Google
cabeza
1
2

portada64ind

}15diarioind

nuevoleonind

hemero15

15diariotv

videoteca

foko

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

saenztit

saenzimgEl año pasado estuve viviendo en California por algunos meses, tomando clases para una certificación en un Centro Especializado en Familias que sufren algún tipo de violencia. Además, di clases y conferencias a hispanos residentes en ese estado. La experiencia fue enriquecedora y cruda al mismo tiempo. Por ser mexicana los hispanos me aceptaron de inmediato y logré incorporarme a diferentes grupos de mujeres trabajadoras procedentes de México.
Ahí tuve el gusto de conocer a más de mil mujeres mexicanas con sus respectivas familias, quienes se dedican a la venta de productos de belleza para solventar los gastos de los suyos. Mediante la convivencia me pude enterar de la cruda realidad que viven los hispanos en Estados Unidos.
La mayoría de estas mujeres tienen a casi toda su familia con ellas (esposo, hijos, padres, hermanos, abuelos e incluso tíos). La que menos tiempo tiene viviendo allá es de dos años, y las demás oscilan entre los 5 y los 30 años, sin documentos legales y sin regresar a su país. Lo increíble fue enterarme del micro sistema que han establecido para sobrevivir.
Tienen unas pequeñas áreas llamadas “Mexiquitos”, como uno que está al Este de los Ángeles -que es una combinación del Mercado Juárez de Monterrey y el Zócalo de México- todo esto en un país donde no son bienvenidos, son tratados como ciudadanos de segunda o tercera categoría, por ser indocumentados, no cuentan con ningún derecho y además viven y se sienten aterrorizados por la amenaza de ser deportados; de que se los cargue “La Migra”, como ellos dicen.
En las primeras pláticas me enteré del gran esfuerzo que tuvieron que hacer para llegar a Estados Unidos, de todas las penurias y obstáculos que pasaron para sobrevivir mientras lograban encontrar trabajo; incluso hubo casos en los que las personas me dijeron que empezaron su estancia descalzos, sin casa y lo que fue más impresionante, sin saber leer ni escribir español, lo cual multiplicó sus dificultades y les facilitó a otros explotarlos.
Parte de sus historias incluyó el cómo, poco a poco, al irse haciendo de unos dólares, mandaron traer a sus familiares con los polleros o coyotes (éste es un negocio totalmente establecido y si tienes dinero puedes pedirle a esa gente, como si estuvieras en una tienda de compras: “Me trae a mi madre” -por decir a alguien- “la quiero en este lugar”). Preguntaban al “introductor”, pollero o coyote, cómo, cuándo y cuánto costaba la entrega del familiar que añoraban tener con ellos. El costo por persona oscilaba entre los 3 y los 5 mil dólares y los “introductores” les aseguraban que sería un proceso muy fácil, siempre y cuando se pagara la cantidad establecida.
Tras hacer muchísimos sacrificios, el interesado ingenuamente pagaba el costo y luego sólo le quedaba pedir a Dios porque su familiar “llegara con bien” y mantenía la ilusión de que pronto estaría junto a sus seres queridos. En el mejor de los casos, si se lograba recibir “el encargo” desde México, las cosas resultaban completamente diferentes a lo prometido por el “introductor”, pues el tan preciado familiar había sufrido todo tipo de vejaciones en su recorrido: desde hambruna y sed, ser dejados en el desierto, ver morir a compañeros, o incluso ser abandonados en cualquier parte por las persecuciones de “La Migra”. En el peor de los casos, jamás volvían a saber del “encargo”, dejando a la familia envuelta en una completa tristeza, impotencia y desolación, sin tener ninguna explicación, sin poder denunciar a las autoridades a su familiar desaparecido, y mucho menos sin poder reclamar el dinero invertido.
Lo que no me dejó de impactar fue cómo continuaban con la ilusión y seguían contratando ese “servicio de entrega”, aun cuando algún familiar hubiera sido deportado. El “introductor” siempre les aseguraba que lo volvería a intentar para devolverlo con su familia, sólo que esta vez costaría más el servicio, dadas las circunstancias del caso. Las experiencias vividas por las personas en su trayecto para pasar la frontera eran horribles y traumáticas, veían y vivían de todo, pero aún así los sostenía el “Sueño Americano” para, en ese país, hacer dinero rápido, salir de la pobreza extrema en la que vivían y enviar dinero a México.

