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2317 14 Marzo 2017

 

 

Enriquecer a unos cuantos
Lupita Rodríguez Martínez

 

Monterrey.- Tras la contrarreforma energética del 2013, la primera estación de gasolina extranjera inició operaciones el jueves de la semana pasada en Ciudad de Satélite, Estado de México, propiedad de la multinacional British Petroleum, que hace 79 años operaba paradójicamente bajo el nombre de Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”. Quizá solamente les faltó que acudieran al acto de apertura los firmantes del Pacto por México.

Sea como fuere, se trata de un acto vergonzoso para la historia de México y quizá hasta el general Lázaro Cárdenas del Río se volvería a morir, pues los beneficios de la reforma energética sólo son para enriquecer a unos cuantos y para empobrecer a las actuales y nuevas generaciones.

Precisamente estos motivos fueron la causa, y bien fundamentada, que llevaron al Presidente Cárdenas a decretar la Expropiación Petrolera, el 18 de marzo de 1938. Un acto de soberanía nacional y de verdadero orgullo popular, como resultado de la ejecución de la Ley de Expropiación y del Artículo 27 de la Constitución Política Mexicana contra compañías extranjeras.

La expropiación consistió en nacionalizar maquinaria, refinerías, oleoductos, embarcaciones, estaciones de gasolina y todos los bienes e inmuebles de la Compañía “El Aguila”, subsidiaria de la Royal Dutch Shell, establecida en México desde 1908 y punta de lanza de la British Petroleum (del magnate inglés Lord Cowdray) para consolidar sus intereses.

Fueron expropiadas también la Compañía Naviera San Cristóbal, la Compañía Naviera San Ricardo, la Huasteca Petroleum Company (subsidiaria de la Standard Oil Company, que cambió su nombre a Amoco Corporation), la Sinclair Pierce Oil Company, la Mexican Sinclair Petroleum Corporation, la Standford y Compañía, la Penn Mex Fuel Company, la Richmond Petroleum Company, la California Standard Oil Company of Mexico (Chevron-Texaco, que ya anunció su llegada), la Compañía Petrolera El Agwi, la Compañía de Gas y Combustible Imperio y la Consolidated Oil Company of Mexico, entre otras; siendo indemnizadas en un plazo de diez años, conforme a derecho.

Todas esas compañías extranjeras, constituidas bajo leyes mexicanas, se rehusaban acatar el laudo laboral emitido por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje a favor del pago de mejores salarios para obreros y trabajadores, sentencia ratificada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ahora, en contra de nuestra soberanía y propia historia, la British Petroleum regresa con la intención de operar mil 500 gasolineras en los próximos cinco años, con una supuesta inversión de miles de millones de dólares, pues México es el sexto mercado de gasolina y diésel más grande a nivel global. Es así como estamos regresando a los tiempos del porfiriato.

A partir de que se pactó la entrega del petróleo y la privatización de Pemex, se desató la voracidad de empresarios nacionales y extranjeros por apoderarse nuevamente del patrimonio energético del pueblo mexicano, sin que nadie les ponga freno y sin que nadie mande alguna señal de sensibilidad política o de consciencia social, sino todo lo contrario, pues hasta el propio gobierno amenazó que de no haber liberado los precios de los energéticos (el mega gasolinazo), hubiera recortado programas sociales en salud y educación, principalmente.

La reforma que se anunció como transformacional y esperanzadora, donde se insistió en que el Estado Mexicano mantendría la propiedad sobre los hidrocarburos y la rectoría nacional en áreas estratégicas, sólo ha traído aumento tras aumento en las tarifas de gasolina y electricidad, así como alza tras alza en los precios de alimentos de la canasta básica y de los servicios de agua y transporte, quedando atrás la promesa de bonanza y bienestar social.

Los beneficios de la riqueza energética están muy lejos de llegar a quienes menos tienen. El “hoyo fiscal” pesa sobre el pueblo mexicano, por la corrupción en Pemex y la caída de precios por la sobreproducción petrolera, pero el petróleo sigue barato en el mundo, contrario a lo que aquí se propaga.

Estamos sin rumbo y con un gobierno totalmente dependiente de las políticas neoliberales impuestas desde Washington, que en 1982 terminaron por romper la senda de crecimiento y desde entonces México ha permanecido estancado durante más de tres décadas, con nulo crecimiento económico en términos per cápita. Hoy somos un país cada vez menos productivo y más endeudado, con salarios cada vez menos remuneradores en términos reales y con más de 60 millones de mexicanos viviendo en pobreza, desigualdad y con mayor dependencia económica.

 

 

 

15diario.com