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1013 13 Marzo 2012

El dolor de vivir de las latas
Jacobo Castellanos

Ciudad Universitaria, UANL.- Cada vez más, he escuchado sobre aquellos que dicen sentirse derrotados; sentirse con las ganas de querer renunciar y dejar que el destino siga por su desviado camino; el sentimiento que la decadencia social se apodera de ellos, que pulveriza cada empeño de hacer bien, de liberarse de las cadenas malditas que aprisionan en el miedo, en el dolor.

Hoy estamos aquí en memoria de nuestro compañero, José Fidencio Garza Neri. A su familia y amigos les ofrecemos nuestro más sincero pésame. Con el mensaje que hoy comparto con ustedes, no pretenderé consolarles. Su dolor es inmensurable. Por eso hoy, me atreveré solamente a comprometerme a lo siguiente: ¡Nunca dejar de luchar! ¡Nunca rendirme! ¡Nunca dejar de creer! Sin importar las adversidades, sin importar las barreras. ¡Nunca parar!

No son palabras vacías y les diré por qué. No sé si es por bien o mal pero lo que alimenta mi lucha no es la esperanza de un futuro mejor, es el dolor que veo en los demás. Un dolor que desde sus entrañas traspasa la piel y se estampa en sus rostros, en sus ojos. El dolor que hoy tienen los familiares de José, el dolor que les acompañará por el resto de sus días. El dolor que tienen los familiares de todas los seres queridos de las víctimas inocentes de esta absurda, ridícula guerra.

Pero también el dolor de los niños que no tienen acceso a la educación, a la salud y a una vida decente. El dolor de los padres que no saben con qué alimentarán a sus hijos. El dolor de los ancianos que deambulan nuestras calles, escarbando entre la basura, buscando latas o cartón para vender.

Es tan fuerte su dolor que no puedo evitar más que sentirlo también. Y al sentirlo, estoy obligado a actuar. No porque soy una persona desinteresada que busca el bien por el hecho de hacer el bien, sino porque es tan inmensamente fuerte el dolor transmitido que, literalmente, estoy obligado a actuar. Quizás, si todos sentimos este dolor, si en vez de sólo leer en un periódico sobre la muerte de alguien, nos preguntamos, ¿cómo la está pasando la familia de aquella víctima?; o, ¿qué se sentiría querer estudiar, pero no  tener los recursos para hacerlo?; o, ¿qué se sentiría, como padre o madre, saber que hoy no podrás alimentar a tu hijo?

¿Qué se sentiría, tras décadas de vivir en este mundo, tener que sobrevivir de la venta de las latas de cerveza que los jóvenes despilfarran en sus fiestas?

Quizá si todos sentimos este dolor, si salimos de nuestra burbuja, si nos damos cuenta que no somos los únicos con dificultades, con problemas, quizás así estaremos obligados a actuar. Que el dolor de los otros nos penetre tan fuerte que la decisión de ayudar sea indiferente a lo que queramos hacer. Que se convierta en un instinto.

Es por eso que hoy, 12 de marzo, fecha en la que nuestro compañero José Fidencio Garza Neri estaría celebrando su cumpleaños, les pido que bajemos nuestros escudos; escudos que nos mantienen ciegos al sufrimiento de otros. Eso y sólo eso les pido. Porque una vez que lo hagan, notarán que la siempre presente bondad humana pavimentará el camino a la acción.

* Texto leído en la Marcha-Mitin de Ciudad Universitaria, por Alejandro Medina, en nombre de su compañero del Tecnológico de Monterrey.

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