cab
Google

CARTA PARA PIPE
Lorena Sanmillán

La verdad es que así me gustaría llamarte, como les llamo a mis Felipes queridos, pero no, a ti he de decirte Señor Presidente, sin poder tutearte, con la voz engolada y sin el desafío de mirarte a los ojos. Te digo presidente, en minúsculas, aunque Ximena te llama Espurio o a veces te dice simplemente el inquilino de Los Pinos. Yo te digo presidente, porque lo eres, ese es el título que se te ha conferido y porque quiero creer en la autoridad que le puede dar estabilidad al país en el que vivo. Te tuteo porque quiero sentirte cercano, aunque sé que hay una franja militar de por medio entre los dos. Que si fue polémico o no tu arribo a Los Pinos, que si se manipuló la elección, pues eso es otro cantar, el caso es que ahora llevas la banda presidencial. Punto. Conste y aclaro que no voté antes, ni votaría hoy por ti, ni pretendo defenderte. De hecho, antes de pretender llamarte Pipe, te llamo presidente siniestro, porque lo eres. No eres diestro con las manos ni en alguna que otra actitud. Hoy sólo quiero escribirte una carta. Soy romántica, ni modo;  si mis condiciones lo permitieran, te enviaría un paquete con un regalo, quizá esos rebozos que tanto le gustan a tu señora, Margarita, cuyos precios y procedencia nadie cuestiona, algún libro de autores de Nuevo León, y regalos para tus hijos, pero no me alcanza. En tu administración se aumentó el envío de Mexpost en un 100 por ciento. Y mi salario y mi tienda incipiente siguen donde mismo con algunos impuestos de más. Entonces disculpa que no envíe paquetes a Los Pinos, ni te haga llegar libros a tu oficina para que adornen los anaqueles. ¿Lees, Pipe? Curiosamente, nunca me he encontrado algún político en una Feria del Libro en Monterrey o México. En cambio, en la de Madrid, sí me topé con el Rey Juan Carlos y el Príncipe Felipe, otro de mis Pipes consentidos.
No, no te preocupes. No voy a jeringolearte una vez más lo acontecido en Ciudad Juárez apenas la semana pasada. No poseo la dolorosa valentía de la señora Luz María ni la docta pluma de Denise Dresser. Sólo soy una ciudadana que pretende decirte “Bienvenido a Monterrey, Pipe” la próxima vez que vengas. Y para eso, Pipe, hace falta trabajo. Mucho.
Quiero que los soldados, en los retenes de la carretera, no me den miedo. Que en realidad me hagan sentir segura. Quiero que sus armas las apunten hacia otro lado y no hacia los vidrios de mi auto compacto comprado bajo un crédito que aún estoy pagando. Quiero poder caminar en la noche tranquilamente en la macroplaza, sin que me atemorice una persona me sigue. Quiero manejar por la brecha que me lleva a mi trabajo sin pensar que en alguna ocasión me encontraré un ejecutado. Quiero ir al banco sin cuidarme la espalda. Quiero decirles a mis sobrinas que estudiar conviene, que no hay caminos fáciles, que todo esfuerzo tiene su recompensa. Quiero llevar a mi madre al seguro social y saber que tendrá sus medicinas completas. Quiero tranquilidad, Pipe, quiero estar segura en mi ciudad. Quiero encender la televisión y ver buenas noticias. Quiero que mis diputados no me avergüencen. Quiero el estadio del Monterrey y quiero que rescaten La Pastora. Quiero el bien común por encima de las ideologías partidistas. Quiero que me expliques cómo es posible que en tu gabinete haya una persona con obesidad mórbida y justamente de él depende parte del asunto fiscal que mueve al país. ¿No deberíamos empezar por poner el ejemplo nosotros mismos? Al cuidar de nosotros se asume que somos depositarios de confianza para guiar a alguien, cuantimás a un país. ¿No crees? Quiero saber qué piensas de la gente que pide tu renuncia y qué les propones, más allá de la militarización. ¿Es ésa la solución? Quiero saber por qué le has recortado el presupuesto a la cultura. Un país de gente educada avanzará más, Pipe. ¿Qué pasa con eso? ¿Qué pasó con tus promesas de campaña? ¿Qué necesitamos hacer para que cumplas? ¿Está en nosotros la respuesta?
Mi vanidad me lanza el imperativo de preguntarte dónde compras tus anteojos. Me encantan. Me hechiza que no se te notan aunque se evidencia que te hacen falta al leer los discursos. ¿Quién te hizo los discursos del Bicentenario? ¿Por qué no los revisaste antes? No parecías un presidente, vaya, ni un mexicano contento, sino sólo alguien a quien lo pusieron a leer algo que no sentía en la máxima fiesta que tendremos dentro de tu mandato.
Llevo casi dos cuartillas, Pipe, no  he dicho ni la mitad de lo que pienso, pero sé que la repetición de ideas conduce al hartazgo. Varios de mis reclamos y preguntas son variaciones de lo mismo. Yo haré mi parte como ciudadana, ¿Qué harás tú, Pipe, para decirte bienvenido y con gusto llevarte a comer machacado?
Con el respeto y la confianza que les profeso a mis amigos cercanos,
Lorena Sanmillán

lorenasanmillan@gmail.com
http://lorenasanmillan.wordpress.com

 

Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos:

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

p75s

 

uanlind

1
2