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2273 11 Enero 2017

 

 

Borges humorístico
Eligio Coronado

 

Monterrey.- Dice Roberto Alifano (General Pinto, Buenos Aires, Arg., 1943), en su libro El humor de Borges*, que el autor argentino “fue durante muchos años un tímido irreductible, un temeroso de los demás”, pero que “Más tarde la fama le trajo una seguridad social de sí mismo que lo hizo ganar en desparpajo y osadía” (p. 6).

Alifano trabajó con Borges desde 1974 hasta 1985 como amanuense (escribía lo que aquél le dictaba) y fue su discípulo, interlocutor en incontables conferencias y colaborador en traducciones de fábulas de Robert Louis Stevenson, poemas de Hermann Hesse, relatos de Lewis Carroll y de otros autores de literatura fantástica.

Ello le permitió recopilar un catálogo de joyas impensables del autor del Aleph, en que hace mofa de todo, a veces a la defensiva y otras con todo el filo de la mordacidad: sobre Guy de Maupassant: “un escritor que nació tonto y murió loco” (p. 7); sobre el Premio Nobel otorgado a García Márquez: “El hecho de que se lo hayan dado a García Márquez y no a mí, revela la sensatez de la Academia Sueca” (p. 35); al preguntarle unas señoras, a media calle, si él es Borges: “Sí, pero si seguimos aquí corro el riesgo de dejar de serlo en cualquier momento” (p. 192); sobre la época en que vivimos: “el hecho de que yo sea famoso (…), es algo más que suficiente para condenarla” (p. 254); a una señora que le comenta que no ha leído nada suyo: “Le recomiendo que no lo haga, señora, se va a desilusionar” (p. 483); a Juan José Arreola (que le besó la mano, diciéndole: “Le entrego aquí treinta años de admiración”): “Pero señor, qué manera de perder el tiempo” (p. 525); sobre el Premio Nobel dado a Rabindranath Tagore: “Era un poeta menor, un poeta de tercer orden. (…) Bueno, si tenemos en cuenta que también se lo dieron a (Jacinto) Benavente, un dramaturgo mediocre, sin duda podemos justificarlo” (p. 511); preguntado sobre si tenía algún consejo para los jóvenes que se inician en el camino de las letras: “Sí, disuadirlos” (p. 195); sobre por qué no usaba su nombre completo (Jorge Francisco Isidoro Luis Borges): “Porque son demasiados para un solo hombre” (p. 499), sobre las traducciones que han hecho de su obra: “¡Caramba, ojalá yo hubiera escrito así; los traductores sin duda me han mejorado!” (p. 488); sobre su propia obra: “Yo no releo nunca lo que escribo y una vez consumado el pecado, trato de olvidarlo, me resigno a él” (p. 486-487); sobre lo orgullosos que debían estar los ancestros de Borges por su ilustre trayectoria: “No creo que se vea mucho desde el cementerio de la Recoleta” (p. 240); sobre sí mismo: “me gustaría ser otro escritor que no fuera Jorge Luis Borges. A mí no me gusta lo que escribo; si yo fuera más prudente leería más y no cometería la imprudencia de escribir” (p. 197).

* Roberto Alifano. El humor de Borges. Buenos Aires, Edit. Un_Tal_Lucas, 2016. 549 pp.

 

 

 

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