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924 09 Noviembre 2011

Luces y sombras en 2012
Ernesto Hernández Norzagaray

M
azatlán.- Las elecciones siempre serán, aun en el peor de los escenarios, una esperanza para corregir el rumbo de un país. Son la ruta trazada en la Constitución y la ley reglamentaria para seleccionar civilizadamente unos candidatos y la formación de gobiernos. Son la posibilidad de cambiar un partido por otro en las funciones de gobierno. Un político por otro. Unas políticas por otras. Claro, esto es  teoría.

Pero hay que recordar al filósofo italiano Galvano de la Volpe, quien en los ya lejanos años setenta, sentenciaba que la “teoría siempre será un concreto representado”. Es decir, no hay teoría sin realidad. Sin sueños y aspiraciones sociales. El espíritu de las elecciones está en la raíz de las democracias representativas o participativas. La libertad, la igualdad, la fraternidad.

Esto sucede aun cuando en estos tiempos, como lo califica el intelectual catalán Vicente Verdú, una parte de la humanidad anda perdida en los caminos estrechos de la “democracia chatarra”. Esto es un tipo de democracia elaborada en serie desde los organismos internacionales. Que sirve igual como medicina en Irak como en El Salvador. Y tiene poco o nada que ver con la historia y las aspiraciones de estos países en la búsqueda de la justicia para sus ciudadanos.

Viene a cuento este preámbulo porque se inició el proceso electoral que tendrá como fecha estelar el primer domingo de julio de 2012. Ese día los mexicanos elegiremos Presidente, miembros del Congreso de la Unión, Gobernadores, Jefe de Gobierno del DF, cientos de Diputados, Asambleístas locales y regidores, que pondrán a prueba de nuevo las instituciones que nos hemos dado para transitar en la carretera DE una democracia electoral con luces tenues y sombras resplandecientes.

Luces
Siempre será mejor elegir a no elegir. Subyace a toda elección la posibilidad de comparar, debatir, rechazar, escoger. Votar o no votar. Elegir es garantía de mínimas libertades. En aquellas sociedades donde está conculcado este derecho, saben y valoran lo que significa no tener al alcance esta llave para abrir candados de libertades. Vivir en el mundo de los autócratas. Del control sin límite, ni contrapesos. Y esto no debe interpretarse como que esto es mejor que nada. Sino que desde donde estamos es posible escalar si queremos ir hacia otro peldaño (o descender). Ya lo hicimos hace cuarenta cuando el 68 se irradió hacia los siguientes años bajo expresiones políticas y culturales inéditas. El PRI se quedó solo con José López Portillo en 1976.

Vinieron luego las reformas que fueron pluralizando el sistema político. De donde saldría una derecha fervorosamente doctrinaria y una izquierda todavía profundamente ideológica. En ese vértice se construyó un proceso de transición vía elecciones que hoy parece estar agotando el ánimo de los ciudadanos. Tiene simpatías decrecientes. Pero igual saben éstos que no tiene hasta ahora mejor alternativa que los votos. Por eso la gente aun a regañadientes sigue asistiendo a las urnas para sufragar “por el menos malo” o el “que me brinda más confianza”.

Pero algo parece ir madurando en la sociedad que podría reeditar la experiencia de los setenta. Sólo que en esta ocasión los protagonistas no serán los partidos sino los ciudadanos interesados en hacer posible una democracia del pueblo y para el pueblo. Ahí están los promotores del voto nulo, que en 2009 sumaron más de 3 millones de desafectos, o las expresiones ciudadanas que hoy se movilizan contra la inseguridad o por cualquier cosa justa. Son las redes vigilantes.

Ese domingo de julio los ciudadanos tendrán nuevamente la posibilidad de elegir a quien será el próximo Presidente de la República y sabemos quiénes se perfilan en los principales partidos políticos. También cuáles son las posibles coaliciones. Incluso si fuéramos imbéciles podríamos saber quién será gracias a las casas encuestadoras que con su magia cada mes vuelven a repetir su pronóstico. Quizá para que no se nos olvide sus preferencias. Que no las nuestras.

Sin embargo, la sociedad mexicana ha venido dando muestras que ni está satisfecha con los partidos y mucho menos con las casas encuestadoras y sus repetidoras televisivas. De ahí que para nada está dicho todo. Pudiera ser que la gente se vuelque en sentido diferente a la que pronostican como también que el voto nulo resurja con vital ímpetu ante la ausencia de candidaturas independientes. 

