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974 18 Enero 2012

Caciques en Guadalupe 
Hugo L. del Río

M
onterrey.-
Los alcaldes de Ciudad Guadalupe, Yvonne e Ismael, tienen buena imagen. Los políticos profesionales cuidan su proyección como un tesoro. Saben que es más importante la percepción que la realidad.

Esa rueda de la fortuna que es la política les pone en bandeja de oro una oportunidad única para lucirse.

Resulta que unos señores que se llaman Raúl Robledo y Óscar Cantú Cantú (llámenle al 8357-5852) crearon en Contry La Silla, territorio guadalupense, una Asociación Civil más fantasma que la de Agapito Treviño. No consultaron a ninguna de las 500 familias que viven en el asentamiento y, para Navidad, habían enrejado todos esos barrios.
Pusieron barrotes en las calles Tintoretto, Van Gogh y Donatello, todas cruz con Einstein; así como Buonarroti (o Bunarotti, no estoy seguro), Alberto y Sansio, todas en esquina con Renacimiento.

Graciosamente, le dejaron al medio millar de núcleos familiares una salida al mundo: la calle El Greco. La AC surgió de esa zona en penumbras que es la grilla a la mexicana.

Nunca convocaron a los vecinos; no hubo votación para nombrar la mesa directiva.

Estos señores Robledo y Cantú, que Dios los guarde por muchos años, en su afán por interpretar los anhelos y sueños de mejor vida de los colonos, tienen gastos, faltaba más. Y sacrificarse por el bien común es algo loable, pero para todo hay límites.

Los buenos muchachos les están cobrando a los vecinos mil pesos dizque por inicio de obra ─ahí va medio milloncejo: hasta Slim se agacha a recogerlo─; y para empezar el año exigen una cuota mensual de 280 pesos por casa.

El dúo dinámico (en realidad son tres, pero aún no consigo el nombre del tercer hombre, como diría Graham Greene) piensa en grande: van a poner plumas en la calle del maestro –qué vergüenza— que pintó nada menos que “El Entierro del conde de Orgaz”, conocido también como “El caballero con la mano en el pecho", con gendarmes y toda la cosa.

Previamente, pretenden obligar a los habitantes de la demarcación a comprar tarjetas electrónicas para todos y cada uno de quienes viven ahí, así como para el personal doméstico, aunque sea el jardinero que llega con las calendas griegas.

Ah, si no hay tarjeta no hay entrada.

Los convecinos no se quedaron callados: Yvonne, desde luego, no los recibió. Condescendió a enviar a su secre particular, Cuquis (así se presenta, ni modo) Jiménez, fono 8030-6004, quien primero construirá una autopista a La Luna antes que molestar a los caballeros de los barrotes.

Hablaron también con un tal Jorge Rangel (licenciado, por favor), de Participación Ciudadana: celular 044-811-800-1590.

Pronto aprendieron que para que Jorge los escuchara tenían que decirle que iban de parte de su jefe, ese simpaticón modelo de modestia republicana que es Gabriel Tláloc.

Yvonne, Ismael, no se les hace que es mucho abuso. Confío que no tengan ustedes intereses personales en juego.

Sé que Ismael es abusadillo para los negocios: sobre todo los hoteles de corta estancia, pero, la neta, no vale la pena que ustedes se ensucian por tan poca cosa.

Los dos ediles son jóvenes, carismáticos, saben hablar, tienen futuro político: no lo manchen.

Para hablar claro: no la jodan.

No se cubran de cieno por esa pequeñez. Manéjense bien –sé que lo saben hacer—y llegarán a la cima. Sería el colmo que les hagan el juego a estos aprendices de cacique de barrio. Si lo hacen, caerán a la sima.

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La Quincena Nº92

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