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sanchezimgAun y cuando casi cotidianamente fluye la información acerca de la problemática educativa en el país,  que enfatiza,  por una parte  las deficiencias y limitaciones que padece el sistema educativo en todos sus niveles, y por la otra los ambiciosos planes, alianzas y estrategias encaminadas, no sólo a remediar la situación, sino a elevar la calidad a nivel de lo ideal, hace ya tiempo que no se da conocer el estado que guarda la Alianza por la Calidad de la Educación.
Vistos en el papel, los cinco ejes en los que reposa dicha Alianza, queda en evidencia que la tarea es por lo demás ambiciosa, igualmente compleja, que podrá hacerse realidad a largo plazo, más allá del sexenio, a condición de que todas las acciones se sometan rigurosamente a lo que aparece en el 5º de dichos ejes, “la Evaluación”, que debe hacerse sin contemplaciones, sin excepciones, sean cuáles fueren los resultados.
La práctica misma  de la evaluación ha de ser modificada para que se ciña a los parámetros establecidos teórica y  científicamente, pueda ser sustraída  a los intereses de las burocracias y se abandone la nefasta práctica que consiste en dar solución a los problemas educativos con criterios político-partidistas. Fácil, ¿verdad?
Un factor que sin duda fue tomado en cuenta por los especialistas, los funcionarios y los maestros sindicalizados que estructuraron los 5 ejes, es el real estado de cosas que guarda  la educación en el país, mirada que no admite maquillajes de ninguna especie y que debe ser reflejado tal cual, sin ningún enmascaramiento, so pena de aplicar terapias equivocadas aquellas  que en vez de curar el mal, lo complican y lo agraven.
Un botón de muestra de esa cruda realidad apareció en la prensa escrita hace algunas semanas. Dos notas refirieron, por separado, lo que aquí interesa destacar. Una de ellas hacía referencia a que la Escuela Normal de Ticul, en Yucatán,  buscaba convertirse en una escuela ejemplar y lo ilustraba con cifras por demás significativas.
En ese plantel hay cero deserción escolar; sus 153 alumnos tienen un 100% de asistencia y en él  no se han suscitado problemas políticos ni sindicales  a decir de su director, Guillermo Barrera Heredia. Además, en 2007 y 2008 dicha  normal obtuvo el primer lugar en el examen general de conocimientos de la licenciatura en educación primaria, y por si eso no bastara, de los 25 egresados que el año anterior presentaron examen de oposición para obtener una plaza magisterial, 23 lo superaron con éxito.
Pero, ¿qué sucedió con los dos maestros que no aprobaron el dichoso examen?
Pese a ser el mejor alumno de ese plantel en 2006, Raúl Dzib Chán no supero la prueba, y dada la imposibilidad de ejercer la profesión para la que fue formalmente preparado, tuvo que irse a Playa del Carmen a trabajar de albañil, en donde percibe 3 mil 500 pesos semanales como ayudante.
Luis Cen May tampoco pudo obtener plaza de maestro, y su opción fue regresar a su parcela a cultivar chile habanero y hortalizas. Recién casado y con dos hijos, se resignó a su suerte.
Por su parte, una brillante alumna, Juana Ramos Dzib, al no conseguir plaza, se fue a California, USA, en donde cayó en el mundo de las drogas y la prostitución y hace tres meses que su cadáver regresó a Tzucabab.
Como corolario, una pregunta: ¿Remediará la Alianza esta paradójica situación en la que los normalistas mejor calificados no aprueban exámenes de oposición y los deja sin alternativa alguna de empleo, ya que no se les dota de saberes, destrezas y habilidades que les permitan ingresar al mercado de trabajo y abocarse a  una actividad productiva que les rinda a ellos y a la sociedad mejores beneficios?
Será posible lo deseable si la evaluación rigurosa toma carta de naturaleza en nuestro medio y deja de ser, como hasta ahora, un pretexto más para otorgar premios y privilegios, comprar lealtades y reforzar el clientelismo político.


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