Y es que las cosas no están para pensar en “normalidad democrática”, los efectos de la crisis que invade millones de hogares y la espiral de violencia, solo es inteligible en el escaso rendimiento de las instituciones. En la extraordinaria partidización de la vida pública. Aquella que es incapaz de seleccionar a tres ciudadanos entre 110 millones de mexicanos para erigirlos en consejeros electorales.

Sombras
Quienes lograron hacer una contrarreforma electoral en 2007 se le ha vuelto como boomerang que golpea su propia cara.  Aun con todo dentro de este maremágnum hay suficientes razones para salir a votar por los candidatos más confiables y transformar las instituciones que hoy no satisfacen más que a los únicos beneficiarios.

No obstante las sombras están ahí. Es la silueta claroscura que se proyecta sobre la sociedad. Es la contrarreforma que se aprobó en 2007 y echó atrás principios elementales en cualquier democracia. Nuestra democracia sustentada en la ciudadanización de la vida pública. Restó competencias al Consejo General del IFE para evitar nuevos affaire tipo Pemexgate o Amigos de Fox. Sobre regulada la función electoral, de manera que ésta se ha transformado en un verdadero galimatías, carga de trabajo a las instancias de justicia electoral. Censuró cuando debió regular las campañas negativas, lo que impide que el ciudadano pueda conocer el currículum oculto de candidatos que no deben estar en la papeleta electoral.

Quien viole este principio constitucional habrá de verse con el IFE que podrá imponer sanciones a los infractores. Más aún, el IFE, dado que es garante de su cumplimiento, debe supervisar cada uno de los spots o jinglee que emite el partido en los tiempos fiscales del Estado.
Sin embargo, esto lo único que viene provocando es la simulación pues los partidos e incluso particulares buscan vías alternas para emitir por otros medios su propia preferencia. Acaso el ciudadano medio no es testigo cada día más ostentoso de la promoción de gobernantes con sus colores y consignas.

Aquí en Sinaloa el que lo puede lo hace y las autoridades del IFE dirán que no actúan de oficio y debe mediar una solicitud de un partido para proceder, o mejor dicho introducirlo en el laberinto burocrático, con resultados impredecibles. Tan impredecibles como la propia designación de los tres miembros del Consejo General del IFE que por inconveniencia de los partidos no han podido nombrarlos en perjuicio de la misma institución.

Muestra que la ciudadanización en los órganos electorales se ha vuelto una pieza de mercadeo entre partidos, e incluso en ocasiones de corporaciones privadas, interesadas en tener su representante ante  la máxima institución. Y luego se le pide peras al olmo.

Una muestra. Un alto funcionario del IFE en Sinaloa desde antes que se aprobara los nombres por el Consejo General, identificaba quiénes pasarían y quiénes no tenían ninguna posibilidad de ser miembros del Consejo Local del IFE. Y lo sorprendente es que atinó en varios de ellos, lo digo sin demérito de ninguno de ellos. ¿Cómo? ¿Pero acaso los nombres de los consejeros locales se resolvieron en Sinaloa y no en el Consejo General, como es prerrogativa legal? ¿Tenía información privilegiada o iban los candidatos filtrados? Flaco favor hace este funcionario a nuestra frágil democracia electoral con esta actitud cuando debería ser garantía de prudencia. ¿Estamos ante una nueva variante de designación donde intervienen miembros de las Juntas Locales? Ojalá y no. Con los partidos sobra.

En fin, con estos arreos de luces y sombras, vamos todos a un proceso electoral quizá más complicado que el ocurrido en 2006, tanto por la situación de violencia que atraviesa nuestro país y particularmente el estado de Sinaloa, como por las condiciones de competencia que aun cuando parecen parejas no lo son o porque los candidatos que ya tomaron el pulso al IFE y como buenos toreros buscarán los resquicios para evitar sus sanciones.

Se preguntará más de alguno, cómo en estas circunstancias ser optimista, y sólo se me ocurre escribir que aun con todo lo predecible del proceso, siempre habrá voluntad de cambio en los pueblos. Los mexicanos lo hemos visto en otros momentos de nuestra historia. Y nuevamente me pregunto, ¿por qué necesariamente estamos destinados a estar siempre en un callejón sin salida, cuando nuestra historia ha dado muestra de que se pueden cambiar pacíficamente las cosas? Sólo por eso reivindico las elecciones.


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