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2184 8 Septiembre 2016

 



INTERÉS PÚBLICO
¿Cambio de rumbo?
Víctor Reynoso

 

Puebla.- La popularidad del presidente Enrique Peña Nieto disminuía sistemáticamente y éste parecía no hacer nada para evitarlo. Contribuía a su caída, con nuevos errores. La primera corrección seria al rumbo de su gobierno parece ser la aceptación de la renuncia del ahora exsecretario de Hacienda Luis Videgaray.

Aunque el presidente ha asumido la responsabilidad de sus decisiones, esta renuncia parecería ser una atribución tácita de algunos errores al funcionario renunciante, uno de los más poderosos de su gabinete.

Al principio de su gobierno se especuló que Videgaray era el político más cercano al presidente. Ocupó una de las dos secretarías de Estado más importantes, y a diferencia de Osorio Chong, había acompañado a Peña desde que era gobernador del Estado de México. Dos razones se han presentado para explicar su dimisión: el apoyo que el exsecretario dio a la visita de Donald Trump y el mal estado de las finanzas públicas.

Puede que las dos sean ciertas. Las razones que llevaron al gobierno mexicano a invitar al candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos no quedan claras para nadie. Quizá porque no hubo razones, sólo un dislate diplomático. Si Videgaray, extralimitando sus funciones, apoyó esta visita y pasó por encima de la Cancillería, es el autor de ese error. Junto con su jefe, que aceptó la propuesta.

Pero también puede haya incidido la situación de las finanzas públicas del gobierno federal, que han dado lugar a críticas de las calificadoras. Esta es una razón más lógica, pues tiene relación directa con el desempeño del secretario de Hacienda. Peña estaría tratando de corregir uno de los varios aspectos en los que su gobierno no lleva buen rumbo. Si bien estas finanzas no han impactado en los ciudadanos (excepto en la minoría que lee la prensa, el círculo rojo) pueden llegar a tener un efecto importante en los bolsillos de los mexicanos, que es donde más duelen los errores del gobierno.

Puede que haya otras razones, inobservables para la opinión pública. El presidente no es, como no lo es nadie, una máquina de fríos cálculos racionales. Está influido por las intrigas de palacio, las grillas, la información personal que recibe, y que suele ser sesgada, como la que recibimos todo. Pero ahí no es posible más que especular sin bases.

La cuestión es qué tanto esta decisión es un cambio de rumbo y de actitud en el gobierno federal. Un “reconocimiento de lo que no funcionó” y un ánimo de mejorar. Si es cierto lo que parece, que Videgaray influía en buena parte de las decisiones presidenciales, su salida del gabinete deja un hueco que habrá que llenar. Quién o quiénes lo harán, en qué sentido, con qué resultados, es lo que marcará los últimos meses del sexenio.

Formalmente, le quedan al actual presidente dos años y unas tres semanas (por cambios al artículo 83 constitucional tomará posesión el primero de octubre de 2018). Pero su tiempo real de gobierno es mucho menor. Después del primer domingo de junio, día de la elección, ya no gobernará: se dedicará a entregar el gobierno al nuevo presidente. Y aun antes, ya que haya candidatos constitucionales, su margen de maniobra será mínimo. La renuncia de Videgaray anuncia el inicio de la última fase del gobierno peñista, de un año a año y medio de duración.

Puede cambiar el rumbo de su caída sistemática si corrige las finanzas públicas y la situación económica en general; si no comete otras pifias como la de Trump; si da señas de que hay la intención de responder al clamor social contra la corrupción; si resuelve, o controla, el problema de la CNTE. No se ve fácil, pero al menos hay una señal que puede interpretarse como intento de cambio: quien era su político más cercano está fuera del gabinete.

* Profesor de la Universidad de las Américas, Puebla.

 

 

15diario.com