Ya estando en Estados Unidos, al principio los deslumbra pensar lo que podían tener y hacer, pero poco a poco los derrumbaba la terrible realidad. Los padres, que trabajaban de sol a sol y en condiciones infrahumanas, soñaban con que sus hijos tendrían educación gratuita y las oportunidades que ellos nunca tuvieron en su país y que eso les permitiría ingresar en la sociedad sin ningún problema. Ese tipo de ayuda educativa elemental se les da obligatoriamente a los niños para que no se queden sin educación básica, pero lo que los padres nunca esperan son los cambios que sufren sus hijos cuando los rechazan o incluso los niegan por ser mexicanos; este mecanismo se da porque los jóvenes se avergüenzan de sus orígenes y sobre todo de lo que hacen sus padres para sobrevivir.
Aunado a esto, el racismo no sólo se da de parte de los anglosajones hacia los mexicanos, sino que también de los afroamericanos a los mexicanos, que también sufren lo suyo y consideran de más baja categoría a los mexicanos y es ahí donde se recrudecen los problemas. Las pandillas de los jóvenes se representan en dos bandos: afroamericanos contra mexicanos. Como diríamos en México, los hambrientos contra los muertos de hambre. Es así como cada pandilla va ganando territorios y se apoderan de un supuesto “poder” que les permite sentirse poderosos en un país donde no tienen absolutamente nada, nada que ganar ni nada que perder.
Los padres, sin comprender la cultura y mucho menos sin hablar inglés, se resignan a la vida que viven sus hijos, e incluso les llegan a tener miedo, por lo que ellos puedan hacer en la casa, ya que el ser agresivo es una cualidad aprendida para sobrevivir y admirada entre sus compañeros. A las mujeres jóvenes tampoco les va nada bien, ya que incursionan en un mundo totalmente desconocido, con reglas y valores totalmente diferentes para ellas, y en su afán de tener un sentido de pertenencia en algún grupo, y ser aceptadas, se incorporan también a las pandillas, lo que ocasiona que incursionen a más temprana edad en las relaciones sexuales, provocando embarazos no deseados y en el consumo de drogas, lo cual les permite ser aceptadas y reconocidas por sus iguales.
Las mujeres que tienen hijos en ese país adquieren un sentido de superioridad, porque el hijo nacido allá tiene derechos, pero esto es sólo una fantasía, ya que sólo es el hijo el que tiene derechos, pero ellas no y en cualquier momento pueden ser deportadas y separadas de sus propios hijos y será responsabilidad del gobierno el destino de ellos. Como ésta son innumerables las vejaciones que sufren los hispanos indocumentados al vivir en Estados Unidos y aún así insisten en vivir en él.
Cuando los jóvenes hablan acerca de sus proyectos de vida, se expresan resignados diciendo: si en México me muero de hambre, aquí de perdido vivo en un país importante y si quiero, algún día me haré rico. Y cuando les preguntaba que en qué sentido era importante ese país, decían que cuando querían trabajar podían lograr sacar entre 6 y 8 dólares por hora (salarios muy por debajo de los que ganan los estadounidenses), lo cual les permitía seguir consumiendo droga e interactuar con sus amigos (pandillas) que los hacían sentir importantes y sobre todo poderosos.
Describir en una cuantas líneas lo que se vive en ese país es insuficiente, madres sobre-explotadas para darles lo mínimo a sus hijos y enviar ayuda a México, hombres perdidos entre el trabajo y el alcohol, jóvenes tratando de integrarse en un lugar donde no son aceptados, jovencitas en constante riesgo y, sobre todo, jóvenes perdidos al no tener su propia identidad, valores y cultura, ya que ni siquiera se consideran mexicanos, ni tampoco americanos.
Frases escuchadas por ellas:
-No le tengo miedo a nada, qué me pueden quitar si no tengo nada.
-Si tengo un hijo el gobierno me dará 200 dólares por cada uno, es por eso que tengo tres.
-Les tengo miedo a mis hijos y me tienen amenazada; si los regaño o les doy una nalgada, me denuncian por maltrato a menores y me llevan a la cárcel.
-Si denuncio a mi marido por violencia... quién nos mantiene y él me puede deportar.
-Tenemos miedo a “La Migra”, cada vez está más cerca.
-A mi hermana la deportaron y a sus hijos los dejaron aquí, en quién sabe qué lugar, nosotros no los podemos ayudar por no tener papeles.
-Es horrible vivir con miedo, mis hijos siempre tienen pesadillas.
-Ya nos han estafado varios abogados diciéndonos que nos pueden arreglar los papeles.
-Un joven dice... “si mato a alguien no me va tan mal”, de perdido vivir en la cárcel es como vivir en un hotel de lujo, a como vivo.

www.marthasaenz.com


enviarseparador compartir

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

ruizind

tapiaind

sanchezind

garzaind

padillaind

asaelind

sifuentesind

saenzind

sancehzdeaind

cruzind

gomezind

alanisind