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2293 8 Febrero 2017

 

 

Monstruos literarios
Eligio Coronado

 

Monterrey.- Fernando Galaviz (Monterrey, NL, 1969) se ha destacado en nuestro medio como el mayor promotor de la ciencia ficción. Antes de él, los textos futuristas iban a dar a la Galaxia Incognitus, tan lejana e indetectable que ni los propios autores podían localizarla. Ahora Fernando intenta rescatar otro subgénero: el horror. Y con ese motivo ha preparado una nueva antología: Rugidos y predadores*, en la revista Papeles de la Mancuspia, la cual se ha estado especializando últimamente en lanzar números de colección.

Clásicos y nuevos autores la componen: Valmiki, Lewis Carroll, Edgar Rice Burroughs, Robert E. Howard, Michel Ende, Geoffrey de Monmouth, Alejandro Jodorowsky, Edmundo Valadés y Ramiro Garza, entre otros.
También hay textos icónicos: Ramayana (India, c. siglo III a. C.), Gilgamesh (Mesopatamia, hacia los años 2500-2000 a. C.), Beowulf (Reino Unido, entre los siglos VIII al XII d. C.) y Alicia a través del espejo (Reino Unido, 1871).

Aquí encontramos conocedontes, soles amedejes, aracnes, galimatazos, tlaltecutlis, comerrocas, gorgonas, dosenunos, lagartijas andantes, susurradores de pecados y Frankensteines, entre otras criaturas, incluyendo una muy espantosa que lleva en su pecho el corazón de un político.

Nuestra búsqueda del horror no tiene límites. ¿No basta con la terrible realidad que nos oprime?: “Anda Lucía, ve y toma el arma, tu esposo debe pagar por todos sus abusos. Ahora está dormido, ve allá y ¡mátalo!” (Rocío Herrera Carrera, p. 4), “Tropezó con un bulto y agudizó la mirada. Escuchó un graznido… alcanzó a mirar las fauces amenazantes de una horrible criatura, y con dolor sintió en sus brazos la acción de sus garras (Salvador Aburto Morales, p. 2), “para los desdichados debe ser muy doloroso, los gritos son desgarradores. La piel humana, los huesos, se tornan como de plastilina, la criatura moldea a su antojo aquella masa de carne y sangre” (José Julio Llanas, p. 3).

En el otro lado de la moneda tenemos al siempre idolatrado Frankestein, héroe de mil películas: “¡Olvídese de inspirar miedo! Para eso están los noticieros de televisión. ¡Venga a hacernos reír, querido Frankie! […] Lo peor que le puede pasar es que lo elijan diputado” (Ramiro Garza, p. 4), “El monstruo de Mary Shelley era tierno, adánico y bondadoso. Sufría desgarradoramente por los crímenes involuntarios y puros que cometía para vengarse de la soledad y la infelicidad a la que lo habían condenado su creador y su especie” (Eduardo Lizalde, p. 3). 

¿Acaso buscamos el horror artístico para escapar del horror real? Salir de una esfera existencial para entrar en otra, aunque sea ficticia, es una solución pasajera, pues no podemos quedarnos en ese universo para siempre. ¿O sí?: “la mayoría de los mortales se saben sujetos al destino y lo aceptan, e incluso algunos (…) pensaron (…) que si de morir se tratara les gustaría que fuese así” (Fernando J. Elizondo Garza, p. 3).

* Fernando Galaviz. Rugidos y predadores. Monterrey, N.L., Rev. Papeles de la Mancuspia, Núm. 94, septiembre 2016. 4 pp., Ilus. por Joaquín Cervantes Bassoco.

 

 

 

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