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2254 15 Diciembre 2016

 

 

El efecto trickle-up
Eloy Garza González

 

Monterrey.- El populismo se explica bien con el efecto trickle-up. Aunque este término es de origen económico (es la base del keynesianismo) se usa más comúnmente en la tendencia de moda. Durante casi todo el siglo XX la moda la dictaron las clases altas, o las estrellas del show bussines, que representaban la cresta de la ola social. Hasta que los sectores populares se impusieron gracias a su condición masiva.

Si le damos un cariz político, el trickle-up significaría la obsesión de los gobernantes a simular ser parte de las masas: hablan como ellas, se conduce como ellas, y acomodan sus gustos a los de ellas. A Donald Trump, parte de la élite financiera de New York (el núcleo poblacional más sofisticado de EUA), le atrae la lucha libre, los concursos de belleza, los reality shows y el pastel de carne. No importa si de verdad es un gusto personal de Trump o solo una pose advenediza. Importa sus resultados prácticos.

En política, Trump, el populista, es la versión más llana de una de las múltiples formas del trickle-up, que se conoce como normcore, el gusto por usar prendas básicas de bajo costo. Trump usa un bisoñé de mala calidad, trajes muy convencionales, vocabulario elemental, maneras equidistantes al refinamiento. Aspira a identificarse con las masas para que estas se identifiquen con él. De esta manera se ganó la aceptación del norteamericano medio, con sus prejuicios, ignorancia y provincialismo. Imitó a la mayoría para que la mayoría lo imité a él.

El trickle-up inspiró a Trump para que el elector-tipo lo viera como símbolo aspiracional, role model o modelo a seguir. Así, manipuló en su campaña presidencial la identidad social, hasta ajustarla a sus intereses personales. En la vulgaridad congénita de Trump se elimina la diferencia entre cada individuo: todos son uno y lo mismo. El populismo es algo más que una tendencia política: es la degeneración del poder hasta límites insospechados de misoginia, xenofobia, proteccionismo, paternalismo estatal. Sus efectos potenciales están aún por verse.

 

 

 

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