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1012 12 Marzo 2012

ANÁLISIS A FONDO
Lucha inútil
Francisco Gómez Maza

¿Balas vs adicciones?
No puede ni el médico

Ciudad de México.- El general secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, refrendó la decisión del señor Calderón de no parar la guerra contra el narcotráfico, con el argumento de que “el esfuerzo mayor que realiza el Gobierno Federal en esta lucha está orientado al rescate de la niñez y la juventud del nefasto mundo de las adicciones.”

Puntualizó: “La decisión ‒materializada de manera visionaria en la Estrategia Integral de Combate al crimen organizado‒ integra tres componentes básicos:

1º. Enfrentar y someter a los criminales.

2º. Reconstruir las instituciones encargadas de la seguridad y la justicia, a través de la depuración y el fortalecimiento de los policías y ministerios públicos y;

3º. Reconstruir el tejido social, a través de una sólida política de prevención.

El discurso que Galván Galván pronunció en la ceremonia de inicio de la “Jornada Nacional 2012 de capacitación a los conscriptos y voluntarias del S.M.N. para la prevención de adicciones”, el sábado 10 de marzo, revela la total determinación del gobierno de Calderón de remar contra la corriente y llegar a una ninguna parte ensangrentada al máximo.

Fíjese cómo ve este panorama el supremo comandante de las Fuerzas Armadas. Las palabras del general secretario así lo acreditan: “En otras palabras, el esfuerzo mayor que realiza el Gobierno Federal en esta lucha está orientado al rescate de la niñez y la juventud del nefasto mundo de las adicciones”.

Pero lo que queda en la confusión es la convicción de Galván Galván y, por tanto, del señor Calderón, de que “la drogadicción es una enfermedad, es un problema de salud pública y como tal debe atenderse mediante acciones de prevención y tratamiento”. Es imposible acabar con las adicciones y rescatar a individuos de cualquier edad de ese “nefasto mundo” mediante el empleo de las armas, de la violencia, del operativo irresponsable ejecutado a plena luz del día y en zonas pobladas de personas inocentes, inclusive mediante acciones de prevención y tratamiento, si el adicto no quiere rehabilitarse.

Si las adicciones son una enfermedad, su combate mediante la fuerza está condenado al fracaso, como ha ocurrido hasta ahora desde que en el 2007 el presidente de la república declaró la guerra al narcotráfico.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adicción es un estado de intoxicación crónica y periódica originada por el consumo repetido de una droga, natural o sintética, caracterizada por: una compulsión a continuar consumiendo por cualquier medio. Una tendencia al aumento de la dosis. Una dependencia psíquica y generalmente física de los efectos.

Según la American Psychiatric Association (Asociación de psiquiatras estadounidenses), la adicción es una dependencia a una sustancia, un patrón mal adaptado de abuso de una substancia que produce trastornos o dificultades físicas importantes desde un punto de vista clínico.

Alcohólicos Anónimos en 1930 reforzó esa idea: la adicción es una “enfermedad” (así le llama la OMS) incurable, progresiva y mortal por necesidad. Y sólo puede aliviarse (curarse, nunca), detenerse un día a la vez, mediante el apoyo de un grupo, luego de la aceptación del adicto de su adicción. No vale para nada la fuerza de voluntad. Y menos las armas.

Ser adicto es una categoría clínica neutra, carente de culpa. Y ser adicto en proceso de recuperación es en cambio todo lo contrario, pues se basa en la activación de la capacidad moral de sobreponerse a la adicción.

La medicalización de las drogodependencias se enfrenta además a otro problema: de la misma forma que la gripe reside en un virus o el cáncer en un tumor, la adicción no existe biológicamente; sólo se materializa en la experiencia subjetiva del adicto. Y sin una causa orgánica o psicógena, no puede haber una enfermedad llamada adicción.

Sólo el adicto que toma conciencia de su adicción sabe hasta qué punto es adicto y su recuperación está por completo en sus manos. En la práctica, el médico poco puede hacer más que impulsar la motivación del paciente. Y si la medicina poco puede hacer para “luchar” contra las adicciones. Imagine qué pueden hacer los policías, o los soldados, o los marinos, o los ministerios públicos, o los jueces, o la suprema corte. O el general secretario, o el señor Calderón.

analisisafondo@cablevision.net.mx

 

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