• Las condiciones actuales de México son prerrevolucionarias

• Insultante concentración de la riqueza; depauperación generalizada

En medio de dramáticas convulsiones económicas, financieras, fiscales, una cascada de aumentos de precios de los bienes y servicios básicos, que indudablemente desatarán una inflación galopante a partir del primer cuarto del año 2010; el deterioro del poder de compra de los trabajadores, cuyo salario se ha reducido fuertemente por las acciones de política fiscal y de precios, y sin ninguna compensación – ni se menciona si quiera un incremento al salario mínimo , que a estas alturas sólo es un referente porque nadie lo paga, todo aderezado diabólicamente con los sangrientos y fatales efectos de la guerra del narcotráfico – unos 20 mil muertos aproximadamente en lo que va del sexenio del presidente Felipe Calderón –, un futuro ominoso alcanzó ya a los mexicanos.

Indudablemente que la mediática oficial intentará que este año las noticias negativas desaparezcan de los espacios y tiempos de la prensa escrita y los medios electrónicos, dándole absoluta prioridad a las celebraciones del Bicentenario: el memorial del estallido de la guerra de Independencia en 1910 y el estallido violento de la Revolución en 1910, fechas cabalísticas y fatales, que a muchos observadores, analistas y activistas pacifistas y violentos hacen esperar un estallido violento generalizado en este año que apenas comienza – 2010-. Los analistas más acuciosos, los innumerables grupos guerrilleros, encabezados por el Ejército Revolucionario del Pueblo (EPR), el grupo más violento hasta el momento, están igualmente convencidos de que las condiciones actuales del país son prerrevolucionarias: insultante concentración de la riqueza y generalizada depauperación de la clase trabajadora urbana y rural, corrupción institucional probada, impunidad de funcionarios y gobernantes, una guerra fallida contra las bandas del crimen organizado; complicidad e involucramiento de autoridades con éstas, que quiérase o no han tomado en sus manos la “conducción” de las relaciones sociales de violencia, sangre y muerte. Hasta el rector de la Universidad Autónoma de México (UNAM), el doctor José Narro Robles, que no puede ser acusado más que de un prominente científico humanista, ha advertido que los estallidos sociales y políticos están a la vuelta de la esquina y que sólo falta que se bañe de combustible este polvorín que se llama México.

Todo puede ser pura especulación neurótica, pero no. Lo único cierto es que 2010 es sólo una fecha del tiempo que es la medida del movimiento, las ejecuciones de personas continúan a un promedio de 30 al día; que los capos del narcotráfico caen pero se reproducen inmediatamente como hongos y toman venganza en contra de las fuerzas militares y de seguridad pública, y se preparan – o inclusive ya lo están – para intervenir en los procesos electorales que se avecinan en varios estados de la Federación, financiando campañas electorales para imponer a autoridades incondicionales, cómplices del crimen organizado y de las bandas de la siembra, cosecha, trasiego y comercialización de todo tipo de estupefacientes, desde la inofensiva marihuana hasta los precursores químicos para fabricar drogas duras que son enviadas, con enorme facilidad, a los mercados estadounidenses y hasta una cuarentena de países de Europa y Asia, generando ganancias millonarias.

Mientras tanto, la clase política –dígase PAN, el partido de la derecha; dígase PRD, el partido que se presenta como de izquierda, pero una izquierda conservadora, aliada del empresariado más reaccionario – están más preocupadas por su futuro político, porque no le quieren dejar el poder, la silla presidencial, al PRI, que retorna fuerte, como el retorno de los brujos, porque muchos electores están decepcionados de los dos gobiernos panistas que desplazaron al partido revolucionario que gobernó a México 70 años de un tirón y que negoció con el narco. Todas las baterías del partido en el gobierno – el Partido de Acción Nacional – están enfocadas a poner piedras en el camino de los priístas, que tienen el campo abierto, totalmente allanado, para volver a la Casa Presidencia de Los Pinos mediante las elecciones federales de 2012. (El PRD parece que no pinta más por sus quiebres internos y el abandono de sus principios socialistas.) Sin embargo, el gobierno del presidente Felipe Calderón tiene muy reducido campo de acción para evitar la debacle de su partido, otrora de tintes liberales, pero que se alió con las fuerzas más reaccionarias de la clase empresarial y el alto clero político, en un intento por fortalecer un sistema de capitalismo salvaje que sólo privilegia a los detentadores del gran capital y a los dueños de los grandes medios de producción, haciendo a un lado a las mayorías de trabajadores, que son consideradas un lastre que no tiene derechos de participar del convite que ha puesto en la mesa de la nación el neoliberalismo proveniente de la escuela de Chicago, del Fondo Monetario Internacional, del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, aumentando los niveles de desempleo y pobreza extrema e insultante.

El gobierno del presidente Calderón no dice “esta boca es mía”, pero indudablemente está tomando providencias. Puede ser que los malos farios sean sólo fintas de la conciencia colectiva, porque hay que tomar en cuenta que el pueblo mexicano está dividido a la mitad. 15 millones votaron por el izquierdista, acusado de ser un peligro para México, Andrés Manuel López Obrador, y 15 millones lo hicieron por el candidato de la derecha, el actual presidente de la República. Sin embargo, en el país pululan por lo menos un medio centenar de grupos de la izquierda radical que andan armados y, las consejas dicen que están organizándose, unificándose, para dar un golpe violento y mediático que cimbraría los fundamentos de las instituciones, esas instituciones que ya probaron que López Obrador tuvo razón cuando gritó, durante su campaña electoral para la Presidencia: “Al diablo con sus instituciones”, expresión ante la cual se desgarraron las vestiduras fariseos y saduceos del sistema.

Pero bueno, como bien dice el amigo periodista Roberto Coello Trejo, mejor veremos y diremos, aunque las condiciones económicas, sociales y políticas de este México estresado, con miedo –“empañicado”, inventaron ahora -, convulsionado emocionalmente son indudablemente las mismas que se presentaron años antes del Grito de Independencia de España en la primera década del siglo XIX, y en los primeros diez años del siglo XX. Una primera década del siglo del Tercer Milenio impregnada de la más desesperante incertidumbre para los mexicanos.

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