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974 18 Enero 2012

De violencia a violencia
Cordelia Rizzo

M
onterrey.-
Podría decirse que la situación de violencia generalizada en México no tiene sexo ni cariotipo, ni ornamentos que vayan más allá de nombres y particularidades de los cárteles de la droga y los tipos de corrupción gubernamental. Sin embargo, la idea de que en México vivimos en la anomia, nos obliga a pensar que un tipo de violencia desata otros tipos de violencia, o que de alguna forma se retroalimentan. La discriminación por motivos de identidad, expresión u orientación sexual y por el hecho de ser portador/a del virus del VIH/SIDA tiene una carga corrosiva que vale la pena desentrañar en estos tiempos de criminalidad. El análisis nos remite a claves para entender la veta criminal que aprovecha estos prejuicios, para iniciar y mantener esquemas de explotación sexual. Tan sólo es relevante porque nos lleva al terreno de la incomprensión de la sexualidad humana, que se traduce en la crueldad que subyace en estos negocios, los cuales también conforman el conglomerado del sistema de criminalidad que ha resultado tan difícil de abordar.

Una vez que se cae la ley general, parece que no hay forma de poner orden en muchos otros ámbitos de la vida de los ciudadanos de un país; esa es la anomia. A qué va esto: recientemente empezó a circular por Internet un video que forma parte de la nueva campaña de prevención del VIH/SIDA de la asociación México Vivo (que en sus objetivos busca la prevención y atención del padecimiento) que ya fue retirada por las críticas que recibió por parte de la misma comunidad de activistas. El video está diseñado para concientizar a las mujeres embarazadas sobre hacerse la prueba para la detección del virus al inicio del embarazo, en aras de poder evitar la transmisión del virus a sus hijos ‘inocentes y asexuados’. Lo manifiestan en base a la repetición de los estigmas que han pesado sobre la construcción de la muerte social que sufren los pacientes de VIH/SIDA. 

El video comienza retratando a un niño pequeño, como de 2 o 3 años, y poniendo mensajes en la pantalla como ‘Maricón’, otro pone a una niña con la etiqueta de ‘Zorra’ y por último uno en el que al niño se le pone la etiqueta de ‘Drogadicto’ en letras grandes. Podría ser que lo que pretendía hacer el video es shockear, pero si es así, confunde la estrategia de prevención del VIH/SIDA con las campañas antitabaco ─y ahora las relativas a la antiobesidad─ que buscan la eficacia disuasora. Las tragedias del tabaquismo y del VIH/SIDA tienen cargas sociales muy singulares, y se les debería poder dar un tratamiento diferenciado a estas alturas del partido. Sin embargo, esta impericia en el tratamiento refuerza los estigmas que ya cargan a cuestas quienes están enfermos y los que están ‘aparentemente susceptibles’ a padecer la inmunodeficiencia, sin ahondar las verdaderas rutas de la prevención.  Inclusive la campaña parece subestimar la resiliencia de las personas que viven con estos estigmas y que luchan por no dejarse morir socialmente. 

La pregunta es si el efecto era deliberado o fue producto de la ingenuidad, ignorancia, homofobia mal encausada del staff creativo que llevó a cabo el proyecto. Independientemente de la razón real, hay un vacío de información o de sensibilidad presente en los realizadores del proyecto.

Charlie Cordero, la cabeza de México Vivo, defendía la campaña argumentando que tiene como objetivo ocasionar un efecto homeopático. Es decir, que a través del abordaje de los males sociales de la enfermedad de alguna forma curar a la gente al motivarle a concientizarse sobre la construcción de estos estigmas e impelerles a abandonarlos. En entrevista con El Universal, Cordero afirma: “Está hecha para provocar, para que la gente piense un poquito que el VIH/Sida no discrimina, es la gente la que discrimina”. No obstante, ¿por qué hubo una variedad de activistas y personas ajenas al activismo que respingaron y la rechazaron en las redes sociales?  ¿Será que el mensaje está orientado para seres más evolucionados que el mexicano/a y activista promedio? 

