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977 23 Enero 2012

Y sin embargo se mueve, I*
Jaime Martínez Veloz

S
altillo.-
Deseo expresar a mis amigos de Coahuila, que el relato aquí descrito decidí publicarlo casi 28 años después de haberse producido y luego de largos años de meditación.

Tenía el deseo de haber presentado este libro el pasado 14 de enero, o sea hace una semana, fecha en que se cumplen 28 años de la muerte de Adrián Rodríguez García, rector de la Universidad Universo, maestro y viejo amigo mío, pero cuestiones relativas a la edición del libro, nos lo impidieron. Para quienes no lo conocieron, les recomiendo que indaguen sobre la fascinante vida de este ciudadano coahuilense visionario, generoso y muy buen amigo.

Sin embargo con un poco de retraso, pero la publicación de este libro es en sí mismo un reconocimiento a él y a muchas amigas y amigos que ya no están con nosotros y que con mucho cariño los recordamos y los extrañamos. Familiares, amigos, amigas, maestros, dirigentes políticos y condiscípulos se nos han adelantado en el camino y que algún día los alcanzaremos en el lugar donde se encuentren

Por ello dedico este libro:

A todos mis compañeros y compañeras de lucha de todos los rincones de Coahuila, con quienes crecí y consolidé mis convicciones.

A la memoria de mi hermanito Rubén, a quien a pesar de no haberlo conocido, su alma y ternura me han acompañado todos los días de mi vida. Como mi hermano mayor me hubiera gustado tener a alguien que me hiciera esquina cuando menos en mis primeras batallas en los barrios de Torreón.

A Beatriz y Rubén, padres hermosos cuyo ejemplo es mi mejor herencia y a mis hermanos que se han convertido en mis más sólidos apoyos en este intenso peregrinaje en que se ha convertido mi vida.

A Irene, madre, amiga, esposa y camarada, que desde el cielo vela por los sueños de nuestras hijas Tania y Adriana.

A Juan Fernando Gallegos Monsiváis, amigo y camarada en un Saltillo acogedor, bohemio y solidario, en una etapa diferente a la actual.

A mis grandes maestros y amigos: Evaristo Pérez Arreola, Jesús Ochoa Ruesga, Adrián (“el Economista Non” y “Rector de la Universidad Universo”) Rodríguez García, Alejandro de León Sánchez, Sonia Gámez Moreno, Mario Loya, Arturo Avendaño Pérez, Gerardo (“el Negro”) Macías,
Julián Espinoza Tapia, Armando de la Peña, Lourdes Pimentel, Rodolfo Rodríguez (“el Popo”), Óscar Hernández Abdalah, Juan Flores Zapiain, Juan Iturralde Ramos, Carlos Juárez Mendoza, Sergio de la Rosa (“El Pinky”), Carlos Flores Morales (“el Pichón”), Roberto (“El Perico”) Rivera,
Ignacio Zepeda Castañeda (“El Mexicano”), el padre Javier Usabiaga, José Quiroz (“el Pepón”), Miguel Ortega (“el Micky”), el ingeniero Pedro Sánchez, María Angélica Galindo Sánchez, Saúl Vara Rivera, Laura Alicia Cepeda Castañeda, Luis Alberto Mendoza (“el Cepillín”), Alejandro Santiex, Ernesto Barbosa (“el Venado”), Israel de León, y Juan Gerardo Gómez Rivas (“el Rocky”), quienes se nos adelantaron en el camino.

A mis hijas e hijos, con la esperanza de que sean siempre personas con integridad y se unan a las luchas de los desposeídos y fortalezcan sus convicciones junto a los jóvenes de las universidades, los barrios, ejidos y comunidades indígenas del país.

Ahí no sólo descubrirán que la realidad social es la mayor fuente del conocimiento científico, sino además, encontrarán a grandes amigos y maestros.

Los hechos que se narran en este libro, marcaron a una sociedad y especialmente mi propia vida y las de quienes participaron.

He respetado textualmente las palabras y expresiones de todos los que se involucraron en los hechos narrados, tanto de quienes actuaron en la misma trinchera como de aquellos que se colocaron, en ese momento específico, como adversarios o indiferentes.

Oralidad que acompaña mis propias narraciones también expresadas en los términos y momentos en que se realizaron o produjeron.

No lo digo esto con un ánimo de justificación o elusión de responsabilidades. Al contrario, en aras de la objetividad, si es que es posible en un ejercicio escrito en primera persona, porque considero que solo así es posible entender lo que en su tiempo sucedió.

