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937 28 Noviembre 2011

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
A problemas sistémicos, soluciones globales
Edilberto Cervantes Galván
 
M
onterrey.-
Las protestas de los indignados en los países europeos y en los Estados Unidos señalan hacia el sistema financiero, basado en la especulación, como la principal causa de la desestabilización económica en el mundo.

La solución que se le impuso a Grecia e Italia, de cambiar a sus gobernantes para que sus cargos sean ocupados por expertos en finanzas, ha puesto en  entredicho el derecho de las naciones a elegir y seleccionar de manera soberana a sus gobernantes.

En España lograron realizar elecciones más o menos convencionales, aunque bajo una tremenda presión para que el próximo gobierno adopte las medidas de política económica que se han diseñado en los consejos económicos dominados por Alemania y Francia. Las fuerzas financieras transnacionales se imponen a las tradicionales estructuras de poder nacionales

Algo similar sucedió en América Latina en los ochenta y noventa del siglo pasado. En esa oportunidad la inestabilidad económica de la región también se le achacó a la irresponsabilidad de los gobiernos y que los políticos se habían endeudado más allá de lo debido.

Habría que señalar, sin embargo, que tanto en la América Latina de hace veinte años como en la Europa de hoy en día han sido los bancos privados los que promueven el endeudamiento de los gobiernos, hasta que la inviabilidad de las economías nacionales hace imposible el repago. Como que hay dinero de sobra que no encuentra aplicación productiva y se canaliza entonces hacia esquemas basados en la especulación. Los esquemas de inversión público-privados que se están promoviendo en México son otra forma de generar un flujo de renta (de la renta pública) para el inversionista privado con casi ningún riesgo; a menos que el gobierno se declare en quiebra.

La irresponsabilidad financiera, hay que decirlo, no sólo es de quien pide prestado sino también de quien presta, a sabiendas ambos de lo que son los límites razonables de endeudamiento.

Al igual que en Europa, en América Latina se aplicaron medidas de austeridad severa. En el caso de México el salvamento de los bancos lo hizo el propio gobierno con cargo al famoso Fobaproa; la deuda del Fobaproa  se convirtió en pública y desde entonces es una pesada y será una prolongada carga para todos los mexicanos. 

Pasados casi tres lustros la economía mexicana no logra recuperarse del trauma: primero fue la apertura de las fronteras con el tratado de Libre Comercio de América del Norte. México abrió oportunidades pero también amenazas y riesgos para las pequeñas y medianas empresas orientadas al mercado interno.    

El Banco de México se transformó en ente autónomo del gobierno y su único objetivo reconocido es el de controlar la inflación.

Los bancos que eran propiedad de mexicanos ahora son casi todos de extranjeros; quienes no ven la necesidad de financiar proyectos productivos y asumir riesgos ya que con los meros intereses del Fobaproa obtienen números negros.

Así, con baja inflación, pero la economía mexicana tiene estancada ya veinte años y en cambio los bancos privados en México son de los mejores negocios para sus propietarios de fuera de nuestras fronteras.
El sistema financiero internacional vigente fue diseñado para darle estabilidad a las relaciones económicas después de la segunda guerra mundial, con una economía central que eran los Estados Unidos. El gobierno de este país se reservó la posición de dominio en el Banco Mundial y en el Fondo Monetario Internacional.

Pero hacia fines del siglo XX, el sistema financiero se enfocó de manera prioritaria hacia la especulación; se liberaron regulaciones y se dejó hacer libremente a los agentes financieros. Los gobiernos dejaron de tener control sobre las variables financieras y la primera y principal víctima fueron los Estados Unidos en el 2008.

Las empresas calificadoras, que determinan la calidad financiera de las entidades que emiten deuda, y que fueron causantes de la crisis hipotecaria, actuaron de manera fraudulenta y mentirosa y siguen actuando libremente y han puesto de rodillas al gobierno norteamericano, así como lo están haciendo ahora con Grecia e Italia.

En esta tan grave coyuntura llama la atención la propuesta del Consejo Pontificio de Justicia y Paz del Vaticano (CPJyP)  del pasado 25 de octubre, para llevar a cabo una reforma del sistema financiero internacional, en la prospectiva de una autoridad pública con competencia universal.

Esta propuesta del Vaticano coincide, por lo menos en parte, con el documento que hace unas semanas firmó un grupo de intelectuales, entre los que se encuentran Noam Chomsky, Eduardo Galeano y Naomy Klein, en el que, frente a la globalización neoliberal ─excluyente y desigual─, y los actores políticos ─cooptados y comprados por la banca privada y las corporaciones multinacionales─, exigen una democracia global, un gobierno global del pueblo y para el pueblo, así como un cambio de régimen, un cambio de régimen global, que asegure al mismo tiempo la unidad en la diversidad de la humanidad (cfr. La Jornada, 16 de octubre, p. 4).

En palabras de la activista Vandana Shiva, exigen también el reemplazo del G-8 por la humanidad completa; es decir, el G-7 mil millones.

La salida a la crisis financiera no puede ser más que una solución global; los países en lo individual sólo actúan de manera defensiva y el castigo a los pueblos es enorme.

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