La campaña termina reforzando la idea de que los niños pequeños no tienen sexo, voluntad, ni vida adentro, más que la que les da la madre, y que las madres son las responsables de violar ese canal sagrado al transmitirles el VIH/SIDA.  Parece echar a la basura todos los avances de la psicología moderna que sí les atribuye a los niños y niñas una sexualidad en ciernes, aún en etapas tempranas de su vida, de cuya valoración correcta depende su capacidad para funcionar en la vida adulta. 

El embate es para las (malas) mujeres que tienen la capacidad de heredarles estas horrendas etiquetas a sus angelitos asexuados. De por sí las féminas en México aún mueren por falta de acceso a la salud, por el estigma que guarda la visita ginecológica para la mujer soltera (y la casada también), la exploración de los senos, el virus del Papiloma Humano… ¿De qué forma buscan que se practiquen las mujeres una prueba que para todos y todas resulta un ritual o requisito sanitario de un ámbito de la vida que aún no sale de las sombras a discutirse de modo sensato y generalizado? Esta forma frontal de abordar los estigmas relativos a la vida sexual de los individuos por parte de la campaña de México Vivo no parece tomar en consideración el trabajo con el cual se ha logrado empezar a discutir y nombrar las enfermedades de transmisión sexual, la salud biológica relativa al sexo y lo sexual, y la diversidad que acontece en estos ámbitos. Apenas empieza a abrirse camino con balbuceos.

Agreguémosle a esta característica del proyecto de México Vivo el panorama de la incorporación creciente de las campañas de reducción de daños para promover que no se compartan jeringas en el caso de las drogas inyectables. La cautela y la forma en la que han encontrado los activistas para abordar este tema ha sido magistral, y la campaña de México Vivo parece dar muchos pasos hacia atrás, ignorando la circunstancia en la que se está abriendo paso esta nueva modalidad de la prevención. En plena ‘guerra contra las drogas’, el estigma hacia los adictos a las drogas se ha vuelto implacable. Irónico, que ahora que la droga circula más se manifieste más la ignorancia respecto de sus efectos y una voluntad de señalar al adicto como el culpable irredento del flujo de mercancía que ha producido la circunstancia de violencia que arrecia en el país. Ello muestra una insensibilidad que no es de esperarse de quienes dirigen los esquemas de prevención.   Ellos y ellas debieran ser los más informados y sintonizados hacia las múltiples resistencias que tiene la gente para protegerse en una circunstancia de posible transmisión del virus.

Si estamos inmersos en una crisis de seguridad, ¿cuál es el fin de reparar en un asunto que parece que sólo afecta a la población que porta el VIH o que padece el SIDA?  La idea aquí es que las personas seropositivas y sus equipos médicos (que no sólo son doctores sino también quienes trabajan por la prevención y atención) forman, en el mejor de los casos, un enclave social dentro del cual se conoce y se maneja el tema del VIH/SIDA como un asunto de salud y de modo que se medie entre el prejuicio y la realidad. Pero parece que fuera de ese mundo estamos el resto de las gentes a la deriva y perpetuando el tabú del abordaje de la sexualidad. La pandemia del VIH/SIDA en los 80’s fue uno de los momentos históricos de pánicos sociales, y parece que los años y los recursos no nos han dado la capacidad de entrar en una etapa de claridad y transparencia respecto a los daños que ocasiona el prejuicio. En este caso, con esta tergiversación del mensaje de la campaña de México Vivo para prevenir la transmisión del virus a los bebés de mujeres embarazadas, obstaculiza la comprensión de la sexualidad humana y nos devuelve a las tinieblas del inicio.

La discriminación oculta una resistencia a asumir lados humanos que consideramos peligrosos, resultado de lógicas generalmente erróneas o nocivas. Mientras menos se aborde el tema del sexo como si fuese parte de la vida, y por ende la transmisión del VIH/SIDA como un riesgo inherente de esta actividad vital, cuya transmisión es prevenible, seguiremos dando pie a que se perpetúen esquemas de explotación humana vía lo sexual.  Esta es una forma en la que como sociedad contribuimos a que haya un entorno en el que la explotación sexual se permita y si no se le pone algún freno, pueda agravarse en el fenómeno criminal complejo que es la trata de personas. La violencia sexual y los discursos que la refuerzan no son del todo ajenas a la otra violencia que surge de la actividad del crimen organizado ni la del aparato estatal.

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La Quincena Nº92

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