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2182 6 Septiembre 2016

 



Juan Gabriel
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Aprendió siendo muy joven a reparar la pata rota de un país quebrado. Bálsamo terapéutico que nos trajeron los mensajeros. Se recupera la rutina expresiva de nuestra economía emocional. La dimensión de la pérdida: un presidente sin país. México adora en cambio a un líder fallecido.
Considérese la muerte del símbolo sexual como alerta de lo que derrocha este pueblo.

Los elementos más abyectos del mercado cultural se conjugan para explotar el paisaje de afectos unisex con sobrepeso.

Juanganoso, plasma de mantequilla en el pan tostado con mamá gritona. Ay, qué dolor… La primera erección homologada detrás del tacho de ropa sucia.
Tía Gerber brinca afeminada en los tacos del bonito ritmo, karaoke muy privado en el homenaje organizado por la Beba Gerber.

Jamás decadente pero siempre cursi y ¿qué más? Ah sí, el sida.

El maestro Gerber se quería escuchar metalero, brilló como dark rosita (algo más profundo que su historial de loca arrabalera).

Rokeritas y ancianos con cabello amotinado te pedimos un milagro, Juangabito.

Que el amor eterno florezca en el pelo de las adolescencias tardías del domingo en la plaza mall climatizada.

Llegará otra guerra, sucederán más torres gemelas, el diávolo divo cante que cante.

Jolgorios chiclosos en la redundancia del no tengo dinero.

Juanga es lo no deprimente, después de ido no lo suelta el rancho. Emblema del sistema, combate la mucha tristeza con dolores de caramelo.

 

 

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