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perroEl robo del cual fui objeto comenzó cuando impedí un robo. Cierta noche escuché unos ruidos en la entrada de mi casa. Eran las once y media aproximadamente. Mis amigos y familiares no suelen visitarme tan noche; bueno, a veces sí, pero de cualquier forma era un poco extrañado, por lo que fui a echar un vistazo.
Grande fue mi sorpresa al ver a un hombre que llevaba en hombros, nada más y nada menos que ¡la casa del perro! Salí apresuradamente y al grito de “la casa del perro es mi casa” (me salió del alma) el ladrón soltó la vivienda canina y empezó a correr; esta vez no lo perseguí, imagínense qué iban a pensar los vecinos, quienes ya me habían visto correr en pijamas y sin nada de garbo atrás del carrito chocón de aquel adolescente asustado y escurridizo que golpeó mi carro hace algunas semanas.
Pero esto no quedó así, al poco rato la luz de mi casa se fue. Al salir a revisar encuentro el medidor roto y en el suelo; supuse que en venganza el malandrín regresó  y lo arrancó. Temeroso y enojado llamé a la policía, que para mi sorpresa llegó muy rápido; al hacerles la descripción del criminal, me dijeron que se trataba de un vicioso de la colonia y que hacía escasos minutos lo habían detenido en actitud sospechosa con una mecedora y dos macetas de una vecina que vive a tres cuadras. Prometieron darle su merecido, y al ver la facha de los oficiales de la unidad 246 de la policía regia -uno se parecía al ladronzuelo-, pensé que sin duda le iban a dar su merecido.
Acto seguido llamé por teléfono a los de la CFE, quienes me dijeron que si el medidor sólo estaba quebrado del vidrio lo volviera a instalar, y que una cuadrilla pasaría al día siguiente a poner uno nuevo. Afortunadamente así fue, por lo que imaginé que el asunto quedaría finiquitado como me indicaron; pero ayer me llegó una carta de la CFE donde se me informa que en apego al artículo 31 del reglamento de la ley del servicio público de energía eléctrica, se efectuó una verificación en laboratorio y se encontró que el antiguo medidor tenía una falla, lo que provocó que me facturaran una cantidad menor, por lo que en base a los ajustes tendré que pagar $ 511.00, además de solicitar mi presencia para presentar a mi juicio los elementos de prueba que estime pertinentes para alegar lo que a mi derecho convenga.
Por supuesto que acudí a las oficinas de la CFE con una dosis de paciencia, porque Monterrey puede aspirar a ser la capital de los negocios o del conocimiento, pero lo que sí es definitivo es que es una ciudad con muy mal servicio (te atienden y tratan tan mal, así en una tortillería, como en cualquier tienda de Plaza Fiesta San Agustín). Mis predicciones resultaron ciertas, y la señorita que me atendió fue muy descortés en su trato. Nunca se salió de su estribillo: “pues hágale como quiera, pero usted tiene que pagar”; lo repetía una y otra vez ante mis reclamos y explicaciones. Me sentí robado.
De regreso a mi casa escuché en la radio una nota sobre la procuraduría de justicia que se ha negado a proceder en las denuncias contra funcionarios corruptos, como la ex directora del Instituto Estatal de la Juventud, Kena Yáñez; o el alcalde de Monterrey Adalberto Madero. Y aunque me pienso desquitar en las próximas elecciones, algo me dice que las cosas no van a ser tan fáciles.
Definitivamente, la verdadera crisis está en las actitudes de la gente y a veces siento que soy un pesimista que disfruta la vida. Mientras tanto, pondré una reja más grande en la entrada de mi casa.


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