriales para cerrar el paso a nuevos habitantes. Una especie de histeria colectiva se ha apoderado de estos auditorios republicanos que aplauden a rabiar los discursos contra los migrantes. Trump hace rugir a las multitudes prometiendo expulsar a once millones de indocumentados y a construir una muralla impenetrable a lo largo de la frontera sur. No sólo eso, el millonario habla de una guerra si México no consiente en pagar el muro.

En 1942 y en los años siguientes, el ejército norteamericano encerró en campos de concentración a unas 120 mil personas de ascendencia japonesa que vivían en los Estados Unidos. Si se les ocurre provocar una nueva guerra con México, ¿harán lo mismo con trece millones de individuos cuyos ancestros son originarios de este país? ¿Y también acorralarán tras las alambradas a otros tantos provenientes de diversos países latinoamericanos?

A Trump o a los otros del Tea Party, no les interesa profundizar para nada en el asunto de los migrantes. Por ello, nunca se ocupan de considerar cifras duras: cada inmigrante paga 1,800 dólares más en impuestos de los que recibe en beneficios públicos, los hispanos compraron en 2015 bienes por 1.5 trillones de dólares, casi el 90% de los salarios devengados por los trabajadores mexicanos en Estados Unidos se quedan allá y la otra pequeña porción la forman las remesas que estos adalides del neonazismo quieren expropiar, violentando su propia Constitución, la cual prohibe cargar con gravámenes a grupos específicos de la población. Su interés estriba en exaltar el patrioterismo, apuntar contra un enemigo inventado y ganar así el apoyo de este ancho sector de votantes cuya mentalidad ha sido bien abonada para creer en fantasías.

Los dos precandidatos demócratas, Hillary Clinton y Bernie  Sanders han manifestado su apoyo a una reforma migratoria para legalizar la estancia de los indocumentados. Ambos, se deslindaron de la política de expulsiones que ha mantenido la administración de Obama. Sanders, más preciso, propone desmantelar todas los infames centros de detención y evitar la separación de las familias.

Los servicios públicos también están en el centro del debate. En el lado  republicano se quieren desmantelar y privatizar los de salud y de educación. En torno de las prestaciones médicas, los norteamericanos se encuentran a muchos años de distancia con relación a otros países desarrollados, que brindan protección integral a sus habitantes. Poderosos organismos empresariales, en particular dentro de la industria farmacéutica han bloqueado la institución de un eficiente sistema de salud pública. El muy complicado establecido por Barak Obama, ha dividido como pocos otros temas a las diversas posiciones. El fallido precandidato Ben Carson, médico famosísimo tanto por sus habilidades como cirujano como por sus desfachatadas declaraciones, da la pauta de esta pugna cuando dice que el Obama Care, es lo peor que le ha ocurrido a Estados Unidos después de la esclavitud.

En materia educativa, el ala derecha del partido republicano, que lo comanda, no se sale de la vieja cantinela de respetar el derecho de los padres a educar a sus hijos. La divisa, implica entregar los subsidios del gobierno a las escuelas privadas, en las cuales se imparta educación religiosa a todo mundo. También implica desaparecer los programas generales instrumentados por el estado para dotar de estándares de conocimientos mínimos a niños y jóvenes, así como los de educación bilingüe, entre otros. Incluso, eliminar al Departamento de Educación del gobierno federal.

Los demócratas en cambio, han hecho de la educación pública una piedra de toque en sus campañas, ligada directamente a su política para abatir las desigualdades derivadas de la disparidad de ingresos, pero no sólo, sino de la discriminación por motivos de raza, sexo, procedencia, idioma.

La idea general de las derechas en todo el mundo, de abandonar funciones estatales en todas estas materias de interés colectivo y dejarlas en manos exclusivamente de los privados, también se encuentra atrás del rechazo a la fijación de salarios mínimos. Cada vez que se aumenta obligatoriamente en un dólar el salario, se pierden un millón de empleos, dicen. Así que el gobierno no debe meter sus narices en una relación entre patrones y trabajadores, regida estrictamente por la ley de la oferta y la demanda.

En el lado contrario, la izquierda norteamericana ha sostenido la necesidad de combatir la desigualdad y de abrir oportunidades para todos, mediante recursos fiscales e interviniendo para evitar que los salarios reales vayan a la baja mandando a la pobreza a millones de familias. Se sabe que esto ha sucedido, por lo cual Sanders propone elevar el salario mínimo a 15 dólares la hora, es decir duplicarlo. Para los republicanos esto es veneno puro, como lo son de igual manera los aumentos en las tasas impositivas para los muy ricos. Esta confrontación de ideas y horizontes ideológicos queda manifiesta en las peticiones de ayuda monetaria por parte del equipo de Sanders. En letras pequeñas pero ostensibles, excluye a los donantes billonarios.

En México y en Latinoamérica, hay voces reacias a considerar las diferencias entre los proyectos políticos norteamericanos. Afirman que para estos pueblos es lo mismo la llegada al poder de cualquiera de ellos, pues de esos gobiernos sólo podemos esperar agresiones y explotación. Estas posiciones pecan de miopía, tan solo porque las relaciones económicas, culturales e históricas entre Estados Unidos y cualquiera de los países del subcontinente latinoamericano, sobre todo México son intensas, complejas e imprescindibles. Constituyen un factor central en cualquier análisis político. Salta a la vista que no nos pueden ser indiferentes Bernie Sanders, Hillary Clinton o Donald Trump y Ted Cruz.

Por otra parte, la pugna político-electoral desplegada ahora en Norteamérica, forma parte de la disputa mundial entre las visiones y perspectivas de las derechas y las izquierdas. Los conservadores norteamericanos insisten en el “particularismo” de su país, por tanto ajeno a los enfrentamientos desarrollados en otros. Sin embargo, el arsenal ideológico y político usado es el mismo, para atacar también a las mismas fortalezas.

Xenofobia, racismo, discriminación, desigualdad, irracionalismo, explotación de la fe religiosa, agresiones imperialistas son lo opuesto a solidaridad internacional, igualdad de oportunidades para todos, dominio de la razón, separación de la religión y la política, así como de la ciencia.

En los cinco continentes se desarrolla análogo debate.


 

 

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