Detrás de este movimiento de reivindicación, estuvieron años de formación y vida universitaria.

Lo que yo puedo relatar es aquello que conocí y estuve cerca; sin embargo, es sólo una pequeña parte de un conjunto de convivencias que crearon las condiciones para la generación de los cambios o movimientos que se produjeron en la sociedad coahuilense, en aquellos tiempos.

Por ello mis relatos están circunscritos a los hechos que se produjeron alrededor de la escuela de Arquitectura, una de las instituciones protagonistas de esta historia, no la única, pero sí una de las más activas en aquellos tiempos.

Aclaro esto porque creo que los hechos que conmovieron al Saltillo de esos tiempos fueron generados por causas multifactoriales y desde muy diversas posiciones o lugares de origen; yo relato lo que viví y conocí, lo cual constituye sólo una parte del todo, por lo que si alguien se siente, por no verse reflejado en estos relatos, lo siento pero no existe ninguna intención escondida, simple y llanamente hubo muchísimas cosas que no pude registrar, mucho menos estando alejado de mi estado natal en los últimos años.

En el contenido del libro se relata el tipo de Saltillo en que se desarrollaron aquellos acontecimientos

En una parte del libro se describe cómo las calles de Saltillo estaban llenas de nostalgia, de encanto y suspiros clandestinos.

Las lluvias de otoño producen un olor a nogal y tierra mojada.

Las escuelas de la Universidad y el Tecnológico, inundan de ambiente estudiantil, las calles de Victoria y de Aldama.

La plaza Manuel Acuña se convierte en el remanso de los obreros y sus familias, sobre todo con sus bailes sabatinos, donde a tu novia, pareja o amiga la arrejuntas pecho con pecho y  como guitarra le pasas con ternura la mano y el brazo cerquita de la región coccígea y no te despegas ni un milímetro, aunque termine la canción. Sudas y transpiras junto a tu pareja, en un faje en medio de la pista, valiéndote poco quién te mire o te critique.

La Sociedad Manuel Acuña cobija a sus tradicionales socios entre mesas de dominó, billar y ajedrez.

Los baños de vapor los atiende “El Cheroke”, Manuel “El Ciego” y “La Flecha”, tres personajes muy queridos y respetados.

En la calle de Victoria, Toño “La Bola” distribuye periódicos y revistas.

Las noches se cubren con la densa neblina que te acompaña callada y cómplice en tus horas de soledad y angustia. Mientras esto pasa, al compás de Samba Pa’ti, de Santana; Mammy Blue, Father and Son, de Cat Stevens; y Carry On, de Crosby, Still, Nash and Young; se pasan las horas frente al restirador, dibujando, diseñando, bailando, amando y durmiendo. 

El restirador es casi todo y sirve para todo. Mis bolsillos están vacíos, pero para qué quiero billetes si tengo lo mejor aquí a mi lado. ¡Repégate mi chula, para que me quites lo entumido!

Son los tiempos de los pantalones acampanados y la rebeldía estudiantil.

Los dulces de leche, las empanadas de nuez, el pan de pulque, las manzanas de Arteaga y los Sarapes heredados de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, son algunos de los signos distintivos de Saltillo, bella, solidaria y cómplice ciudad de amores clandestinos.

Por la alameda abundan las parejas, las manos juntas y el cachondeo juvenil. “Hágase pa’ca mi flaca” y con las manos y sobacos sudados, cada quien, con su cada cual se da unos besos de trompa y de lengua, que quedas todo ensalivado.

A los 18 años hasta de los árboles te abrazas, y sólo los que son “muy buenas gentes” se quedan sin pecar y el que no peca se frustra.

Mientras tanto Saltillo vive, sufre y algunos gozan, cada agosto de cada año las fiestas del Santo Cristo colman la plaza de armas de puestos, loterías, juegos y fiestas mundanas.

Si Cristo viviera los echaría del templo, pero como no, pues no.

Mientras tanto que siga la pachanga, las limosnas y los cuentos para agachar la cabeza en la fábrica y alcanzar el cielo en la otra vida.

La catedral y sus campanas impregnan el viento de sus tradiciones centenarias.

(Mañana: segunda parte.)

* Palabras de Jaime Martínez Veloz, en la presentación del Libro Crónica de una utopía. Historia del movimiento pro-dignificación de la Universidad Autónoma de Coahuila, Ediciones Gernika, celebrada en la Sala Audiovisual, arquitecto Jesús Ochoa Ruesga el día 21 de enero del 2012, en  la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila.

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